17 artistas catalanes pintan la Revolución Francesa
El Instituto Francés de Barcelona abre una muestra sobre 1789
Una exposición conmemorativa del bicentenario de la Revolución Francesa abre sus puertas mañana en el Instituto Francés de Barcelona, con obras de diecisiete artistas catalanes contemporáneos, que han tratado de plasmar, cada uno en su lenguaje y aproximación personal, el acontecimiento revolucionario de 1789. Las obras resultantes son de una destacable potencia y originalidad e, incluso, en algún caso, los pintores han abandonado su estilo habitual para acercarse más a formas y colores evocadores del acontecimiento revolucionario francés. Una exposición, cuyo catálogo cuenta con un texto de Vázquez Montalbán, estará abierta en Barcelona hasta el 2 de junio y luego se exhibirá en el Ayuntamiento de Sabadell.
Los artistas elegidos por el Instituto Francés de Barcelona para invitarles a la evocación pictórica del momento revolucionario son Salvador Alibau, Daniel Argimon, Esther Boix, Maria Girona, Xavier Grau, Josep Grau-Garriga, Josep Guinovart, Joan Hernández Pijuán, Robert Llimós, Juan Picón, August Puig, Albert Ráfols Casamada, Benet Rosell, Josep María Subirachs, Joan Josep Tharrats, Francesc Todó y Joan Pere Viladecans.En el texto que sirve de prólogo al catálogo de la exposición, titulado La buena memoria, Manuel Vázquez Montalbán recuerda que "han pasado doscientos años desde la Revolución Francesa y no son nada si se tiene en cuenta que la Historia procede en gran parte de su impulso y aun son objetivos utópicos sus grandes lemas: Libertad, Igualdad y Fraternidad, tal vez el último el más envejecido, pero perfectamente sustituible la palabra Fraternidad por Solidaridad. ( ... ) Los principios reivindicados en 1789 son instrumentos de emancipación asumibles por toda la humanidad, todavía hoy sometida a vejatorias relaciones de dependencia política, cultural, económica, sicológica. Son principios demasiado fundamentales como para dejarlos en régimen de propiedad privada; son patrimonio de la esperanza de toda la humanidad".
Para recrear la vigencia de tales principios, los artistas invitados usan las más variadas aproximaciones. Un hecho significativo es que la mayoría de las obras juegan con los colores azul, blanco y rojo. Así, GrauGarriga presenta un bello cuadro, Un Nou Marc (Un Nuevo marco, 1989) en el que un marco de cuadro dorado puede verse medio hundido en tela y pintura azul, bajo una gran superficie blanca terminada en la parte superior por un semirrectángulo rojo. Guinovart, en una obra de 1989, hace una recreación de la estampa de Marianne, la heroína revolucionaria, conduciendo a los insurgentes. Marianne es también la figura elegida por Robert Llimós en su cuadro Marianne (1989), en la que utiliza todo un entramado de trazos tricolores, entre los que emerge la figura de la heroína, desnuda y tocada con gorro frigio. Tharrats, en su cuadro La Marsellesa, presenta una potente imagen abstracta, en la que los colores azul, blanco y rojo parecen agitarse y revolverse en un remolino negro.
El emblemático gorro, las cifras 1789 y los colores de Francia están también en las obras de Hernández Pijuán y Ráfols Casamada, tituladas ambas 1789, pero ampliamente distintas entre sí, pese a que ambos artistas realizan aproximaciones al tema desde la abstracción. También en la abstracción se mueve Xavier Grau, con una obra de 1988, sin título, de tonos ocres, blancos y grises. Benet Rosell, en su cuadro La mandibule de Danton, Pour Raymond Roussel de Benet Rosell (1989), muestra una poderosa imagen del revolucionario francés, vestido de rojo y con peluca y pechera blancas, cuya mandíbula izquierda se desvanece en el azul del fondo.
En Variacions p1bstiques sobre la Marsellesa de FranVois Rude (1989), Salvador Alibau utiliza el soporte de la celulosa, los pigmentos y el hilo para crear una especie de jirón de tela, en el que se distingue el grupo escultórico de Rude en el Arco de Triunfo de París. Daniel Argimon, por su parte, usa un cúmulo de enseñas tricolores en La bandera (1989). Esther Boix, en un collage de tinta china y cera, recuerda el lema revolucionario Liberté, Égalité, Fraternité y Maria Girona utiliza también la técnica del collage en su obra La Marsellesa (1989). Juan Picón opta por la conceptualidad de una bandera tricolor con las palabras "Una revolución nunca es poesía" inscritas encima.
Josep Maria Subirachs en A David (1989), realiza una recreación singular y un tanto superrealista de la imagen del asesinato de Marat por Carlota Corday. Francesc Todó, con un cuadro titulado 200 aniversari de la Revolució Francesa (1989), presenta una especie de bodegón sobre una mesa, con alguna reminiscencia de Braque. August Puig expone un díptico titulado Louis XVI et les incroyables (1989). Viladecans, en Magrana roja (Granada roja, 1989) propone una obra abstracta de tonos rojos.
Babelia
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