Querido 'ayatolá'
¡No me haga eso! Por una parte, cualquiera sea su motivación, su condena ha hecho que el libro se esté vendiendo muchísimo en todas partes, y hará que se venda muchísimo en España cuando se edite. Como editor, este tipo de éxito, en cierto modo, me molesta: los libros que acceden a la categoría de best seller por razones que nada tienen que ver con sus méritos intrínsecos ocupan un espacio desmesurado en las librerías, literalmente robándolo a los miles y miles de otros libros no menos buenos.Por otra parte, como judío estoy en contra de matar. Pero lo que me resulta más desagradable de este asunto es pensar que de ahora para siempre un ser humano vivirá, porque usted lo ha condenado a muerte, temiendo que lo maten.
Pero además, querido ayatolá, usted me hace la vida difícil. Desde hace años vengo luchando contra el racismo. Me he pronunciado repetidamente contra el antisemitismo, que me toca personalmente, y más de una vez he tenido que reaccionar contra el ataque de algún miembro de otro grupo humano, incluso de alguno de sus correligionarios.
Ahora bien: tal vez usted no lo sepa, pero hay muchos judíos que funcionan como antisemitas, gente que por su comportamiento sabe granjear una suerte de antipatía colectiva por los judíos y todo lo que es judío. Uno de ellos, a mi entender, es el señor Shamir.
El señor Shamir, primer ministro de Israel, ha trabajado y trabaja mucho por fomentar el antisemitismo en el mundo. Como si él y yo fuéramos una suerte de Penélope posmoderna: yo tejo durante el día lo que él desteje durante la noche. Yo intento demostrar que los judíos no somos diferentes de los no-judíos, y él se empeña, contra viento y marea, en demostrar que no sólo somos diferentes, sino que nos merecemos todos nuestros infortunios.
Émulo de Shamir
Pero usted se comporta como un perfecto émulo (¿o será más bien maestro?) de Shamir. Se diría que, juntos, luchan por la misma causa. Usted mucho antes que Shamir, aunque ambos con idéntico afán, dividen cada uno a sus respectivos grupos humanos, crean facciones y atizan el encono sectario. Pero ahora, como si fuera poco, su condena a muerte ha tenido, entre otros efectos nocivos, el de despertar el viejo racismo europeo contra el islam. En España, a los árabes se los llama moros (una denominación peyorativa como la de sudaca para los latinoamericanos, o la de cata por catalanes, inventada en hora infausta por los sudacas) Se lee en la prensa de este país -y supongo que en la de otros de Occidente- que todos los musulmanes quieren matar a nuestro autor, y se habla de barbarie del islam, de falta de civilización .He oído decir a algunos intelectuales (así se califican a sí mismos), como queriéndose congraciar conmigo (¡si serán tontos!) que nada tienen contra los judíos, pero que al primer moro que pretenda ejercer poder en España le cortarán el pescuezo. Y luego me vienen a hablar de 1992...
No, querido ayatolá, usted no tiene derecho de echar a perder la labor de quienes trabajamos por la tolerancia -religiosa, étnica, genealógica, ideológica vestimentaria, incluso moral convencidos de que nuestra especie no tiene futuro si no abraza la causa del pluralismo. Y, como le digo, en este momento las primeras víctimas de su condena son los musulmanes, que por cierto no se lo merecen.
Por favor, retire su condena por el bien del islam, que llegar a ser muchas veces milenario s usted no se opone. Y por el bien de nuestra especie, en vías de extinción.
