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Quietos recuerdos para vencer el olvido

El toro se encampana, altivo -la piel lustrosa, la boca húmeda, el ojo alerta- Gracias a Justo Martín Ayuso, esa viveza se conservará durante siglos: es una cabeza disecada.Este autodidacta "escultor-taxidermista internacional" de 50 años, natural del madrileño pueblo de Galapagar, recrea de ese modo unas 25 o 30 cabezas al año, lo que él estima puede ser aproximadamente la mitad de la producción nacional. Los últimos nueve encargos le han llegado en esta feria de san Isidro, y entre ellos uno de Espartaco, que desea conservar la cabeza del toro al que cortó el martes una muy protestada oreja. Desde otras plazas de España llegan cabezas convenientemente congeladas para que no se deterioren.

Lo primero que hace, explica Justo, es quitar la piel de la cabeza con mucho cuidado. Después cuece la cabeza para que se quede totalmente limpia. En muchas ocasiones ha encontrado lesionado y hasta roto el hueso parietal de un toro, consecuencia de estrellarse contra el estribo metálico del picador; por esto, recomienda que el estribo se fabrique con algún material menos duro. Luego se incrusta el cráneo del toro en un hierro central, y unas varillas modelan el morrillo y el cuello.

"Sobre este hormigón se monta un yeso especial, que es probablemente la parte más difícil, donde se encuentra el arte", prosigue Justo. "Hay que conocer bien las características de las distintas ganaderías, y también ayuda haber visto al toro y estudiar fotografías suyas. Se busca el gesto más vivo, la posición más natural". Justo critica a ciertos colegas que, para abaratar gastos, trabajan sobre varios moldes uniformes: piensa que así sacrifican detalles únicos en cada toro.

Sobre esta base se cose la piel para que las arrugas sean naturales, se añaden ojos de cristal con algo de maquillaje, y se aplica barniz a la boca para humedercerla cual estrella de Holiwú. Justo afirma que si la cabeza se mantiene a una temperatura uniforme, la obra puede durar 150 años.

Este trabajo de alta costura cuesta unos 140.000 pesetas, y los clientes típicos son bares, tablaos y peñas taurinas, aunque sus obras se encuentran también en 40 países; incluso ha disecado un toro entero, para Japón. Los aficionados que desean encargar una cabeza de toro deben acudir rápido al desolladero para avisar a los carniceros antes de que hundan el hacha en la cabeza; muchas veces estos trofeos son muy disputados.

El toro más bravo

En ocasiones Justo ha conservado una cabeza sin que nadie se lo pida. Ese fue el caso de Loquito, un toro de gran bravura de la ganadería de Samuel Flores lidiado en el san Isidro de hace dos años (aunque pesimamente, por un espada inepto cuyo nombre piadosamente silenciaremos). Más tarde Justo recibió una llamada del ganadero, a quien pudo complacer gustosamente: Loquito había sido nombrado el toro más bravo de la feria.

Otras cabezas se guardan por motivos tristes: Justo tuvo que disecar las testas del toro que mató al joven José Cubero Yiyo y la vaquilla que acabó con la vida de Antonio Bienvenida.

Cuando el día 3 de junio de 1877 el toro Cucharero, de la ganadería de Anastasio Martín, entró en la plaza de Málaga, el público se estremeció de miedo: nos cuenta el Cossío que tenía afiladísimos cuernos y era tan grande que "comenzó a rascarse la barba sobre el filo de las tablas ¡sin levantar la cabeza!" Tomó diez varas sin que los picadores consiguieran hacerle sangrar, rompió la clavícula de un varilarguero y tiró a otro al callejón, y los banderilleros apenas pudieron clavarle dos medios pares.

Cuando el gran Lagartijo cogió los trastos de matar espetó: "¡Mardita sea la vaca que ta parío!"

Durante media hora el maestro estuvo corriendo por la plaza sin poder instrumentar un pase, y sólo acabó con el bicho de milagro. Mandó disecar la cabeza, que durante años colgaba en su casa de Córdoba, "y en las madrugadas que llegaba a acostarse un tanto cargado de vino, armado de un bastón, descargaba su furia alcohólica sobre la inofensiva cabeza de Cucharero, acordándose del pánico pasado en la tarde malagueña, inolvidable para el maestro y los aficionados".

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