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El primer examen de Bush

El presidente norteamericano pasa la prueba de sus primeros 100 días en el poder

Francisco G. Basterra

Acostumbrados a la magia teatral del reaganismo, la presidencia de George Bush sabe a poco. Con él en la Casa Blanca, Washington parece menos la capital imperial de la primera superpotencia y más la sede de una democracia parlamentaria europea desde la que se asiste a un cambio internacional de vértigo que aquí no parece apreciarse. Y a las orillas del Potomac la palabra mágica ante el huracán Gorbachov es "cautela".

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Reagan tenía mucho de rey y era inigualable en el papel ceremonial de jefe de Estado. Luego gobernaba por control remoto. Bush es, sobre todo, el primer ministro que no supo ser su antecesor. Pero está funcionando, y sus primeros 100 días en el poder se cumplieron ayer; le hacen acreedor, según los sondeos, a un aprobado alto o incluso un notable.George Bush sigue teniendo problemas con lo que él mismo ha denominado "the vision thing", la visión del mundo, su concepto global. Pero esta carencia de rumbo filosófico de su presidencia, de plan maestro globalizador, no le quita el sueño ni tampoco parece preocuparles a los norteamericanos. Cien dias después de iniciada su presidencia, un 61% de la ciudadanía se declara satisfecha con el heredero de Ronald Reagan.

El miércoles, Bush acudió, por prirnera vez, a visitar a su antecesor en Los Angeles. Los asesores del nuevo presidente han dejado correr decenas de historias sobre la pereza mental y la ignorancia de Reagan, para compararle desfavorablemente con su jefe y resaltar así la alerta intelectual de Bush. "Nosotros no necesitamos dos días para descansar antes de volar de Helsinki a Moscú -tiempo que se tomó Reagan antes de su cumbre en la URSS- En cuatro días hicimos una gira asiática".

Lenguas bífidas

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El presidente, que ha tirado de las orejas públicamente a estas lenguas, bífidas, se deshizo en elogios de Reagan. "Tengo mucho más que aprender de él. He aprendido mucho en ocho años a su lado sobre cómo es realmente el mundo". Pero esta diplomática declaración no oculta que de una forma gradual, pero que no deja lugar a dudas, George Bush se está desmarcando de Reagan. Sólo el fantasma del Irangate parece hermanarles en la fase final del juicio de Oliver North. Ambos sabían mucho más de lo que dijeron, pero es muy dificil que esta historia pasada dañe políticamente a Bush.

El presidente, en 100 dias, ha roto con la política centroamericana de Reagan llegando a un acuerdo con el Congreso para abandonar la vía de la intervención militar en Nicaragua. Ha propuesto una nueva estrategia para la deuda que, tragándose la filosofia anterior, contempla por prímera vez su perdón parcial o condonación. Ha reducido los fondos para la guerra de las galaxias y el presupuesto de defensa. A pesar de la humillación sufrida con John Tower, rechazado como jefe del Pentágono, se entiende mejor con el Congreso que Reagan.

El listón de los 100 días como primer examen de un presidente nació en 1933 con Franklin Delano Roosevelt, que imprimió, obligado por la recesión, un ritmo frenético a sus primeros tres meses en la Casa Blanca. Bush, que tiene a su favor el no haber generado expectativas altas, ya advirtió que él no se presentaría a este parcial de los 100 días y que nadie esperara una salida fulgurante de una presidencia, nacida de un adormecedor período de paz y prosperidad, y que no ha venido a realizar ninguna revolución.

Bush es lo que se ve. Un gestor, conocedor de la política de Washington, puesto al día en los informes. Resuelve los problemas cuando se le presentan, como lo demostró con el plan para salvar la crisis de las cajas de ahorro. No hay nada espectacular en su actuación. Está encima de la presidencia, trabaja como no lo hacía su predecesor y es el primer ejecutivo de un equipo de políticos pragmáticos que han dejado en el perchero, al entrar, la ideología, y sólo buscan resultados. El país estaba probablemente cansado de radicalismo ideológico ultraconservador y de los grandes gestos. Y Bush, un moderado, sin carisma, lo ha comprendido perfectamente.

Para los críticos, sin embargo, el nuevo presidente está confirmando su ya presentida poca capacidad de liderazgo. No tiene agenda, dicen. Es incapaz de establecer unas prioridades. Mientras el mundo exterior, sobre todo el Este, cambia a una velocidad inquietante y cada día caen viejos mitos, Bush se mantiene aferrado a los viejos conceptos, no declara el fin de la guerra fría y no aprovecha la oportunidad histórica ofrecida por Mijail Gorbachov.

Aquí, denuncia el establecimiento liberal, se hace patente la falta de visión de Bush. Pero la población, la América media y profunda, no está de acuerdo con sus líderes de opinión y ningún presidente norteamericano empujará, ni ha empujado, al país más allá de lo que éste quiere cambiar.

Hasta mediados de mayo la Administración no tendrá a punto la revisión estratégica del mundo y del papel de EE UU en el mismo. Pero los primeros borradores indican que no cabe esperar nada espectacular. No habrá cambios dramáticos hacia la URSS, sino una línea de prudencia. Los estímulos económicos a la democratización iniciada en Polonia son un buen ejemplo. Nada de entrar en el juego de Gorbachov, cuyas posibilidades de éxito son puestas muy en duda por los hombres de Bush.

Se acabó la presidencia teledirigida y el presidente que no movía una mano si no estaba escrito en el guión, en forma de ficha, elaborado previamente por sus manipuladores. Ha concluido el culto a la televisión y el enfoque de la presidencia en función de los telediarios de la noche de las tres grandes cadenas.

Bush se preocupa menos por salir en la pequena pantalla y por fabricar situaciones televisivas. Trata de vender su mensaje de una forma más reflexiva. No crea lioticias y está mucho menos en la primera página de los periódicos. Pero ha establecido una relación muy fluida con los periodistas, con los que mantiene continuos contactos informales. Todavía no ha celebrado ninguna conferencia de prensa nocturna, con toda la pompa y el aparato, que eran la única forma de acceso a Reagan.

Resuelve todo

Bush está tremendamente activo, revuelve todo, ha atacado todos los problemas. Desde la droga al medio ambiente (la catástrofe ecológica de Alaska es uno de los puntos negros de su inicio presidencial). Pero esta agitación, una vez pasada la primera impresión, deja paso a un vacío.

En lo personal, todo ha cambiado con la llegada de los Bush a la Casa Blanca. No existe la corte californiana de los Reagan. El nuevo presidente invita continuamente a cenar y a ver una película de cuando en cuando a embajadores con sus mujeres, a periodistas, congresistas, hombres de empresa, amigos de lo más diverso. Y habla por teléfono con decenas de personas

de los más variados sectores, para no aislarse del mundo real. Y Bush practica en los jardines de la Casa Blanca su deporte favorito, el lanzamiento de herraduras.

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