La feria de arte de Londres no recibe el apoyo de las grandes galerías
Obras de Picasso y Dalí salen hoy y mañana a subasta
Londres, una de las grandes capitales mundiales del arte como negocio, intentó la pasada semana, a trancas y barrancas y por cuarta vez, hacer realidad la celebración de una feria internacional de arte contemporáneo. Art/London 89 es un proyecto en el que no creen ni los propios británicos, como muestra la ausencia de las más reputadas galerías de vanguardia. Entre los galeristas existe la impresión de que la calidad general de la muestra es poco más que mediana y algún expositor habla de mediocridad. En cambio, Londres se convertirá hoy y mañana en el centro de dos subastas millonarias, donde figuran cuadros de Pablo Picasso y Salvador Dalí.
Más de 100 galerías de 19 países mostraron desde el jueves al domingo a sus artistas con obras que oscilan entre las 50 libras de un desconocido y las 850.000 (unos 170 millones de pesetas) de un Moore presentado por MarIborough. La feria londinense, que ha estado dos años sin celebrarse, adolece de las concesiones que ha hecho la organización para llenar los 5.000 metros cuadrados de espacio diponible, por otra parte de los más caros que pueden encontrarse en el actual circuito de muestras internacionales de arte. Obras de incuestionable valor conviven con tremendos espantos kitsch, cuya sola presencia en la feria que se pretende crear es tan enigmática como dañina.Los críticos atribuyen buena parte de las lagunas de Art / London a la falta de apoyo oficial y se hacen lenguas sobre lo que fue Arco en Madrid, cuyo éxito relacionan con los fuertes incentivos económicos empleados por la organización para atraer a las grandes galerías internacionales. En Londres, los británicos constituyen el grueso de la muestra, lo que no sería extraordinario si no fuera porque casi ninguna de las grandes galerías europeas y -norteamericanas se ha sumado a ellos, que también se han visto abandonados por sus propios compatriotas. Lisson, Anthony d'Offay y Anthony Reynolds han boicoteado la muestra. "Queremos que se nos vea en el sitio adecuado y con buenas galerías", dice Reynolds, un regular de Madrid. "Londres no es lo suficientemente bueno".
España ha concurrido con una docena de expositores, entre marchantes y revistas, con ánimo de presentar en la escena internacional el nuevo arte español. Vicente García, de la galería valenciana Val i 30, con la que trabajara el Equipo Cróníca, tiene poca confianza en la feria, a la que ve carente de dinamismo, "reflejo de la ciudad y la sociedad británica", dice. "Aquí no hay voluntad de cambio, y lo que se ve de cambio es de procedencia continental. Es increíble que el efecto de la insularidad sea tan fuerte". Para él, "asistir a una feria es la gimnasia del galerista, pero creo que estamos haciendo gimnasia en un terreno polucionado".
Algún otro galerista español comenta que, "con un abstracto, aquí te la pegas", y la galería 4.17 de Madrid ha acudido con unas ninfas danzantes en bronce de Rafael Muyor. Seiquer llevó lienzos de media docena de nuevos valores, uno de los cuales, Tocornal, llamó en seguida la atención de una galería belga, mientras que otra de Suiza se interesó por unos Sicilia ofrecídos por Edurne. Sicilia es uno de los dos grandes jóvenes valores españoles consagrados, pero el otro, Barceló, ha estado ausente de la feria.
Rosa Olivares, de la revista de arte Lápiz, considera que la mediocridad es la nota dominante, pero cree que la feria acabará por remontar la crisis. Eso dependerá en buena medida de los resultados económicos de la muestra. El momento es de euforia, y el ansia por comprar, evidente.
"El nuevo dinero, y hay muchísimo, quiere rodearse de arte nuevo", comenta un crítico londinense.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.