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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La paz...

LA DECLARACIÓN de Yasir Arafat calificando de caduca la Carta nacional palestina ha sido el aspecto más importante de su visita a París. Esa Carta, en la que se postula la desaparición del Estado de Israel, es el principal argumento que utiliza la diplomacia israelí para combatir a Arafat, al poner en evidencia la contradicción entre su contenido y las declaraciones del líder palestino -primero en Túnez, ante el Consejo Nacional Palestino, y luego en Ginebra, ante la Asamblea de la ONU-, proclamando que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha decidido reconocer al Estado de Israel y renunciar por completo al terrorismo. Por eso mismo, el nuevo paso de Arafat -pedido por Mitterrand- no puede dejar indiferente a la sociedad israelí; antes de esa declaración los sondeos indicaban que más del 50% de los consultados era favorable a la negociación con la OLP. Incluso en los círculos del Gobierno, al lado de reacciones oficiales tendentes a quitar importancia a las palabras de Arafat, varios ministros laboristas, al igual que ciertas personalidades del Likud, han dicho que son importantes y que acercan el momento de una negociación.El intercambio de ideas y propuestas concretas está sustituyendo últimamente a las declaraciones genéricas, favoreciendo el avance de soluciones negociadas en la zona. Cuando Arafat anuncia en París la caducidad de la Carta palestina y propone que una delegación de países árabes, incluida la OLP y con Egipto a la cabeza, negocie la preparación de la conferencia internacional, es obvio que se está dirigiendo sobre todo al Gobierno israelí. Se trata, en el fondo, de ayudar a los israelíes a concebir una conferencia y una negociación con la OLP en unas condiciones que les resulten menos inaceptables. De combatir el miedo que tienen muchos israelíes a que cualquier paso hacia la creación de un Estado palestino sea un paso hacia la destrucción de Israel.

La propuesta de Shamir, en Washington, de celebrar elecciones en Gaza y Cisjordania iba probablemente orientada a dulcificar de alguna manera su negativa a negociar con la OLP, sobre todo cuando EE UU había dado ya el paso decisivo de aceptar la presencia de ese interlocutor en la mesa de Túnez. Pero la propuesta misma de las elecciones puede encerrar a Shamir en un laberinto con una sola salida: la negociación con la OLP. ¿Cómo realizar en serio elecciones en un territorio cuyos habitantes son aplastantemente favorables a la OLP, eliminando a ésta?

La aparición de grupos palestinos intransigentes que se oponen a las fórmulas conciliadoras -como el que ha condenado a muerte a Arafat- no es un hecho sorprendente. Confirma la seriedad de los pasos que se están dando y que, lógicamente, deben marginar a los partidarios de la violencia. En todo caso, el problema palestino parece entrar en una fase de transición. De los gritos estridentes se está pasando a la preparación de pequeños pasos mediante un diálogo indirecto. Es el momento de la diplomacia, del matiz y de la inteligencia. Suecia desempeñó un papel decisivo para hacer entrar a la OLP en esta nueva vía. La CE debe dinamizar su aportación al complejo proceso que hoy empieza a desarrollarse y que tanto puede significar para la paz internacional.

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