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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Horas difíciles para Gorbachov

LOS EXPERTOS soviéticos y los observadores extranjeros coinciden en que la situación económica de la URSS sigue siendo pésima, y el abastecimiento, desastroso: es el talón de Aquiles de la reforma de Gorbachov. El soviético de a pie no ha recibido ninguna ventaja material de la perestroika, aunque ésta tenga efectos políticos y culturales fundamentales. Estas dificultades en el plano económico no se pueden separar de la lucha en el seno del PCUS entre reformistas y conservadores. El pleno del Comité Central sobre agricultura que tiene lugar estos días lo pone de relieve. La decisión de pasar a formas de explotación privada -arrendando tierra en plazos de 50 años a los campesinos- es saboteada por el aparato comunista y por el propio miembro del Buró Político Ligachov, líder de la fracción que, sin oponerse abiertamente a la reforma, se esfuerza por vaciarla de su contenido renovador.En este contexto se van a realizar -dentro de 10 días- unas elecciones- generales en las que se enfrentarán, en muchos distritos, candidatos con posiciones dispares. A pesar de una ley electoral que se presta a las manipulaciones del aparato comunista, la campaña electoral ha permitido que las corrientes reformistas, incluso las que tienen posiciones democráticas más avanzadas que Gorbachov, hayan presentado candidatos. El clima de la campaña es muy caliente, sobre todo porque muchas de las figuras que más se han destacado durante la perestroika por sus posiciones radicales hablan en las asambleas y, superando barreras, han logrado su proclamación como candidatos. Está sucediendo algo completamente nuevo en la URSS: la discrepancia, la crítica, la confrontación de ideas, se convierten en algo normal y acceden a la televisión. Los efectos de este revulsivo son incalculables; el pluralismo tiende a ampliarse, y la perspectiva de una diversidad de partidos ha sido debatida en una serie de mítines electorales.

En este marco, el caso más espectacular es el de Boris Eltsin, destituido en 1987 de la secretaría del PCUS de Moscú y del Buró Político. Con un amplio apoyo popular, ha sido designado como candidato en la circunscripción de la capital. El otro candidato, Vorotnikov, uno de los máximos dirigentes del PCUS, optó por retirarse y escoger otro distrito, mostrando claramente la precaución de la dirección del PCUS, que preferiría restar carga política a la elección de Moscú. Hay ya un hecho irreversible: Eltsin, que reivindica una perestroika más efectiva y una democratización más radical, es hoy una de las personalidades más populares de la URSS, y su triunfo tendría enorme significación.

Otro hecho esencial es que la campaña ha conmovido la vida política incluso en lugares remotos. No es sólo un fenómeno moscovita. En muchos lugares, frente a los dirigentes consagrados -y hasta ahora intocables-, se han levantado jóvenes con actitudes críticas y espíritu de iniciativa que han aprovechado la situación para imponer, en ciertos casos, su candidatura. Quizá todo ello explique que algunos analistas soviéticos hablen ya del surgimiento de una nueva clase política, lo que parece algo prematuro.

¿Cuál es el sentido político de la batalla electoral? No es fácil responder porque la pasión se mezcla con la ambigüedad. Sería falso hablar de enfrentamiento entre Gobierno y oposición: o entre el PCUS y sus enemigos. Eltsin, por ejemplo, es ministro y miembro del Comité Central. Tomando los casos en que se enfrentan candidatos con perfiles políticos conocidos, cabe decir que el elector deberá escoger entre dos interpretaciones de la perestroika: una conservadora, que con frecuencia encubre un deseo de volver al pasado, y otra renovadora, partidaria de los cambios radicales. De ahí que los resultados que ofrezcan las urnas tendrán notable importancia para el futuro de la perestroika.

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