Portugal y el futuro
LA VISITA de los Reyes a Portugal, que no responde a objetivos políticos concretos, está sirviendo sobre todo para destacar el hecho de que las relaciones entre los dos países han entrado, después de siglos de conflictos, recelos y suspicacias, en una nueva y prometedora etapa. Los contactos e intercambios entre España y Portugal se han desarrollado en los últimos años a un ritmo que hubiese sido impensable hace tan sólo dos lustros.Con la visita a una de las cunas del nacionalismo portugués, el monasterio de Batalha -lugar conmemorativo de la victoria de Aljubarrota frente a los castellanos los reyes de España han dejado patente su deseo, que es el de la mayoría del pueblo español, de exorcizar los demonios del pasado.
Del Portugal que los Reyes visitaron hace 11 años al de hoy existe la distancia que va desde la convulsión del cambio y la austeridad económica del período posrevolucionario hasta los resultados positivos de la estabilidad política y de la integración, europea, que, lejos de ser la catástrofe que algunos temían, está dinamizando al conjunto de la sociedad portuguesa. Uno de los efectos de este viraje hacia el futuro es el cambio en la manera de encarar las relaciones con España. En los 12 años de vigencia del tratado de amistad y cooperación, y más particularmente en los tres últimos, se ha avanzado más que en todas las décadas de existencia del Pacto Ibérico.
Si las relaciones comerciales siguen desequilibradas a favor de España, por razones que no es fácil modificar de golpe, lo cierto es que actualmente las exportaciones lusas crecen ya a un ritmo más rápido que las españolas hacia Portugal. La inversión española en Portugal conoce desde hace tres años una progresión geométrica, con 600 empresas de capital total o parcialmente español instaladas en Portugal, de tal forma que, en 1987, España fue el segundo inversor extranjero en Portugal, país que fue al mismo tiempo el primer destino del capital español invertido en el extranjero. Los portugueses, a pesar de cierto retraso, también aumentan sus inversiones en España.
A pesar de la insuficiencia de las medidas para facilitar los viajes -entre los dos países y de una lentitud irritante en los medios de transporte, más de 12 millones de españoles visitaron en 1988 Portugal, país que acoge hoy el mayor contingente del turismo español que sale de las fronteras nacionales. Se ha ido constituyendo de esta forma un complejo entramado de relaciones más enfocadas hacia el futuro, y por eso mismo, llenas de promesas. Y más capaces de conformar un conjunto solidario, dentro de una Europa que camina hacia la unidad, que todas las retóricas y las malas o buenas conciencias del pasado.
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