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'Zorro Plateado

Francisco G. Basterra

Barbara Bush y su personalidad de matrona, sin la sofisticación hollywoodiana o la arrogancia de Nancy Reagan se ha convertido en la verdadera estrella de la presidencia. Los primeros 100 días han confirmado que esta mujer de 63 años, con aspecto de señora María, que no esconde ni su pelo blanco ni sus arrugas y que bromea sobre su exceso de peso, puede ser una gran primera dama.

Zorro Plateado, como le han apodado sus nietos, transmite la solidez y el carácter que a veces parecen faltarle a su marido. Aúnque su influencia en el presidente es notable -al parecer, fue Barbara quien lo convenció de que había que prohibir la importación de rifles de asalto-, no se inmiscuye en los asuntos de Estado. Es sólidamente conservadora, pero no tiene una postura radicalmente antiaborto.

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El ala este de la Casa Blanca, donde tiene sus oficinas, no se ha convertido en un temido centro de poder en Washington. Barbara ha colocado a una mujer de color al frente de su oficina de prensa. Cuando el lunes pasado acudió con el presidente a los funerales, en Norfolk, por las víctimas de la explosión en el acorazado Iowa fueron sus fotos, consolando a los familiares de las víctimas, las que aparecieron en la primera página de la Prensa.

Barbara sabe estar lo mismo en una cena de Estado que en las caridades y actividades benéficas que, como todas las primeras damas del mundo, realiza. Frecuentememte acude, sin fanfarria ni televisiones, a preparar comidas a una institución de sopas bobas para vagabundos en Washington.

En los primeros 100 días ha tenido que ser sometida a tratamiento de un problema de hipertiroidismo, que está controlado pero que le va a obligar a medicarse el resto de su vida. Barbara, que tiene una cota de popularidad superior a la de su marido, ejerce además un cáustico sentido del humor, como demostró recientemente cuando acudió a una fiesta con periodistas con una peluca de color rojo.

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