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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El difícil movimiento de la poesía

La palabra poesía siempre ha estado en boca de quienes trataban de explicar con palabras lo que es la danza. Mallarmé fue más lejos de las vagas referencias habituales y se esforzó por señalar las afinidades habituales y se esforzó por señalar las afinidades -y las diferencias- entre el lenguaje poético y el lenguaje de la danza. Desde entonces, poner en movimiento poemas ha sido un tropismo al que pocos coreógrafos han sabido resistir.Con todo, la idea del director del CNNTE, Guillermo Heras, era buena: hacer trabajar a cuatro bailarinas-coreógrafas (Antonia Andreu, Gracel Meneu, María José Ribot y Manuela Rodríguez) sobre textos de la poetisa Ana Rossetti, para crear un espectáculo de danza contemporánea -la primera producción de danza que aborda el centro- distinto y hasta cierto punto provocador. Nada impedía que alguna de las coreógrafas aprovechara el pretexto para hacer su mejor creación.

Devocionario

Autora: Ana Rossetti. Lorenzo(Andreu-Linton). Custodio mío (Meneu-Cervero). Embriágame (Ribot-Cárdenas). Confórtame (Rodríguez-Cardona). De los pubis angélicos (Colectiva-Luis Mendo). Coordinación artística: Guillermo Heras. Producción: CNNTE. Madrid en Danza. Sala Olimpia. Madrid, 8 de junio.

Pero está claro que el tema erótico de los poemas de Rossetti no ha inspirado demasiado a las creadoras, la mayoría de las cuales han hecho con sus propios grupos -Meneu con Vianants; Ribot con Bocanada, y Rodríguez con su nueva compañía- trabajos más logrados.

Antes de cada baile, la voz de la autora introduce el tema, al que se pegan las coreógrafas con una voluntad de literalidad de escaso vuelo. Meneu, en el proceso de autodescubrimiento de Custodio mío, logra algunos giros introvertidos bellos, aunque luego sorprende un poco la falta de libertad que se da a sí misma para explorar formas menos amaneradas. Ribot se queda también corta, limitada en su vocabulario. Menos Manuela Rodríguez -que le da más gusto al hecho de bailar y en algún momento transmitir algo de sensualidad, aunque su recurso a la reiteración sistemática de cada frase coreográfica resulta más cansado aúnque la simetría derecha-izquierda del ballet académico- las demás tampoco se revelan bailarinas, mostrando en sus movimientos una aplicación reñida con cualquier idea de placer.

El vestuario, la iluminación y las músicas tampoco ayudan a dar calidad ni a los solos ni al espectáculo en conjunto que, al final, culmina con una nota de humor -ilustrando De los pubis angélicos- y una visión del sexo de los ángeles en el cielo, que llega algo tarde para aliviar el tedio acumulado.

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