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La ciudad y el escritor

El muchacho Gabriel García Márquez lo pasaba tan mal en el colegio nacional de Zipaquirá, donde estudiaba con una beca, que ni siquiera salía los domingos y se encerraba a leer. Zipaquirá es una de las poblaciones que rodean a Bogotá, en la melancólica Sabana, a 2.600 metros de altura -de ella sale Fernanda del Carpio, en Cien años de soledad-, y comparte con la capital un eterno clima de otoño desagradable para los costeños o calentanos: gente de tierra tan caliente que el calor produce visiones. Los costeños, que cultivan la mamadera ,de gallo (indolencia bromista que es una forma de vivir) atribuyen a los cachacos (capitalinos) la impertinencia de la solemnidad y el gusto por el tweed y el terciopelo, como ocurre con otras capitales.Este enfrentamiento de culturas, además de una tensión entre federalismo y centralismo que se remonta al nacimiento mismo de la república, se encuentra en el trasfondo de la polémica colombiana. Aquél colegio frío tuvo también gran importancia en la formación del escritor, no tanto por sus estudios como porque sus profesores, marxistas, transmitieron al joven susideas.

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. Luego García Márquez estudiaría en la Universidad Nacional de Bogotá, la única no extremadamente cara, y la desolada vida de la pensión conservaría en formol su antipatía. Bogotá no es la ciudad hostil que muchos dicen, pero sí es secreta y vive tras las puertas. En sus visitas a la costa, el estudiante hacía el mismo recorrido que Bolivar en su libro: por tierra hasta Honda (eso sí es que es calor) y en barco de hélice por el río Magdalena.

Obsesiones y biografía

Los disturbios por el asesinato del caudillo Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, terminaron con los estudios de García Márquez en Bogotá y le devolvieron a la costa, donde escribió, a veces, irónicas columnas contra. la capital. Cuando regresó a Bogotá fue ya para hacerse un nombre, pero aún así mantuvo sus distancias. Un penúltimo periodo fue al regreso de unos años en Europa, ya casado, para fundar en Bogotá la delegación de Prensa Latina, la agencia de noticias de la Cuba castrista. Justo antes, en Venezuela, había contado en periodismo caliente, con simpatía, la caída del dictador Pérez Jiménez y la reconstrucción del país.

Más allá de polémica histórico-política que se desarrolla en Colombia, y de la que también habría que hablar, la difícil relación de García Márquez con Bogotá simboliza la de la cultura caribe con la an dina, aunque eso no pueda impresionar a un español. El general en su laberinto es una novela garciamarquiana, pues en ella se pueden rastrear con nitidez -en la misma concepción-, no sólo las obsesiones del escritor, sino también su biografía.

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