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La reforma política en la URSS

ENRIQUE PALAZUELO MANSOLas reformas planteadas por Gorbachov han desencadenado resistencias en los sectores más conservadores del régimen soviético que, en opinión del autor de este artículo, reflejan la magnitud del combate entre quienes representan los vestigios del pasado y los partidarios de cambios políticos en el sistema. El proceso de apertura se inició con importantes reajustes entre el personal dirigente, para abrir luego camino a la mentalización de que era necesario un cambio profundo en las estructuras políticas y sociales de la URSS.

El 13 de marzo del año pasado aparecía en Sovietskaya Rossia la ya célebre carta de Nina Andreeva que recogía las críticas fundamentales de los sectores conservadores opuestos a la perestroika, en tanto que estrategia para "transformar radicalmente todas las esferas de la sociedad soviética", según expresión de Mijail Gorbachov.Concebida como estandarte de las fuerzas de retaguardia y de oposición a la reforma, aquella carta causó inicialmente una aguda preocupación, hasta la respuesta aparecida en Pravda el 5 de abril. Sin embargo, esa iniciativa no hacía más que evidenciar la magnitud de la pugna latente que existe en la URSS: de un lado, los fuertes vestigios del pasado, que tienen una indudable presencia en toda la vida política y social; de otro lado, los sectores que apuestan resueltamente por la reforma, que han ocupado ya importantes parcelas del poder político y hegemonizan la vida cultural y social; en medio quedan amplios sectores políticos y ciudadanos críticos con el pasado, pero expectantes ante el curso de la reforma.

A la postre, aquel intercambio dialéctico jugó un papel activo en la aceleración de la reforma política, definitivamente planteada en la XIX Conferencia del PCUS, celebrada en junio de 1988.

Desde que se inició la reforma económica tres años antes, las modificaciones políticas se habían limitado a un profundo cambio del personal dirigente en todas las esferas y escalones del poder estatal.

Las primeras escaramuzas significaron el desplazamiento de gran parte del antiguo equipo de Breznev, y también de Grigori Romanov -auténtico candidato en ciernes a la jefatura del partido-. Ello permitió el asentamiento temporal de un nuevo equipo dirigente, liderado por Gorbachov y compuesto por algunos hombres de Andropov (Chebrikov, Ligachov), junto a otros relacionados con Kirilenko -el delfín desheredado en los años setenta- (Ryshkov, Vorotnikov), además de algunos supervivientes, como Gromiko.

Durante la celebración del 27º Congreso del PCUS siguió profundizándose el recambio de dirigentes y de organismos en las diversas instancia del partido y de la Administración estatal. Un paso más resuelto se adoptó en enero de 1987, cuando se formuló la necesidad de un proceso democratizador del conjunto de las estructuras sociales y políticas, acentuándose la crítica frente a la situación heredada, donde anidaban la ineficacia, el anquilosamiento y la corrupción.

Frente a ello se formuló la política de glasnost, donde se alternaban frases como "necesitamos la democracia como necesitamos el aire", junto a otras donde se reiteraba que "no se trata de transformar a fondo nuestro sistema político".

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Paralelamente al tejido social, comienza a despertar, recuperando importantes parcelas de soberanía ciudadana, antes monopolizadas exclusivamente por el Estado.

La iniciativa social promueve un creciente dinamismo cultural e intelectual, ejerciendo de facto sus derechos, antes secuestrados, y creando diversas formas de organización y de reivindicación frente a los poderes administrativos. Los presos políticos son liberados, los emigrantes pueden volver, muchos periódicos ejercitan el pluralismo de opinión y los lugares de reunión y manifestación van aumentando en todo el país.

Muchos dirigentes culturales, deportivos, municipales..., son cuestionados popularmente, y con frecuencia se ven obligados a dimitir, abriéndose un proceso de renovación basado en nuevas personas y nuevos métodos democráticos.

Cambio de actitud

La constatación del alto grado de deterioro de la situación, de los obstáculos encontrados por las primeras reformas aplicadas, del reclamo de protagonismo por parte de amplios sectores sociales y de que existían importantes sectores opuestos a la perestroika, todo ello fraguó un cambio de actitud política en el equipo dirigente.

A partir del verano de 1987, los líderes reformistas aciertan a formular un planteamiento más global de la reforma: no habrá grandes cambios económicos sin profundizar ese protagonismo social y sin alterar el propio sistema político.

Contra esa nueva actitud iba dirigido el escrito de Andreeva, pero generó un efecto contrario al esperado, pues apenas cuatro meses después la Conferencia del PCUS planteó por primera vez de manera inequívoca la reforma del sistema político (si bien su método y su amplitud son objeto de importantes controversias dentro y fuera de la URSS). Desde ese momento, el proceso político de la reforma discurre alrededor de las siguientes coordenadas:

a) La consolidación de un equipo dirigente plenamente identificado con la reforma. Las luchas y vicisitudes de esos años han descabalgado -provisionalmente- a ciertos dirigentes promovidos o mantenidos durante el primer período (Ligachov, Sokolov, Talizin, Dobrinin, Dolguij, etcétera) y ha forjado en torno a Gorbachov un equipo más homogéneo y resuelto, con Yakovlev, Medvedev, Shevardnadze, Razumovski y otros.

b) La modificación de la estructura política a partir de la institucionalización de un aparato de Estado amparado en una legalidad democrática, la transferencia de la soberanía del poder a los órganos populares y la separación de funciones entre el PCUS y el Estado.

La democratización del Estado deberá sustentarse en la garantía de los derechos y libertades ciudadanos, el cumplimiento de la legalidad, la posibilidad de control sobre el aparato administrativo y la descentralización y reducción del mismo.

La transferencia del poder real a los soviets elegidos desde la base de las circunscripciones territoriales y de las organizaciones sociales tendrá que significar el enterramiento de la estatalización absoluta que ha presidido la vida soviética casi desde sus inicios, abriendo la vía para la autogestión política y social.

Partido y Estado

La separación del partido-Estado requiere, de una parte, una redefinición específica de las funciones legales y legítimas del PCUS y de otras formaciones políticas, toda vez que el propio Gorbachov reconoce que la estructura política debe intentar concertar "la libre formación y revelación de intereses de clases y grupos". De otra parte, es necesaria una "completa regeneración de la democracia interna en el seno del propio partido", según acuerdos de la conferencia.

En ese camino, la reforma constitucional emprendida está teñida de un fuerte signo presidencialista y de un reconocimiento limitado y controlado de ciertas garantías democráticas. El proceso electoral hacia la formación de la nueva Cámara de Diputados Populares muestra los rasgos contradictorios y novedosos del proyecto. La vida política ciudadana revela los mismos signos, dentro de un dinamismo social cada vez más protagonista y de una pugna constante entre las fuerzas reformadoras (ciertamente heterogéneas) y las fuerzas guiadas por la inercia, el conservadurismo o directamente la añoranza del pasado.

c) La problemática nacional aflora y se extiende con características diferentes en Armenia, Azerbaiyán, el Báltico y la Transcaucasia. Ello significa la eclosión de una realidad enormemente dispersa, sólo homogeneizada durante decenios por la fuerza de la violencia estatal. Ahora pasa factura y, objetivamente, encierra un enorme potencial disgregador para la reforma económica y política. Los problemas no han hecho más que empezar.

es profesor titulado del departamento de Economía Internacional y Desarrollo de la universidad Complutense.

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