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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Montserrat Caballé se impuso sobre Isolda

Por quinta vez en su historia han programado las temporadas del teatro de la Zarzuela Tristán e Isolda, ópera que descubrieron en el mismo escenario hacia 1945 las generaciones madrileñas que no habían hecho la guerra o que la habían hecho muy jóvenes.El punto más alto de interés en el nuevo montaje, coproducido por la Zarzuela y el Liceo de Barcelona, residía en escuchar a Montserrat Caballé como Isolda, papel que interpretó por primera vez en su vida hace unos dos meses en el coliseo de las Ramblas. Tanta expectación despertó el asunto, que parte del público y hasta de la crítica lo han interpretado, excesivamente, como una suerte de prueba sobre las posibilidades wagnerianas de nuestra gran cantante.

Tristán e Isolda

De Wagner. Intérpretes: Richard Wersalle (Tristán), Montserrat Caballé (Isolda), Kurt Moll (rey Marke), Franz Grendheber (Kurwenal), Julián García Lago (Melot), Brigitte Faessbender (Brangáne), Manuel Cid (marinero) y Fernando Balboa (timonel). Orquesta Sinfónica de Madrid y coro titular. Dirección musical: Peter Schneider. Dirección escénica: Emilio Sagi. Escenarios y figurines: Tony Businger. Dirección del coro: Ignacio Rodríguez. Teatro Lírico Nacional de la Zarzuela. 10 de mayo.

Lo cierto es que Montserrat figuraba ya hace tiempo en la Iista de voces wagnerianas españolas, precedida por Victoria de los Ángeles, Consuelo Rubio, Enriqueta Tarrés, Mercedes Capsir, Mercedes Llopart y, dentro de las voces masculinas, por nuestro gran wagneriano histórico, el tenor Francisco Viñas. Caballé empezó con Wagner en Nápoles (El crepúsculo de los dioses), el año 1961, siguió con Tannhauser, para abordar la Siglinda de La walquiria, que pudimos aplaudir en Madrid en 1986.

Personalidad

Puede aducirse que Isolda, encarnada en su totalidad, es otra cosa, pero no tanto como para esperar sorpresas ni mutaciones. La personalidad fascinante de Caballé es de tal potencia que se impone sobre sus personajes. Casi podríamos decir que es Isolda la que interpreta excelentemente a Montserrat. Está claro que de éste, como con cualquier otro personaje y carácter importantes, caben diversos puntos de vista, y el de Caballé es personal e intransferible. Si entre los componentes de su manera de pensar a Isolda figura el célebre toque latino, ello no debe entenderse como imitación, ni menos como demérito, sino como naturaleza de una artista completa, renuente por eso mismo al dontancredismo. Al fin y al cabo, pensemos que también a Wagner le fascinaba Bellini.Sucedió, a mi modo de ver, que el Tristán e Isolda de anteanoche, a pesar de contar con buenísimos elementos -admirables la Faessbender en Brangäne, y el bajo Kurt Moll en Marke-, con un maestro tan avezado como Peter Schneider y una orquesta cuando menos flexible y expresiva (magnífico el corno en su solo del tercer acto), se desarrolló en un clima de frialdad, como si la expresividad sonora mística y erótica de la obra hubiera quedado congelada. Contribuyó a ello, desde luego, una escena luminosa pero fría, con esa nave del amor transparente de azules y situada en un mar de dorados casi barrocos. Fue todo demasiado vivo, incluso los tiempos, y sólo a ratos percibimos el encantamiento mágico, la amorosa y retenida carga de tensiones que nos conducen a los clímax liberadores.

Pero Montserrat hizo preciosidades, como cantante y como música, particularmente en el hermosísimo dúo del acto segundo, cifra y antología de toda la ópera. Su acceso, pues, al personaje legendario de Isolda, deseado y madurado lentamente por la artista, me parece positivo y digno de los aplausos recibidos y aun de muchos más. Como lo fue la versión de Tristán, encarnado por Richard Wersalle, aunque no se trate de una voz extraordinariamente bella. En resumen, este Tristán es el mejor representado hasta la fecha en la Zarzuela.

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