_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La deuda: los puntos sobre las íes

Tras analizar la postura del presidente de Citicorp con respecto a la deuda mexicana, el autor apuesta decididamente por el Plan Brady, porque reconoce la necesidad de eliminar el sobrepeso de la deuda como una condición necesaria para normalizar las relaciones económicas entre naciones deudoras y acreedoras.

Recientemente, en una entrevista que le hicieron a John Reed, presidente de Citicorp éste expuso sus opiniones sobre la negociación de la deuda externa de México con los bancos acreedores. Sus comentarios, como él mismo reconoce, abordan el problema exclusivamente desde la perspectiva de un banquero. El eje de su enfoque no es el problema de fondo de la deuda externa mexicana, sino algunas cuestiones de relevancia secundaria. En su análisis de la situación, Reed no evalúa objetivamente la propuesta que México ha presentado, el origen que tiene, la propia objetividad de la propuesta y su relación con la nueva estrategia de deuda delineada por el secretario norteamericano del Tesoro, Nicolas Brady.En sus comentarios queda claro que John Reed olvida que México ha llevado a cabo uno de los programas de ajuste económico de más éxito de los últimos 50 años, por el cual la población mexicana ha tenido que pagar un coste muy elevado. Además, pasa por alto el hecho de que no es posible que se vuelva a dar el crecimiento a menos de que sea eliminado el sobrepeso actual que ejerce la deuda.

La formación de la deuda externa de México guarda una estrecha relación con el desenvolvimiento de los mercados petroleros. A mediados de los años setenta los bancos estaban ansiosos de cooperar con México para desarrollar sus recursos petroleros y su economía. Se tomó al petróleo como una excelente garantía, dado que las previsiones que en aquel momento se tenían sobre el precio del petróleo eran de alrededor de 50 dólares por barril para mediados de los ochenta. Sin embargo, pocos años después los precios del petróleo cayeron dramáticamente y las tasas reales de interés se elevaron, reduciendo en consecuencia las utilidades de las inversiones hechas conjuntamente por México y los bancos. Entre 1982 y 1986 los términos globales de intercambio del país cayeron en un 40% acumulado. Esta enorme caída redujo la capacidad de México para pagar, a pesar del éxito de los ajustes estructurales llevados a cabo por el Gobierno mexicano. En este sentido puede hablarse de que la deuda ejerce un sobrepeso. Las necesidades del servicio de la deuda están por encima de la capacidad del país para pagar. Para resolver el problema es necesario reducir el monto de la deuda a un nivel compatible con las posibilidades de la economía, evitando estar por encima de un nivel que ya es insostenible.

Quisiera mencionar aquí algunos hechos que no aparecen en la exposición hecha por John Reed y que son esenciales para mostrar un panorama global del problema de la deuda externa de México. Por ejemplo, John Reed no menciona que la propuesta mexicana está basada en el programa económico ya aprobado por las instituciones de Bretton Woods. Ello es la muestra más clara que puede haber de la consistencia interna y de la viabilidad que tiene. Tampoco hace referencia al hecho de que México llega a la mesa de negociaciones después de haber aplicado un programa serio y profundo de ajuste macroeconómico y de cambio estructural. Menos aún se habla de que durante los últimos seis años México ha adoptado un ajuste fiscal equivalente al doble del propuesto por la ley Gramm-Rudman de reducción de gasto en Estados Unidos. Apenas hace mención de que México ha llevado a cabo un proceso de liberalización comercial y de inversión extranjera que ha hecho que la economía mexicana pase de su tradicional proteccionismo a ser una de las economías más abiertas del mundo. Sin embargo, de mayor relevancia son los enormes sacrificios que ha tenido que soportar el pueblo mexicano, cuyo ingreso per cápita ha caído un 18% desde 1982, y este hecho tampoco merece comentario de John Reed.

Detalles técnicos

Sin embargo, quisiera comentar algunos detalles técnicos que sí son mencionados. Reed tiene un punto de vista con respecto a los swap de deuda por acciones que desestima seriamente el impacto negativo macro y microeconómico que tienen. Sólo voy a mencionar cuatro de los problemas más importantes que generan:

1. México ha aprendido por experiencia que los swap tienen un gran impacto presupuestario en la medida en que implican tanto un prepago de deuda como un subsidio a la inversión. De esta manera, los swap no sólo aumentan las presiones inflacionarias a través de su potencial monetarización, sino que también tienen un gran impacto en los mercados de fondos prestables.

2. Otra importante dimensión macroeconómica es el coste fiscal que acarrean los swap, ya que son en la práctica un intercambio de deuda externa relativamente barata por deuda interna relativamente cara, añadiendo así un impacto negativo más al déficit operacional del sector público.

