Latinoamérica y sus relaciones con la Comunidad Europea
RAMÓN CASILDA BÉJARLos efectos del endeudamiento externo de Latinoamérica, que según cifras recientes se aproximan a los 420.000 millones de dólares, de los cuales, aproximadamente, de 165.000 millones a 185.000 se adeudan a los países de Europa occidental, deben ser un motivo de reflexión, afirma el autor, en unos momentos en que la resistencia a las medidas de ajuste pone en peligro a las democracias.
En términos generales, Europa participó con plena conciencia en el endeudamiento externo latinoamericano de los años setenta y principios de los ochenta. Bien sabemos que no es posible tratar todos los casos por igual sino que habría que considerar las circunstancias específicas de cada país latinoamericano y su capacidad para hacer frente al servicio de la deuda. Sin embargo, visto el problema en su conjunto, lo que se plantea crecientemente es que los países latinoamericanos -como, por lo demás, la mayoría de los de África y Asia- no podrán pagar el principal de su deuda externa sino que estas obligaciones tendrán que ser objeto de continuas renegociaciones.Se afirma que la actitud de los bancos comerciales europeos es, por un lado, más conservadora que la de los estadounidenses, por lo que su insistencia en el pago puntual y cumplido de los intereses es mayor. Se dice, por otra parte, que los bancos europeos podrían ser más flexibles en casos concretos, pero que no darían un solo paso heterodoxo global o general.
Si se examina a fondo el problema del servicio de la deuda externa, se encontrará que el país deudor sólo tiene una forma de pagar: conseguir un excedente de exportaciones de bienes y servicios. El mecanismo de la transferencia real, es decir, en bienes y servicios, quedó expuesto con toda claridad en las controversias de la posguerra de 1919, a propósito de las reparaciones que se exigían a Alemania y con relación, además, a las deudas interaliadas. John Maynard Keynes, actor importante en aquella época, lo dijo claramente: "Quienes crean que Alemania puede pagar anualmente cientos de millones de libras esterlinas deberán especificar con qué mercancías concretas se podrá hacer el pago y en qué mercados habrán de colocarse dichos productos". Igualmente se desarrolló también una controversia teórica sobre elasticidades-ingreso contra elasticidades-precio, en la que participaron Keynes, Ohlin y Rueff, que hoy, junto con el planteamiento básico de la transferencia real, podría aplicarse a Latinoamérica. La enseñanza histórica es que deudas externas de gran monto, equivalentes, como las reparaciones, a un porcentaje elevado del producto interior bruto, no pueden pagarse porque no es posible generar el excedente necesario de exportaciones. Aún más, si este excedente se generara, los países no aceptarían un excedente de importaciones, o sea, en principio, un déficit de balanza de pagos. Por ello, en cuanto al principal de las deudas, lo más prudente sería que, como se apuntó, se sigan renegociando... indefinidamente.
Sin embargo, los mismos principios tendrán que acabar por aplicarse al pago de intereses. Mientras éstos fueron de reducida magnitud, al menos nominalmente, como hasta las I y II Guerras Mundiales, los países deudores no consideraban dichos pagos como un problema mayor. Cierto que a veces entraban en mora, y de hecho en los años treinta, a raíz de la crisis económica mundial de entonces, hubo moratoria general, todos los países latinoamericanos, excepto Argentina, faltaron a sus obligaciones por concepto de deuda. En el mejor de los casos, los intereses, como en el siglo XIX, se capitalizaron, y al fin se llegó a arreglos con los comités de acreedores para liquidar por poco dinero la deuda pendiente y así comenzar de nuevo con préstamos del Banco Mundial, del Eximbank y, desde 1961, del Banco Interamericano de Desarrollo.
Transferencias al exterior
Hoy día, los intereses son elevados en términos reales y gigantescos en su monto, representando una parte significativa del producto interno bruto de los países deudores. Su pago equivale a transferir al exterior una parte muy cuantiosa de ahorro nacional, sin posibilidad de emplear estos recursos para el crecimiento y el desarrollo. Tan sólo para pagar intereses habría que generar un excedente de exportaciones de bienes y servicios en los principales deudores latinoamericanos que la realidad está demostrando esta imposibilidad. Aun así, en términos generales, habría que ver el lado opuesto de la ecuación, es decir, investigar si los acreedores estarían dispuestos a aceptar un excedente de importaciones (déficit comercial) en su comercio con los deudores.
