Una industria rara
CON SUS 40.365 títulos publicados en 1988 -de los que 30.171 son primeras ediciones, no se olvide-, la industria editorial española, que hoy abre su séptimo salón internacional Liber, se presentan como una de las más importantes del mundo. Se trata de una de las raras industrias culturales que no necesita de la ayuda estatal ni del dinero público para poder subsistir. Su supervivencia y su crecimiento se apoyan en la demanda de la sociedad, que, paradójicamente, no es la que corresponde al nivel socioeconómico del país.La presencia incuestionable de la edición española en la vida nacional no pone sordina a los importantes y graves problemas que la aquejan. El primero, la débil tirada de los libros. España es el penúltimo país de la CEE -delante sólo de Grecia, pero por debajo de Portugal- en consumo de papel por habitante y año. Una de las fuentes principales de mantenimiento de la industria española, como ha sido hasta hace muy poco la exportación de libros a América Latina, está casi cegada: las exportaciones disminuyen y es cada vez más dificil su cobro. El IVA cero para el libro sigue siendo una meta inalcanzada, con lo que se agrava el problema suscitado por la supresión de ayudas a la exportación que el establecimiento de este impuesto exigía.
Pero hay más: muchas editoriales apenas pueden subsistir, otras ya legendarias desaparecieron al parecer para siempre y se observa un proceso de concentración bastante acelerado, al que asimismo contribuye la necesaria renovación tecnológica que los nuevos instrumentos de impresión imponen. Empiezan también a penetrar las grandes multinacionales. La distribución sigue constituyendo un atasco que encarece notablemente los costes de los libros españoles, hasta el punto de que las editoriales más florecientes son las que cuentan con su propio aparato de distribución.
La ofensiva de los medios de comunicación audiovisuales, tan poderosa como incuestionable, no ha determinado sin embargo la muerte del libro, que se defiende casi mejor que antes, pese a todos los problemas expuestos. No es que el libro sea complementario de esos nuevos medios para la conservación y transniÍsión de la cultura. Es que, al cabo, sigue siendo el medio central, el nuclear, el más importante de todos.
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