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El sindrome chino

Los 50 ciudadanos de Berlín Oriental que el jueves quisieron entregar una carta de protesta en la Embajada china en contra de la intervención militar y las ejecuciones fueron llevados a comisaría y multados. La policía popular (Vopo) dio varias palizas, algunas tan duras que sus víctimas tuvieron que ser ingresadas en el hospital, según se supo ayer en fuentes eclesiásticas evangélicas de la RDA.

La contundencia de la acción policial es coherente con la postura adoptada hacia la matanza de Pekín por todos los regímenes que como el de Erich Honecker rechazan toda liberalización y recurren cada vez con más frecuencia a la retórica amenazante de principios de la década de los cincuenta. Bulgaria, cuya policía ha matado hace semanas a un número aún indeterminado de turcos por protestar contra su "bulgarización forzosa", se ha unido ya a los Estados que defienden la intervención violenta del Ejército chino contra estudiantes.

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Rumanía es, por supuesto, solidaria con las autoridades chinas. Checoslovaquia y la RDA han sido los otros dos países del Pacto de Varsovia que justifican la "contundente acción contra fuerzas contrarrevolucionarias". Ambos regímenes tienen crecientes temores al gran malestar que crea entre sus poblaciones su negativa a reformas liberalizadoras. Alimentan este temor las reformas en Hungría y Polonia, los dos Estados que han criticado el aplasta miento armado en Pekín, y también la URSS. Los regímenes comunistas ortodoxos acorralados por reformas en países aliados, una opinión pública cada vez más encrespada en su contra y una situación económica en continuo declive han optado por la amenaza a sus ciudadanos. El ejemplo chino les es un buen recurso.

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