La faena justa
El Boni cortó la oreja del tercer toro con todo merecimiento porque: construyó una faena ajustada en terrenos y suertes a las condiciones del buen toro. Nada menos. Pues en la modernidad taurina que vivimos, las faenas suelen ser encimistas, reiterativas e interminables. Y mató volcándose sobre el morrillo, de un estoconazo fulminante que entró por el hoyo de las agujas, nada menos también. Luego habrá que hablar de la categoría de los pases, y ese es otro asunto.La categoría de los pases que instrumentó El Boni al Murteira noble no era come, para lanzar cohetes. El Boni citaba de largo, aguantaba la embestida franca, y a partir de ahí todo resultaba muy precipitado. A los redondos les faltaron gusto y ritmo. A los naturales, cruzarse y templar. En realidad faltaron naturales. El Boni dio una sola tanda, y cumplido el espinoso trámite de la mano izquierda -la de los biyetes, decía antaño la afición castiza- se apresuró a seguir pegando derechazos.
Murteira / Palomar, Bote, Boni
Toros de Murteira Grave, con seriedad y cuajo, flojos, de escaso juego, excepto el 32. José Luis Palomar: pinchazo y estocada trasera desprendida (silencio); media trasera ladeada y cuatro descabellos (silencio). José Luis Bote: media perdiendo la muleta y descabello, (palmas); estocada corta desprendida (silencio). El Boni: estocada (oreja); pinchazo y bajonazo (palmas). Plaza de Las Ventas, 14 de mayo. Segunda corrida de la Feria de San Isidro.
Empezó la faena con unos ayudados por alto muy toreros y con otros igualmente toreros concluyó. Allí le pidió el toro la muerte y allí se la dió. La suerte de matar fue en esta ocasión muy emotiva. Toro y diestro solos en el centro geométrico del redondel, un grito coreó el volapié valeroso, trastabilló brevemente el toro, rodó fulminado sin puntilla. Y tras el grito, ovaciones, flamear de pañuelos, oreja. La primera oreja de la feria.
Apenas hubo otras oportunidades de triunfo en la tarde. Muy serios, cuajados, bien puestos y astifinos los Murteira, renqueaban casi todos, con alguno la suerte de varas se simuló, llegaban a la muerte probones, o sin recorrido, o todo a la vez. El cuarto, por segunda excepción en la tarde, tomaba con cierta codicia la muleta por el pitón izquierdo, pero José Luis Palomar no lo vio tan claro como aquí se cuenta. José Luis Palomar parecía ayer sin sitio y le costaba horrores aguantar la embestida codiciosa. Vale que tomara precauciones con el primer Murteira, que oscilaba entre la incertidumbre y la burrería, pero con el cuarto extrañaron las desconfianzas en torero tan recio y tan auténtico.
Contrataron a José Luis Bote, que sabe torear muy bien, y no pudo explayarse pues lo que le salió por los chiqueros era cojitranco y descastado. Contratar a un torero que sabe torear muy bien para ponerle con género cojitranco y descastado es un desperdicio. José Luis Bote citaba según mandan los cánones, medio de frente -dando el mediopecho, en jerga clásica-, la muletita por delante, y a la embestida bajaba la mano, marcaba el recorrido cargando la suerte, relajada su persona, que ayer vistió de seda negra bordada en negro azabache. Todo muy bien, incluso muy exquisito, con la salvedad nada baladí de que el murteirón carifosco se le paraba a mitad del viaje, con los naturales sobresaltos. En una de esas el murteirón carifosco le tiró un derrote al muslo, con tanta saña, que si le alcanza, se lo parte.
Al final saltó a la arena un torazo averiado de patas, que protestó ruidosamente la afición. La presidencia no hizo ni caso. Daba tumbos aquí, tropezones allá, culadas acullá el torazo averiado de patas, recrecían las airadas voces de la afición, y la presidencia se llamaba andana. Obviamente, El Boni no lo pudo torear porque la embestida se desvanecía a medio pase, y medios pases no pueden hacer faena, ni justa ni injusta. Se malicia la afición que la presidencia le birló ayer toros íntegros y tercios fundamentales, que en la corrida son de obligado cumplimiento. Y abandonó la plaza poseída de santa indignación, a pesar de la oreja aquella. Pronto han empezado a tentarle la paciencia.
Babelia
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