Escenas de juventud rota

Teatro bronco para un barrio bronco. En el escenario del Alfil cuatro actores reproducen ciertas escenas de la vida brutal de alguna adolescencia. Alfonso Armada, autor de la obra, y entregado al teatro por amor, hace mimar a sus actores algunos extremos del sexo y la violencia, o de la rebeldía sin causa; no se limita en el diálogo ni en los remedos activos. Les lleva a un final -apuntado en el principio- de juego de ruleta rusa; lo justifica por algunos sucesos de esta índole relatados hace algunos meses. Como autor, tiene la virtud de ser escueto y breve, y de que el lenguaje sea el del mundo vacío que trata de retratar. Su aportación es una metáfora que les identífica a los perros, Cosa que los perros están muy lejos de merecer. Como director, matiza las relativas audacias que se permite con la semioscuridad. No se han ligado los cuadros; son más bien estampas, sueltos de prensa animados. Es su segunda obra representada, y su edad, en esta ¿poca de jóvenes tardíos en madurar, hace pensar que en el futuro su amor por el teatro le podrá llevar más lejos. Los actores, a los que también se hace extensivo el beneficio de futuro, hacen lo posible.