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Tribuna:EUROPA, ENTRE LAS SUPERPOTENCIAS
Tribuna
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Algo no cuadra

George Bush estará de nuevo en Europa del 9 al 18 de julio. Cinco días en Europa del Este (Polonia y Hungría) y cuatro en la nuestra (primero en París, para la cumbre de los siete países más industrializados, y después en Holanda).En los últimos tiempos Mijail Gorbachov se ha referido insistentemente a la necesidad de hacer de Europa una casa común. Ante una propuesta formulada en términos tan genéricos como seductores, Bush ha respondido con la observación de que en una casa común todos deben poder pasar libremente de una habitación a otra.

Por ahora, por esta imprecisa casa común europea tan sólo circulan los líderes políticos. Gorbachov camina por las calles de Stuttgart y Bonn y recibe fuertes y ruidosos aplausos, similares a los que el público de los estadios reserva a su equipo de fútbol. Y habría sido recibido igual en Turín o Marsella. Bush, por su parte, se dejará ver por las calles de Varsovia y de Budapest y, sin duda, recibirá aplausos igual de entusiastas.

Los papeles están cambiados. El color oficial de los respectivos regímenes políticos querría que fuera al contrario: entusiasmo por Gorbachov en el Este y entusiasmo por Bush en el Oeste. Este intercambio de papeles encierra un alto grado de ironía. Con estos aplausos los europeos del Oeste y del Este saludan la desaparición de dos miedos idénticos pero opuestos, tanto en el espíritu como en los hechos.

Al saludar al líder de Occidente, los europeos del Este expresan la esperanza de liberarse del temor a gobiernos totalitarios y de poder finalmente darle la bienvenida a la libertad política y civil.

Al saludar al líder soviético del Este, los europeos del Oeste expresan la esperanza de librarse del temor al imperialismo soviético y de poder así darle la bienvenida a una nueva era en la que ya no será necesario sacrificar recursos para garantizar su seguridad y su defensa, y en la cual podrán enriquecerse aún más vendiendo mercancías a todos los que viven en Eurasia.

Asediado por sus problemas, Gorbachov intenta resolverlos intercambiando esperanza por dinero. Bush es una persona gentil y prudente, pero hasta el momento administra los hechos sin demostrar que cuente con el hilo que debe hilvanarlos unos con otros. Europa vive feliz en su civilización material y no sabe, o no desea, pensar en sí misma en términos políticos y morales. Por una razón u otra, surge la sospecha de que, si bien deseando lo contrario, todos (soviéticos, norteamericanos, europeos) acaben alimentando a todos aquellos que en Alemania sueñan con la edificación de una Commonwealth. alemana, si no política, al menos económica, dispuesta a extenderse por la dehesa euroasiática, manteniendo con la CE unas relaciones ambiguas e instrumentales. En breve, las preocupaciones que Alemania parece provocar hoy en día puede que se deban más a los defectos ajenos que a su propia inciativa.

Lo no conciliable

Si Alemania trata de conciliar aquello que no es conciliable, Europa del Este intenta que el Occidente norteamericano (no el europeo) le garantice las libertades políticas y civiles, mientras que, por su parte, Europa Occidental trata de hacer negocios con el Este europeo y asiático garantizados por la tutela política y militar norteamericana, pero con escasos aplausos para Bush y muchos para Gorbachov. ¿Podemos decir que las cuentas cuadran? Más bien parece que no. O hay un alto grado de ironía en esta situación, o algún error en la suma.

Los norteamericanos pueden perder la paciencia y no seguir tolerando los caprichos de los europeos. Bush recibe a Jacques Delors como el líder de Europa, pero las diferencias sobre la sección 301 de la ley de Comercio se mantienen intactas.

La casa común europea del Atlántico a los Urales es una expresión que, pretendiendo decirlo todo, no dice nada. Europa Occidental tan sólo puede existir por su acto de voluntad política, y no porque Moscú le permita extenderse hasta los montes que marcan el confín con Asia.

En Polonia, en Hungría y en otros países de esta zona, nadie tiene la vista puesta en una casa común europea abstracta. En caso de que busquen algo concreto, estos países dirigen su mirada hacia nuestra Comunidad. Si la Comunidad no está ahí, mirarán hacia EE UU.

Ante las tentaciones de Alemania, ante el Este europeo en busca de libertad, ante un Gorbachov que busca dinero a bajo costo y ante un Estados Unidos que se refugia detrás del muro de la ley de Comercio, nuestra Comunidad, si existe, puede darle tan sólo dos respuestas entrelazadas una con otra: pensar seriamente en su propia unidad política y colocar nuevamente sobre la mesa norteamericana un proyecto de integración de los dos mercados, como recordaba Carlo Pelanda en estas páginas.

Se ha subrayado que en el nuevo Parlamento Europeo se ha pasado de una mayoría moderada (o conservadora) a una mayoría socialista. Convendría destacar otro aspecto: en los momentos en que se está construyendo un proyecto político, es preciso destacar los puntos de contacto y no los divergentes. Socialistas y moderados (y conservadores) tienen la obligación de pensar conjuntamente, de definir juntos un estilo político europeo y de hacer públicas sus reflexiones.

De este intercambio de papeles entre la Unión Soviética y Estados Unidos no puede surgir nada bueno. Ello indica una sola cosa: que nosotros no existimos como entidad política.

Fabio Cayazza Rossi es un escritor italiano especializado en temas europeos.

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