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A cinco días de que se dicte la sentencia de la sentencia de la colza muere un afectado por el síndrome

Cuando sólo faltan cinco días para que el tribunal de la colza dicte sentencia sobre el juicio cuya vista duró 15 meses, las víctimas del fraude continúan engrosando el número de muertos. El último se produjo el sábado pasado en Madrid. Los hijos de Raimundo Rudilla, enfermo del síndrome tóxico desde hace siete años, han tenido dificultades para que el parte de defunción registre el síndrome tóxico como causa de su muerte. Ya nada tienen que perder ni desean ninguna pena para los culpables. Sólo quieren que nadie se olvide de una tragedia que alcanzó a más de 20.000 personas.

Detectados nueve probables casos de la 'enfermedad del legionario' en Torrejón de Ardoz. Este titular anticipaba hace exactamente siete años la intoxicación más grave de la historia de España en las últimas décadas: 20.000 enfermos en 714 familias, más de 400 muertos.El último fallecido por lo que más tarde se convino en llamar síndrome tóxico se produjo el sábado pasado en Madrid, una semana antes de que los tribunales dicten sentencia sobre los 37 procesados por la manipulación fraudulenta de aceite de colza tras 15 meses de audiencia.

Se llamaba Raimundo Rudilla Prior y tenía 59 años. Trabajaba como encargado general de máquinas pesadas del Servicio Geológico del Ministerio de Obras Públicas hasta el mes de septiembre de 1987, en que fue ingresado en el entonces hospital Primero de Octubre (hoy Doce de Octubre), de Madrid, aquejado de "síndrome tóxico con neumonía atípica".

La familia Rudilla vive en el cuarto piso de un inmueble situado en la avenida de Portugal, junto a la Casa de Campo. Compartían la vivienda la abuela, Raimundo y Josefina, de 58 años, y sus cinco hijos: María José, María del Monte, Almudena, Raimundo y Fernando.

Un día de la primavera de 1981, a Josefina se le acabó el aceite. Para no tener que bajar y subir las escaleras de los cuatro pisos que le separaban de la tienda, recurrió a una vecina, quien le recordó que el repartidor de butano vendía también aceite a granel.

Los únicos cinco litros de aceite de colza que entraron en casa de Josefina los vendió en una garrafa el repartidor de butano, según dicen sus hijos. El aceite a granel fraudulento produjo sus efectos. A los pocos días de adquirir la garrafa, la mayor parte de la familia comenzó a notar los síntomas de la enfermedad del legionario, conocida después como neumonía atípica o síndrome tóxico. María del Monte (la mayor), María José y Almudena se encontraban de vacaciones en Cazalla de la Sierra, (Sevilla). Fueron al médico y, tras detectarles síntomas de reuma, les administraron Urbason. Aunque no han sido dadas de alta las tres se encuentran bien.

Con el padre no ocurrió lo mismo. Comenzó un calvario que todavía no ha concluido para la familia, en particular para su hijo Fernando, peluquero, que veló las dos horas de agonía de su padre el pasado sábado en el hospital de San Carlos. Fernando ha querido denunciar el caso de su familia después del óbito. "Mi padre vivía en un cuarto piso sin ascensor", dice ahora conteniendo sus lágrimas.

Sentarse bajo un árbol

"Con su enfermedad no podía moverse. Pedimos ayuda para instalar un ascensor o un aparato para la aplicación continua de oxígeno que le permitiera salir a la calle y sentarse debajo de un árbol. Sólo pedía eso, poder sentarse bajo un árbol".

Fernando y sus hermanas han recorrido en vano todas las ventanillas institucionales en solicitud de una ayuda. Todos los hermanos, menos la pequeña, cobran sueldos ligeramente por encima del salario interprofesional. Por esa circunstancia les han denegado las ayudas previstas por el Plan Nacional para el Síndrome Tóxico.

Ahora que todo ha pasado, Fernando se lamenta de que su padre, "siendo un hombre honrado que pagó sus impuestos con los que se financian, tanto los F-16 como las sombras de protección, no pudo en sus últimos días salir a la calle y sentarse al resguardo del sol".

Siete años de calvario.

Fernando Rudilla Antúnez y sus hermanas María José y Almudena -ambas afectadas por el síndrome tóxico- tramitaban en estos días la jubilación de su padre, Raimundo (a la derecha, en el recuadro), tras 18 meses continuados de baja por enfermedad. En las oficinas de la Seguridad Social les advirtieron que tardarían otros ocho meses en resolver el expediente. Ahora que ya está muerto reclaman para su madre viuda una pensión digna.

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