¿Democratización en Nicaragua?
La semejanza entre los países centroamericanos se manifiesta también en el momento y en la naturaleza de la crisis. Durante toda la década de los años ochenta se ha hablado de la crisis centroamericana. Se debe entender que no se trata de un conflicto entre los países del istmo. Son conflictos dentro de las sociedades centroamericanas que llegan a tener repercusiones en los países vecinos.Nicaragua no debe compararse con ningún otro país centroamericano. Las divergencias que existen se han originado a consecuencia de los problemas internos de la sociedad nicaragüense. La contra no existió simplemente porque el Gobierno de Honduras le prestara su territorio. Tampoco el FMLN de El Salvador existe por la sola circunstancia de que el Gobierno sandinista les ofrezca facilidades para sus operaciones.
La crisis de las sociedades centroamericanas encuentra sus raíces en un fenómeno de modernización incompleto. Durante la posguerra, más exactamente durante las décadas de los años cincuenta y sesenta, Centroamérica conoció un proceso de modernización y crecimiento económico acelerado. Los índices, constatados por la CEPAL y otros organismos económicos, muestran, inobjetablemente, que ese crecimiento y desarrollo fue efectivo y que, aun a pesar de que los excedentes no se distribuyeron equitativamente, el progreso alcanzó también a amplios sectores populares.
De hecho, la insurrección que culminó con el derrocamiento de la dictadura somocista no se produjo en una crisis económica. Aquella situación, en términos materiales, era absolutamente superior a la actual, cualquiera que sean ¡os indicadores que se tomen. Más bien aquella crisis de los años sesenta fue una crisis de legitimidad. El progreso produjo en Nicaragua una movilización social de los sectores medios y de sectores populares que reclamaron una modernzación del sistema político. Exigían el final de una dinastía anacrónica, expresada en un bipartidismo artificioso y un sistema político absolutamente no competitivo.
Las principales reivindicaciones de la sociedad nicaragüense en 1979 fueron de democratización, de implantación de un nuevo sistema político que ampliara la participación de cualquier corriente ideológica y que fuera efectivamente competitivo, que la alternabilidad en el poder fuera realmente posible.
Ésa es la materia pendiente de la sociedad nicaragüense: democratización. El cumplimiento de esa exigencia encuentra varias dificultades, Nicaragua carece de tradición democrática alguna. Los conflictos políticos han sido resueltos siempre a través de la violencia.
La agenda ideológica de los sandinistas es otro de los obstáculos. Educados en la escuela cubana, luchando en una organización clandestina, militar, ¿cómo se podían desarrollar hábitos democráticos? Aun ahora, después de 10 años en el poder, el FSLN continúa teniendo una organización completamente vertical, la legitimidad se trasmite de arriba hacia abajo. Es muy frecuente oír decir a los sandinistas: "La dirección bajó orientaciones". Los más elevados miembros del sandinismo, los nueve comandantes, no son responsables ante ningún organismo partidario, la Asamblea sandinista es un órgano de consulta, pero no resolutivo.
Con esos antecedentes es comprensible que esos hombres se resistan a abrir un proceso político que podría negarlos.
También ha obstruido el tránsito a la democracia la reiterada intervención norteamericana y su apoyo a los ex guardias somocistas y el respaldo que todavía continúa prestando a sectores ultraconservadores y sin vocación democrática.
A pesar de esos obstáculos, puede decirse que existe una oportunidad para la democracia en Nicaragua. Sabiendo que eso no se alcanza de una sola vez, ni mediante tratados. Los acuerdos firmados en El Salvador por los presidentes centroamericanos introducen, en principio, cambios en las reglas del juego político nicaragüense.
Cumplir los acuerdos
Que los acuerdos se cumplan depende, en primer lugar, de la voluntad del Gobierno sandinista, que apremiado por un colapso económico inminente no dispone de un gran campo de maniobra. Además, depende de que los líderes de la oposición civil contribuyan al cumplimiento de los acuerdos, participando decididamente en las negociaciones. No deben esperar que los sandinistas entreguen el poder en una mesa de negociaciones; deben demostrar ser una fuerza efectiva. Tampoco se puede homologar el sandinismo al somocismo. Los sandinistas, aparte de otras consideraciones, retienen una cuota de respaldo popular importante (una encuesta pasada por un centro de investigaciones sociológicas no estatal encontró que en las seis ciudades más pobladas de Nicaragua el FSLN obtuvo el 30% de apoyo, contra un 28% de la oposición, dispersa en 14 partidos).
Que la democratización sólo depende principalmente de los actores políticos nicaragüenses, pero también de aquella opinión pública internacional que genuinamente desea para el país centroamericano un mejor destino. Para empezar, sería saludable dejar de lado las visiones inhumanas, por degradantes o idealizadoras, de la revolución nicaragüense y sus protagonistas. Fue Edmundo Wilson quien escribió: "Es tan fácil idealizar los trastornos sociales que ocurren en un país ajeno...".
Para esa visión objetiva se requiere mucha comprensión. (Y si hay en Europa una sociedad capaz de entender esos problemas con objetividad, ésta ha de ser la española, sobre todo en la medida en que sea capaz en el futuro de marcar una pauta general con respecto a los problemas centroamericanos. Está claro que esa política no puede ser, como hasta ahora, la no política.
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