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El renacimiento del tango

El inesperado éxito del género rescata del olvido a cantantes, músicos y bailarines

La letra, la música y el baile del tango, que parecían definitivamente extinguidos en la pasada década, han regresado como aguas desbordadas a la fuente original de la ciudad de Buenos Aires. El extraño fenómeno del renacimiento del tango como identidad cultural se percibe en medio de una de las crisis económicas más graves de la historia argentina contemporánea. La formación de orquestas, los programas dedicados al género en la radio y la televisión y la popularidad de los viejos cantores guían nuevamente el alma porteña.

El legendario maestro Osvaldo Pugliese, que celebró sus 80 años tocando en el mítico teatro Colón de Buenos Aires, lleva ya tres años de festejos y no para. Desde entonces se presenta con su orquesta ante multitudes en todo el país y no acaba de encontrar explicación a lo que ocurre: "ni si quiera puede compararse con la década del 40, esto es otra cosa. Aquello era la expresión cultural de una sociedad en crecimiento que exportaba todo, ahora es como una necesidad de creer en algo". Pugliese, militante histórico del comunismo, continúa escribiendo tangos. En el primer Congreso Mundial Gardeliano, celebrado en La Habana el pasa do diciembre, estrenó la Milonga para Fidel, pieza que interpretó al piano mientras un locutor leía la letra en el homenaje a Fidel Castro. Poco antes de partir, en Buenos Aires, compuso un nuevo tango que dedicó A los obreros gráficos.La partitura original de ese tango fue entregada por Pugliese a los obreros gráficos del diario Clarín. Ese periódico es uno de los que ha incorporado una sec ción fija dedicada especialmente al tango. Una estadística casera revela que, desde hace dos años, se inaugura un local de baile por mes y se han formado 15 nuevas orquestas y grupos en los últimos tres años.

Cada presentación de la Orquesta del Tango de Buenos Aires, que actúa gratis en teatros, plazas y auditorios de la ciudad convoca a miles de porteños que incluso, se atreven a bailar la tradicional coreografía del tango y hacen las figuras más complicadas: la corrida, el doble ocho, el garabito, la sentada, el molinete y la boleada.

Gloria tanguera

Un acontecimiento inesperado, el extraordinario éxito que la compañía Tango Argentino tuvo en su primera gira internacional, estimuló la reacción sentimental de los argentinos. Ese grupo de viejos bailarines, músicos y cantantes, que partió de Buenos Aires sin que nadie se enterara, volvió cargado de gloria tanguera La veracidad de los comentarios, entre los que se incluía a personajes tales como Rudolf Nureyev, Liza Minelli, Mikhail Baryshnikov o Henry Kissinger, fanatizados con el tango, se probó cuando poco después llegaban a Buenos Aires los actores Robert Duval y Robert de Niro, quienes viajaron especialmente para comer un asado -la tradicional carne a las brasas- "con nuestro amigo Virulazo, el mejor bailarín del- mundo, quien prometió darnos unas clases si le visitábamos en su casa". Virulazo es el apodo de Jorge Ozcaizaguirre, un hijo de vascos, de 61 años, que pesa 128 kilos, tiene cinco hijos, seis nietos, y hace poco menos de cinco años había decidido dejar definitivamente el baile porque "no se ganaba ni para comer". Hoy, este personaje que baila con su esposa Elvira, habla en lunfardo -el argot porteñoy trata de "ché" a Duval, De Niro y Kissinger, cobra "30.000 dólares limpios por cada gira de tres o cuatro íneses".Pero el tango no sólo ha recuperado a los que estaban prácticamente muertos en vida, también revisa su propia historia. Una de las obras teatrales de mayor suceso esta temporada se basó en la vida de Enrique Santos Discépolo, el recordado autor de Cambalache, Uno, Yira yira y Mensaje, entre otros tangos ya clásicos. El escritor Pedro Orgambide, que había hecho un excelente musical con la vida de Evita Perán, centró la historia de Discépolo en la relación con su hermano Armando, un extraordinario dramaturgo, su matrimonio con la cantante Tania -que aún vive- y la adhesión de Discépolo al peronismo, que le obligó a soportar la crítica y el odio de las clases medias y altas. El público participa emocionado de la obra y termina definitivamente de quebrarse cuando en mitad de la función se proyecta un corto inédito en, el que conversan Carlos Gardel y Discépolo. El autor le explica por qué escribió Yira yira y luego Gardel canta el tema de cara a la cámara.

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