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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La 'Esquina del Viento'

UNA CIERTA angustia preside el comienzo del proceso de independencia de Namibia. La larga lucha por la libertad toca a su fin, pero empieza el no menos complicado combate por una democracia viable, empeño tan repleto de dificultades como el que le precedió.Concluye ahora más de medio siglo del combate contra el colonialismo, pero su término coincide con el inicio de un proceso en el que los protagonistas deberán esforzarse por olvidar la compleja herencia del implacable control surafricano, la lucha de la guerrilla contra las fuerzas de Pretoria, los años de muerte y desolación, en definitiva.

El pasado 1 de abril llegó a la capital del país, Windhoek (la Esquina del Viento), el delegado especial de la ONU, al frente de un contingente de cascos azules. Su presencia es fruto del acuerdo que, propiciado por EE UU y la Unión Soviética, firmaron el pasado diciembre surafricanos, angoleños y cubanos. Este complejo acuerdo a tres bandas se explica porque Suráfrica ejercía, contra el mandato de la ONU, una tutela colonial sobre el país al que gobernaba como provincia propia; Angola era a su vez base de operaciones de la guerrilla independentista de Namibia, el SWAPO, y sufría por ello las incursiones del Ejército surafricano; y Cuba mantiene una presencia militar en Angola, que ha impedido verosímilmente la caída del régimen ante el ataque de Pretoria y de la guerrilla prosurafricana de Jonas Savimbi.

Esta situación obliga a la ONU a atender a tres tareas fundamentales de acuerdo con los pactos mencionados: la retirada de los 50.000 cubanos de la vecina Angola antes de julio de 1991; garantizar el repliegue a Suráfrica de sus fuerzas de ocupación en Namibia; y el mantenimiento de la paz en el territorio. Contribuirá así la organización mundial a la celebración de elecciones libres que ella misma habrá de supervisar en noviembre próximo.

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Sam Nujoma, presidente del SWAPO, señalaba días atrás que el momento es "de júbilo y precaución". Júbilo, porque concluye en victoria una lucha que parecía interminable; precaución, porque el camino está sembrado de obstáculos, el mayor de los cuales es la reticencia de Pretoria a abandonar un territorio de gran importancia estratégica y rico en minerales. Por este motivo, la reciente reanudación de las hostilidades entre la guerrilla y las fuerzas surafricanas, corresponda a quien sea la iniciativa, podría convertirse en una excusa para interrumpir el proceso democrático. La advertencia de Pretoria de que si continúan los combates tendría que pedir a la ONU que retirara los cascos azules parece apuntar en esa dirección. Obviamente, en ese caso la presencia de las tropas de paz sería mucho más necesaria.

Sólo el 0,5% de la población de Namibia es de raza blanca pese a lo que ha dominado tradicionalmente tanto la economía como la ecuación política o militar, en lo que constituye un cuadro clásico de descolonización africana. Hoy esta situación amenaza con dejar como herencia un revanchismo desestabilizador cuando se complete el proceso de independencia. Pese a que Pretoria, por otra parte, retendrá poderosos intereses en Namibia y su base militar en Walvis Bay, será el SWAPO, con toda probabilidad, quien gane las elecciones de noviembre. Nujoma asegura que su grupo garantizará tras los comicios el derecho de todos los ciudadanos a la vida, a la libertad de conciencia, de movimientos y de expresión en una sociedad que será democrática y multirracial. Toca a Nujoma demostrar que sus propósitos son sinceros y a la comunidad internacional, representada por la ONU, asegurarse de que cumple sus compromisos.

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