3. Asimismo, los swap pueden tener un impacto microeconómico muy serio. Como consecuencia lógica de su impacto negativo sobre las finanzas públicas, los swap obligan a que las autoridades monetarias tengan que racionar este tipo de operaciones. Este racionamiento crea el siguiente problema: muchos participantes potenciales del programa que están interesados en el subsidio implícito en el swap tienen que ser excluidos. En lugar de continuar con sus planes de inversión posponen sus proyectos y esperan a la siguiente ronda de swap. De esta manera, un instrumento que fue inicialmente diseñado para promover la inversión termina por inhibirla.

4. Dado que es imposible reservar la participación en los programas de swap a los extranjeros, la participación de mexicanos puede llevar a considerables presiones sobre los mercados cambiarios, al comprarse más dólares para pagar este tipo de operaciones.

En suma, los swap tienen un efecto económico negativo, y, en consecuencia, formarían parte de una mala política económica. Introducen grandes distorsiones en los estímulos a la inversión y a la producción, implican subsidios injustificados y pueden amenazar seriamente los esfuerzos de corrección fiscal y de estabilización de cualquier país.De la misma manera, algunas cifras, comentadas por el presidente de Citicorp, John Reed, en relación a la deuda interna de México merecen ser precisadas. Se asegura que las tasas de interés reales en México son demasiado altas simplemente porque la deuda interna es demasiado grande. Hay dos formas de contestar esta afirmación. En primer lugar hagamos algunas comparaciones internacionales con países que tienen tasas reales mucho menos altas. Por ejemplo, la proporción de deuda interna con respecto del producto nacional bruto, que en el caso de México es de un 25%, se compara muy favorablemente con las cifras correspondienes a Estados Unidos (37,2%), Italia (58,9%) y al Reino Unido (42,8%).

Incertidumbre de cambio

Una explicación más plausible tiene que ver con las limitaciones impuestas a México por el sobrepeso de la deuda externa. Contrariamente a lo que John Reed afirma, las tasas reales de interés son altas porque el peso de la deuda externa crea incertidumbre cambiaria, lo cual lleva a que se siga pagando un premio a los poseedores de instrumentos denominados en pesos. Las altas tasas de interés real en México son un problema de expectativas, y no son atribuibles a la situación de las finanzas públicas.

En cuanto desaparezca el sobrepeso de la deuda, las tasas reales de interés con toda certeza disminuirán. Para entender este fenómeno es útil recordar una de las primeras enseñanzas que nos da la experiencia monetaria en economías abiertas. Me refiero a que cuando el capital financiero es móvil, la liquidación de deuda interna implica fuga de capitales y no menores tasas de interés.

Con respecto a la relación causal entre el sobrepeso de la deuda y la fuga de capitales, estoy en desacuerdo con la idea de John Reed de que la repatriación de capitales se dará en México si México paga más y no menos los bancos. La contradicción se hace evidente sólo con notar que la fuga de capitales se da cuando hay incertidumbre cambiaria y en consecuencia, cuando hay un marcada diferencia entre la capacidad de pago de una economía y el tamaño de sus obligaciones externas. De tal manera que si México continúa transfiriendo al exterior una fracción significativa de su producción, al tiempo que sacrifica la inversión y el crecimiento, la incertidumbre persistirá al volverse finalmente reales las expectativas de insolvencia. Por el otro lado, eliminando el sobrepeso de la deuda se restaurará el potencial para una recuperación sana, rompiendo el ciclo vicioso de fuga de capitales y estancamiento y detonando un ciclo virtuoso de repatriación de capitales y expansión económica. Bajo esta luz la repatriación de capitales no, es por ningún motivo una condición para la solución del problema de la deuda, sino, muy por el contrario, será la consecuencia de un retorno a la prosperidad.

El Plan Brady es consistente con las propuestas y objetivos de México. Representa una solución sensata al problema de la deuda de los países en vías de desarrollo, ya que reconoce la necesidad de eliminar el sobrepeso de la deuda como una condición necesaria para la normalización de las relaciones económicas entre las naciones deudoras y las acreedoras.

Para México la crisis de la deuda es mucho más que una discusión sobre swap o del retorno de capitales fugados. Es una historia de ajuste, de un esfuerzo extraordinario para transformar la economía y de los anhelos de millones de mexicanos por tener una oportunidad de aumentar sus niveles de vida.

Todas las partes involucradas deben comenzar por ver la situación desde ambas perspectivas. Creamos el problema de la deuda juntos; por tanto, queda tanto en deudores como en acreedores encontrar la salida. Es tiempo de que los bancos reconozcan lo que los mercados secundarios han estado diciendo por años. Todos debemos darnos cuenta que hay mucho que ganar al actuar en conjunto. Y, sin embargo, si los bancos persisten en mantener los ojos cerrados a las realidades económicas, no habrá ganadores.

Luis Téllez es director general de Planeación Hacendaria del Gobierno mexicano.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_