El problema ganadero
En tres de las cuatro primeras corridas de la feria se ha puesto de manifiesto que las ganaderías que gozan de la preferencia de las figuras se encuentran en un delicado momento de falta de raza. Sólo la primera corrida, la de Palha, resultó interesante para el aficionado y el encíerro tuvo casta. En la corrida hubo toros bravos -espectacular fue la pelea en varas de Varino-, bravucones, mansos, broncos, etcétera, pero lo que no faltó en ningún momento fue la emoción del toro, su movilidad y su pujanza. Naturalmente, la lidia no correspondió a las figuras, sino a toreros situados en un secundario lugar del escalafón, salvo Ruiz Miguel, que si es figura, es precisamente por haberse especializado en domeñar toros encastados.En la segunda, con las figuras, llegó el toro comercial, que si sigue por esos senderos dejará pronto de ser comercial, pues pronto los toreros advertirán que con ese ganado corren menos riesgo, pero también tienen asegurado el fracaso. Si la pendiente de la falta de casta se inició en la segunda corrida, con el encierro de Juan Pedro Domecq, adquirió súbita inclinación en el remiendo de la tercera -Aguirre Fernández Cobaleda y, en menor medida, Moura-, y adquirió serios caracteres en la cuarta, con la divisa de Jandilla, en donde se enlutó -en discutible decisión presidencial- al cuarto toro. Hacía-cinco años que no se veían las banderillas negras en la Maestranza.
Pero no ha sido sólo la falta de casta la característica de las tres tardes comentadas, sino la desigual presentación de los encierros. Podría argüirse que el rigor veterinario es el que ha provocado esa desigual presentación y, por ende, la lidia de toros fuerá del tipo de la ganadería. No parece que pueda haber, sido ésa la causa. Hubo toros -segundo y tercero, de Juan Pedro Domecq, y sexto, de Moura- que nunca debieron saltar al albero sevillano por evidente falta de trapío. Si a todo ello añadimos la escasa fuerza de la mayoría de los toros lidiados, e incluso la invalidez de algunos, no nos queda más remedio que concluir que estamos en presencia de un problema grave, para cuya solución no caben demoras.
Historia de un problema
¿Por qué se ha llegado a esta situación? Las pruebas de selección del toro bravo se remontan a la mitad del siglo XVIII, coincidiendo con el origen de la corrida. Desde entonces acá, el toreo ha evolucionado sustancialmente, creemos que positivamente, y las ganaderías han tratado de adaptarse en todo momento a esa evolución, especialmente desde la guerra civil hasta hoy. En los últimos 50 años se produjo de todas formas un fenómeno inédito hasta entonces en las ganaderías bravas: la subordinación en la selección a los intereses de los toreros. Naturalmente, con honrosas excepciones.
Sin duda, desde aquellos desinteresados ganaderos que describiera Luis Fernández Salcedo en su obra Trece ganaderos románticos hasta los criadores de hoy se ha producido una evolución gigantesca, lo cual no debe resultarnos extraño, pues la evolución no ha sido mayor que la experimentada por la sociedad española- en todos los órdenes.
Por ello el problema de la recuperación de la casta no puede resolverse si no es olvidándose en la selección de aquellos intereses y buscando solamente la fiereza, la bravura, la indocilidad y la pujanza. Tema fácil de escribir y difícil de llevar a la práctica.
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