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La Internacional Situacionista entra en las vitrinas del Centro Pompidou de París

El movimiento que alentó la revuelta de Mayo del 68 es recuperado tras su voluntaria disolución

Las Galerías Contemporáneas del Centro Pompidou presentan hasta el 9 de abril, en coproducción con el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston, una exposición donde hay mucho que leer, empezando por su título -que es el de una película de Guy Debord realizada en 1959-, Sobre el paso de algunas personas a través de una unidad de tiempo bastante corta, que lleva como subtítulo A propósito de la Internacional Siuacionista, 1957-1972, lo que, sin duda, el espectador no iniciado agradecerá. Francia, una vez más, convierte la subversión en objeto de vitrina.

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Treinta y dos años a partir de su fundación y 16 desde su disolución han tardado los enterradores-promotores en recuperar el cadáver -en bastante buen estado de conservación- de la Internacional Situacionista, no para jugar con él, lo que sería de un ludismo superrealizante y macabro, sino para convertirla en espectáculo, dentro de la mejor tradición espectacular. Esa que tiene como vedette principal la cultura convertida en mercancía y como objetivo idealizar las relaciones, es decir, alienarlas. Algo contra lo que los situacionistas lucharon convencidos, por lo menos entonces, por ser "el momento generalizado de la economía de mercado o burocrática y la forma dominante de la relación de los hombres entre ellos, esa en la que la imagen cubre las cosas, en la que la re presentación recubre la realidad y la apariencia del ser".Fundada por artistas de vanguardia -la vanguardia del arte es su desaparición, escribió Guy Debord en La sociedad del espectáculo-, algunos procedentes del letrismo (la internacional letrista corresponde al período presituacionista, con personalidades como G. Wolman en su origen), de Cobra (A. Jorns, Constant), del movimiento internacional por una Bauhaus imaginista y del comité psicográfico de Londres, la Internacional Situacionista se propuso crear una teoría sobre el desmoronamiento del mundo presidido por los imperativos del consumo, sustituyendo la pasividad existencial por la construcción de situaciones, la duda por la afirmación lúdica, cuestionando -revolución obliga- el arte y la función del artista, rechazando aquel que supone una relación con una actitud mística e individualista y defendiendo "el que elige la vida contra la eternidad".

Naturalmente, es una exposición ingrata de montar para sus comisarios y de ver para el espectador, sobre todo para quien no conoce nada sobre el particular. El aspecto teórico se impone, los situacionistas escribieron mucho (libros, revistas, manifiestos, panfletos), y, sin una lectura previa de ciertos documentos, resulta realmente difícil, si no imposible, establecer el nexo de unión. entre las pinturas (del danés Asger Jorn) o los comics manipulados -una práctica habitual-, las maquetas y los dibujos de Constant -encarnación de la reflexión de la IS sobre el urbanismo unitario, una revisión del espacio social- y las pinturas industriales de Pinot-Gallizio, una de sus figuras claves y cuya Caverna de la antimateria figura en la muestra.

Además, la presentación de imágenes con harta frecuencia reproducidas, o de frases como no hay salvador supremo, ni Dios, ni Castro, ni Mao; pese a la inexistencia de Dios, nada está permitido, queremos que las ideas vuelvan a ser peligrosas; la guerra de la libertad hay que hacerla con cólera, pueden provocar una amalgama con otros movimientos posteriores, en cuya herencia genética aparece sin duda la IS, pero con la que no se pueden confundir.

La presencia, únicamente por ausencia de su teórico máximo, Guy Debord, significada por un proyector de cine que proyecta interminablemente su luz sobre el muro -deslumbrando al espectador que involuntariamente se coloca en su punto de mira- (Debord prohibió en 1984 todo pase de sus películas), provoca algunos interrogantes sobre la participación de los situacionistas en esta reconversión historicista.

El panfleto distribuido por los empleados del museo, En un museo internacionalmente reputado, situación de crisis, donde manifiestan su descontento, añade una gota de ironía, a la vez que demuestra la eficacia, pese a todo, del discurso situacionista.

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