En este punto retomamos el problema de la política comercial europea. En las discusiones acerca del servicio de la deuda externa latinoamericana -por ejemplo, con motivo del llamado Plan Baker- se insiste en que el nuevo crédito externo deberá servir, entre otras cosas, para impulsar el crecimiento económico y, en particular, el de las exportaciones. Bien: ¿exportaciones a dónde y de qué productos? Si se tratara de generar excedentes de exportación a Estados Unidos, basta recordar que éste es también un país que en la práctica mantiene posiciones muy proteccionistas en todo lo que considera sensible o que amenaza a determinados sectores, y que quiere fomentar sus propias exportaciones a Latinoamérica; todavía más, que Estados Unidos opera ya con un déficit en cuenta corriente que, por su monto, tendencia y características, constituye un problema principal de su política económica. ¿Sería razonable pensar que Estados Unidos estaría dispuesto a incrementar su déficit para permitir que Latinoamérica le pague el servicio de la deuda externa o tan siquiera los intereses?
¿Podría entonces pensarse que Europa Occidental, que en general no es tan deficitaria en sus transacciones corrientes con Latinoamérica o cuyo déficit suele ser de menor importancia relativa -y en el caso de algunos países europeos hay superávit-, pudiera cooperar en la solución del problema del servicio de la deuda externa de Latinoamérica, admitiendo más abiertamente los productos de ésta en su mercado para que dicha región pueda generar los excedentes de exportación necesarios? Si la respuesta fuera positiva, se estaría esbozando una nueva estrategia en las relaciones económicas entre Europa y Latinoamérica, aunque sólo pudiera llevarse a la práctica a mediano plazo. Europa asumiría un papel que tenía casi abandonado desde la II Guerra Mundial, el de absorber los excedentes comerciales latinoamericanos. Si se lograra, ello redundaría también en una mayor corriente de inversiones directas y en otras transacciones, incluida la tecnología.
Participar en el desarrollo
En una nueva estrategia de este tipo, Europa tendría que abandonar el actual enfoque de estrecha perspectiva en términos de prestatario, para marchar hacia una participación activa en el desarrollo latinoamericano. En lugar de ser recaudadora de intereses y de insistir en la necesidad de la apertura incondicional latinoamericana a la inversión directa, y de reiterar las razones por las que la política comercial de la CE sigue siendo proteccionista en la práctica. Esta situación de ambigüedad es analizada por el Sistema Económico Latinoamericano (SELA) en un documento que lleva por título La situación económica de la Comunidad Europea y sus relaciones con América Latina.
En este documento se recogen como avances los convenios de cooperación suscritos con el Pacto Andino (Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú y Venezuela) y América Central, enmarcados dentro del desarrollo de una política comunitaria de potenciación de sus relaciones comerciales con Latinoamérica.
En el terreno de las cifras, las exportaciones de Latinoamérica hacia el Mercado Comunitario se cifraron en 20.000 millones de dólares en 1986, lo que representa una disminución de un 13% en relación con lo exportado en 1985.
Durante 1987 aumentaron las ventas en un 7%, pero globalmente sigue subsistiendo un descenso en el nivel exportador del 6% en relación con 1985.
En conclusión, se puede afirmar que el Mercado Comunitario ha perdido importancia como destino de los productos latinoamericanos.
A este respecto, la posición española la considero vital de cara a reforzar esta nueva dimensión del problema de la deuda, que lentamente, pero de modo continuo, se va abriendo camino en los distintos foros internacionales: la dimensión política. Y esto es así en la medida en que la necesaria solución del problema de¡ endeudamiento de los países latinoamericanos y, en general, de los países en desarrollo, exige por cuantía la adopción de una solución global que tome en consideración los intereses de los distintos elementos que intervienen: los bancos internacionales, los países deudores y los Gobiernos de los países industrializados.
Sin embargo, la realidad pone de manifiesto que todos los intentos que se han llevado a cabo para solucionar el problema adolecen de un defecto común: hacen prevalecer intereses políticos concretos sobre la construcción de una visión global y de futuro del problema; la bilateralidad en la contraposición de intereses hace peligrar la estabilidad del sistema financiero internacional en base a la existencia de una vulnerabilidad recíproca de deudores y acreedores.
No es lógico, por tanto, pensar ni en la subordinación indefinida de las economías latinoamericanas, a esquemas de ajuste externo, destructoras de riqueza y de logros acumulados en las últimas décadas, que desembocan en un proceso de autoliquidación y cesación formal de los pagos de la deuda externa ni tampoco en la impermeabilidad de tales medidas para las economías de los países industriales.
La situación de insolvencia internacional en que se encuentran estos países nos confronta, pues, con este dilema: ¿cederá el poder económico-financiero parte de su papel preponderante al poder político-soberano de los países deudores?
es director general de Agefinsa.
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