En directo, desde el Kremlin
Los cambios de Gorbachov han abierto un conflicto entre el aparato de poder y los nuevos diputados
, "¿Para qué nos eligieron? Para que reflexionáramos, entendiéramos, decidiéramos. Pero si en todas las diferencias ven desviaciones, entonces pongan títeres o maniquíes, pero ¿cómo les van a obligar a pensar?". Desde la tribuna del Palacio de Congresos del Kremlin, el periodista Yuri Chernichenko citaba a Alexei Rikov, uno de los viejos bolcheviques, y declamaba una de las piezas de oratoria más perfectas oídas en las tormentosas jornadas del primer Parlamento de la URSS.
Con unas tablas que iban mucho más allá de su programa televisivo La hora agrícola, Chernichenko planteaba el tema fundamental del Congreso de los Diputados Populares de la URSS: el conflicto por el poder entre el aparato estatal y del partido comunista y los diputados de orientación democrática ajenos a las maquinaciones para lograr un Congreso amaestrado. Ser o no comunista no tiene aquí demasiada importancia, porque el 85% lo son. Alrededor del tema fundamental de la transferencia del poder, suenan otros discursos, tales como el nacionalista, especialmente exacerbado en el Cáucaso y elaborado en el Báltico, o los problemas concretos de los directores de fábrica o políticos locales que aún no entienden que el alto foro del Estado no puede ser entretenido durante 20 minutos con un alegato sobre la contribución del teléfono a la "glasnost y la democratización".La función del nuevo sistema parlamentario, propuesto por Gorbachov en 1988, es dar al líder una base de poder al margen del aparato del partido y del Comité Central del PCUS y, con ello, ampliar su margen de movimiento. Sin embargo, los personajes de esta obra, cuyos papeles parecían bien estudiados, se han independizado y desarian al autor, pese a reconocer que sin él no existirían. Algunos, una minoría, piensan que pueden prescindir ya de Gorbachov.
El poder de los funcionarios
El poder real sigue hoy en manos de la legión de funcionarios organizados en las estructuras piramidales del partido comunista y del Estado, que tienen locales, dinero, medios, controlan los medios de comunicación, el mecanismo de justicia, la intervención policial, la actuación del Comité de Seguridad del Estado y del Ejército. El poder en la URSS se protege en el anonimato del colectivo, llámese este Politburó o Presidíum del Congreso de los Diputados, y por eso los diputados no saben quién en el Comité Central se oponía a la retransmisión en directo de los debates del Congreso, qué alta autoridad dio el visto bueno a la represión del mitin del 9 de abril en Tiflis o quién destruye los documentos incriminatorios contra altos cargos. Los diputados no saben cuántas personas trabajan en el Comité de Seguridad del Estado ni cuál es su presupuesto, pero, por boca de Yuxi Vlasov, un popular levantador de pesos, exigen saberlo.
Los diputados que no sienten su existencia vinculada al aparato quieren hoy arrebatarle, aunque sea una parcela de poder, y no saben aún cuántas de las iniciativas lanzadas desde el Palacio de Congresos del Kremlin se transformarán en una conquista real. Por ahora viven en un marco de tolerancia amplia, difundir puntos de vista no ortodoxos y criticar a cualquiera, llámese Ligachov o Sajarov o Gorbachov a cámara abierta ante un país irritado por la escasez de bienes de consumo. "La retransmisión televisiva en directo es lo más importante de este Congreso mucho más importante que cual quier decisión concreta", coinci dían en afirmar el economista Nikolai Shmeliov y el escritor Ales Adamovich.
El grupo de Moscú, en cuyo núcleo había unas decenas de personas, llegó al Congreso con unos documentos. Los documen tos, entre ellos un programa económico con más margen para el mercado, fueron entregados al Presidium del Congreso para su difusión, pero el Presidium no hizo funcionar la fotocopiadora que, hoy por hoy, sigue bajo control del aparato.
Las delegaciones de Asia cen tral, con campesinos sonrientes de exóticos trajes que entienden mal el ruso, se han revelado como los defensores más claros del inmovilismo y otro tanto han hecho, con algunas excepciones, las mujeres diputadas, una de las cuales pidió que el Congreso concluyera sus sesiones porque tenía que cuidar a sus hijos.
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