Un verdadero matador de toros
JOAQUIN VIDALTomó la alternativa Juan Cuéllar con toda la ceremonia que es del caso -trastos, discursos, abrazos, el testigo de mirón- y ya podía poner "matador de toros" en las tarjetas de visita. Cualquier toricantano puede poner "matador de toros" en las tarjetas de visita. Pero una cosa es ponerlo y otra bien distinta que lo sea de verdad. Entre toricantanos hay mucho apóstata. Juan Cuéllar, sin embargo, no es de esos. Juan Cuéllar abrazó su nuevo ministerio en estado de gracia, lidió toros, los mató en la estricta pureza del volapié y, concluída la liturgia, se lo llevaron a hombros. Parecía un papa.
Su primer toro fue noble, su último toro de noble no tenía nada y dominó a los dos con técnica de matador de toros consumado. Cuando toreaba en redondo al noble con pases mandones y largos, se echaban de menos los arrobos del arte o, por lo menos, el tintineo de la gracia cascabelera. Pero eso vendría después, en dos tandas de naturales, instrumentados con perfecta ligazón y armonía. Y en la estocada final, ejecutada en el instante mismo en que el toro le pidió la muerte, que dicen. Al toro nada noble le consintió destemplanzas, enceló su embestida topona, pudo ligar con largura y mando tandas de redondos y naturales. Y, de nuevo, cuando pidió la muerte -que dicen- se la dió.
Martín / Vázquez, Mendes, Cuéllar
Cuatro toros de María Lourdes Martín de Pérez Tabernero, grandes, flojos, de feo estilo, excepto 1º; 2º de Alipio Pérez Tabernero, con trapío y bronco, y 4º, sobrero de Bernadino Giménez, con trapío, reservón. Curro Vázquez: pinchazo, otro hondo perpendicular y descabello (bronca); metisaca infamante escandalosamente trasero y bajo (algunos pitos). Víctor Mendes: bajonazo descarado (ovación con pitos y saluda); bajonazo descarado (ovación con algunos pitos y salida al tercio). Juan CuéLLar, que tomó la alternativa: estocada (oreja); estocada (petición y vuelta). Salió a hombros. Plaza de Las Ventas, 25 de mayo. 13ª corrida de la Feria de San Isidro.
Cómo se la dio es cuestión capital porque Juan Cuéllar, toricantano en estado de gracia, no iba a cometer el pecado mortal del bajonazo, vicio nefando muy extendido entre coletudos, y no lo cometió. Por el contrario, se perfiló en corto, bajó la mano que se debe bajar, volcó sobre el morrillo el medio-pecho que se debe volcar, hundió el acero por el hoyo de las agujas, vació limpio y, consumado el rito, San Pedro ya le estaba haciendo un hueco en la gloria. Así debe oficiar la suerte suprema un verdadero matador de toros. Y no como otros...
Otros padecen el vicio nefan do del bajonazo y tienen que confesarse. O peores vicios pade cen. Hogaño es el metisaca alevoso, para cuyo perdón hay que ir a Roma. Por ejemplo, Curro Vázquez ayer, en su cuarto toro al que pinchó el costillar bajero, y lo dejó frito. Parece mentira, en diestro de tanta torería. Nada mas iniciar su primera faena, el toro se le fue a la barriga, con ánimo de hurgársela, y lo mache teó rápido. Al cuarto le intentó el toreo de frente, mas era de aborricado temperamento y hubo de abreviar también. Todo eso habría merecido una penitencia de tres avemarías y no lo vuelvas a, hacer, muchacho. El metisaca, no, y ya puede ir sacando billete para Roma.
Lo de Víctor Mendes tuvo menos explicación aún pues, dejando aparte que banderilleara con bastante vulgaridad, se fajó con dos toros complicados, venció sus embestidas inquietas, no le importó exponerse al riesgo inminente de la cornada y, conseguido lo más difícil, lo estropeó todo mechándoles de sendos bajonazos repulsivos. El ejemplo de Juan Cuéllar de poco servía, por lo visto. Sin embargo ya servirá, porque cuando aparece un verdadero matador de toros, todo el mundo le tiene en cuenta.
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