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'CUMBRE' ATLÁNTICA

La OTAN cumple sus 40 años más dividida que nunca

I. CEMBRERO / F. MONTEIRA La OTAN aborda hoy su novena cumbre dividida sobre los misiles nucleares de corto alcance, y este enfrentamiento entre Alemania Occidental y EE UU y la supuesta intención norteamericana de retirar parte de sus tropas de Europa corren el riesgo de ensombrecer un encuentro con el que los jefes de Estado y de Gobierno de los 16 países pretendían celebrar el 40º aniversario de la organización occidental de defensa. El más serio conflicto interno que atraviesa la Alianza Atlántica desde su creación sólo podría ser superado por un compromiso entre el presidente George Bush y el canciller Helmut Kohl.

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Si no logran alcanzar un acuerdo durante los dos días que durará la cumbre parece harto probable que los líderes aliados se separarán sin haber podido aprobar el llamado concepto global, que debería poner al día los objetivos de la Alianza Atlántica de aquí al año 2000.A esta incertidumbre se añade ahora la velada amenaza de Washington de replegar al otro lado del Atlántico a un 10% -es decir, unos 32.000 soldados- de sus fuerzas estacionadas en el Viejo Continente, en una iniciativa que sería inevitablemente interpretada como un primer paso de EE UU tendente a desvincularse de la defensa de Europa occidental.

[El primer ministro español, Felipe González, declaró ayer que una eventual reducción de las tropas estadounidenses estacionadas en Europa no le parecería una cosa "descaminada, sino algo en el camino correcto", informa Efe.

Por otra parte, funcionarios norteamericanos en Bruselas han dejado entender que Bush propondrá ante la cumbre el levantamiento de las sanciones comerciales impuestas a la URSS tras la invasión de Afganistán, entre otras medidas, informa France Press.]

Desde que el 27 de abril Kohl clarificó ante el Bundestag (Cámara baja), en un discurso calificado de electoralista, su postura sobre los misiles de corto alcance, las conversaciones telefónicas que mantuvo con Bush, las gestiones de los múltiples emisarios que envió a Washington y las reuniones de embajadores en la sede de la OTAN, como la que tuvo aún lugar el pasado sábado, han arrancado concesiones a EE UU, pero no hasta el punto de que se empiece a vislumbrar un acuerdo.

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En aquella alocución, el canciller pidió que la Alianza aplazase hasta 1992, un año después de los comicios alemanes, la toma de una decisión sobre la producción y despliegue de un nuevo misil nuclear que sustituiría a los actuales Lance, a punto de quedar obsoletos, y se pronunció además por la rápida apertura de negociaciones con la URSS sobre la reducción de esos misiles, así como sobre la artillería nuclear.

Casi un mes después, al término de la última visita a Washington del ministro alemán de Defensa, Gerhard Stoltenberg, la Administración de Bush ha aceptado el principio de discutir con Moscú la disminución de los polémicos misiles, principalmente estacionados en las dos Alemanias. Pero ha vinculado la apertura de estas conversaciones a la previa obtención y aplicación de un acuerdo en la negociación de Viena sobre reducción de armas convencionales, lo que equivale a aplazar su inicio en por lo menos siete años.

La Casa Blanca ha pedido, también en vano, al Gobierno de Bonn que aunque se negocien los misiles de corto alcance se comprometa, no obstante, a rechazar una tercera opción cero, es decir la eliminación de las últimas armas nucleares aún basadas en tierra que posee la OTAN, a la que parecen proclives los verdes, la socialdemocracia alemana y hasta el titular de Asuntos Exteriores y dirigente del partido Liberal, Hans-Dietrich Genscher.

Como si no bastase la disputa sobre los misiles para animar la cumbre, revelaciones de dos diarios de Washington, que el portavoz presidencial no ha confirmado ni desmentido, señalan que Bush anunciaría en Bruselas la retirada de la décima parte de los 317.000 hombres que EE UU posee en Europa, estacionados en un 78% en Alemania occidental y que cuestan al Pentagono 12,9 billones de pesetas, la tercera parte de su presupuesto anual.

Medida de presión

En el actual contexto de tensión norteamericano-alemana, la posible decisión de Washington sería inevitablemente interpretada como una medida de presión sin precedentes sobre Bonn y todos los miembros de la Alianza que simpatizan con sus tesis, a la que Kohl ha reaccionado de antemano recordando hace días que las tropas estadounidenses no sólo defienden la seguridad de Europa, sino también la de Estados Unidos

Pero el posible anuncio de Bush, que sería en todo caso sometido a debate entre los 16 aliados, obedece acaso también a otras motivaciones.

Frecuentemente criticado por haber perdido la iniciativa frente a Mijail Gorbachov, el presidente norteamericano intentaría recuperarla aceptando tomar una medida unilateral de desarme que equivale aproximadamente a la reducción que Estados Unidos debería llevar a cabo si la Alianza Atlántica llega a un acuerdo con el Pacto de Varsovia en la negociación sobre armamento convencional que actualmente se desarrolla en Viena.

La delegación soviética hizo en este foro el miércoles un gran paso hacia la postura atlántica, al que Bush habría querido corresponder, al tiempo que hacía entrever a Kohl las posibles consecuencias de su postura inflexible.

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