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PERIFÉRICOS

Vicente Núñez: "Lo mío es la cal y el error"

Un poeta alejado de los cenáculos que acaba de ver recopilada su obra completa

Andrés Fernández Rubio

En los círculos cultos de Andalucía Vicente Núñez es un poeta muy admirado. Pese a ello, en las librerías de una ciudad como Sevilla sus obras no se encuentran. Núñez, de 62 años, vive alejado en Aguilar de la Frontera (Córdoba) desde hace más de 30 años. En su pueblo ha creado un mundo, Poley, en el que vida y literatura confluyen. Mientras tanto, en Córdoba toda su obra acaba de ser recopilada en un volumen. Quizá se recupere así a un escondido y sutil heterodoxo, quien dice para autodefinirse que lo suyo es la cal y el error. Con esta se inicia una serie de entrevistas dedicadas a personajes que viven alejados, física o mentalmente, de los centros habituales de creación.

Aguilar de la Frontera ha sido transformada por Vicente Núñez en Poley. Poley es el nombre medieval de este pueblo encalado de la zona de Montilla, rodeado de naturaleza ondulante y cuyo centro es una insólita plaza octogonal en uno de cuyos lados hay un bar donde recibe Vicente Núñez.Y ser recibido implica el privilegio de seguir una ruta marcada por él, introducirse en su mundo real y escuchar, mediante el brillo de su palabra, que es evocadora, consistente, bella y eficaz, la interpretación simbólica de lo que ven los ojos.

"Vámonos a los disfrutes", dice. Y antes de llegar a un restaurante al aire libre rodeado de un paisaje asombroso, hay que detenerse en un ventorrillo, cruce de carreteras, a beber vino masticando caballa. Cuatro campesinos juegan allí a las cartas, de pie, apostando sobre el mostrador con el cigarrillo en los labios, casi sin hablar.

"Qué actitud cinematográfica, qué desconocimiento de sí mismos en su rusticidad. Si posaran, ya no sería lo mismo. Esta venta es un enclave altamente vital y literario; aquí la vida es tan densa, tan real, tan autóctona, que necesariamente se convierte en sintaxis, en narrativa, y he dicho siempre, 18 años llevo frecuentando el sitio que el enclave me recuerda a mis maestros John Dos Passos y Faulkner... Los silos, la carretera de concreto, el cruce de caminos, la maquinaria agrícola de color amarillo, la actividad del grano, todo pleno de vida y de literatura, ambas ignorándose. La literatura, si no encuentra esos focos prototípicos de nutrición, vale poco", afirma el poeta.

Por su sensibilidad y aficiones, Vicente Núñez encaja en el perfil de lo que sería un poeta urbano, pero cuando en 1958 murió su madre y emigró a Madrid a la literatura se asqueó de los cenáculos. Y pese a que su círculo de amigos le compensaba, y también las estructuras del sistema ciudadano -los anuncios luminosos, los cines, la arquitectura, la vida callejera de la Gran Vía en la nocturnidad-, regresó a los orígenes. "No había superado ese drama íntimo de la muerte de mi madre, y de otras ausencias, y me refugié en mi exilio interior y real de Poley".

El 'Madrid vulgaris'

Núñez no se detiene a nombrar esas otras ausencias, pero sí a describir qué fue lo que le asqueó entonces de los cenáculos del Madrid vulgaris: "Su falta de raíces profundas, su larvario concepto del diálogo, lo desvaído y blancuzco de su discurso vital, lo estúpido de su conexión interpersonal, su mala literatura, en definitiva. Yo estaba cargado de lecturas filosóficas, de tentativas quizá exageradas, de buscar vida que me sonara a Hölderlin, Rilke, Rimbaud.. Pero Madrid era un pueblo entregado a tintorros que no producían sino aburrimiento y dolor de cabeza". La fluidez verbal de Núñez es tal que da la impresión de que podría seguir durante horas destripando cenáculos. Hasta llegar, en otro momento, al juego total con lo que más le gusta, que son las palabras: "Proust no es vida; Proust es prosa. Prosaproust". Y se ríe del sofisma y añade: ¡Qué diablillo estoy hecho!".Alguien dijo que Vicente Núñez es el gurú de la poesía española. Y así debe de ser, pues a Poley y a su entorno racial acuden desde mundos ajenos personas relacionadas con la literatura -entre ellas, Carmen Romero-. Los visitantes pueden y deben dejarse llevar por la sabiduría de la vida que posee Núñez, por su falta de prejuicios y por su palabra balsámica También asistirán a escenas casi surrealistas: en el bar, los campesinos dejan de jugar a las cartas y en silencio escuchan la voz magnetofónica del poeta surgiendo de un aparato con sus Himnos a los árboles, lo último que ha escrito.

Núñez, que tiene cabeza romana de patricio y ojos periscópicos que no pierden detalle, capaces de captar aristas y ángulos, lo mismo juega a ser brujo y te lee la mano que se le ilumina la cara como a un niño hablando de palabras una vez más. -Vivir es ver pasar', decía Azorín. ¡Qué bonito! Todos son verbos, y parece una oración pasiva. Pero no...".

Toda la obra de Núñez demuestra su don de las palabras. Uno de los últimos eslabones del grupo literario Cántico, sus versos empiezan con Elegía a un amigo muerto (1954), y terminan por ahora en esos Himnos a los árboles aún sin publicar. Entre 1959 y 1980 su actividad literaria se redujo casi a la nada. Tras Poemas ancestrales (1980), publicó Ocaso en Poley, Premio Nacional de la Crítica en 1982 Un poema de este libro, titulado Inmortalidad: "Te amé tanto que, un día, abandonó mi alma / la cárcel de su cuerpo. Errátil, y no hallándote, / regresó a la morada que yo daba por mía. / Mas no estaba mi cuerpo donde allí lo dejara, / sino el tuyo, vastísimo, como un templo de oro. / Y no le diste asilo. Y ya no tendré muerte".

Los popes de la cultura

Si Vicente Núñez no se hubiese retirado a su pueblo, posible mente ahora pertenecería al grupo dominante de popes de lacultura. Mejor que no haya sido así, porque lo de gurú le va mejor. "En el desajuste violento que tuve con respecto a mis vivencias en Madrid parecería que me decantaba por una opción negativa, por una huida. Y hallé que no, que la textura estaba en la huida, pues así ya lo había presentido en la narrativa de los norteamericanos, en Pepis y en la prosa de Proust, a quien tanto debo".La huida acabó en Poley, y allí Núñez sigue a vueltas con las palabras, entre la exaltación y el pesimismo. "Mi vida ha sido la historia de una decepción, salvo cuando he conectado con el efluvio permanente de lo incaptable vivo". En otro momento: "El mundo tiene que terminarse ya, por repetitivo, insolente e ineficaz". En otro momento: "Andalucía es más profunda que el teatro; es el epigrama, la campiña; es la siesta; es el calor y el agua; es el delirio de que puedan aparecer los dioses y nos conviertan en inmortales".

Y así está Vicente Núñez, con su discurso transitivo y vital.

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