Anversoy reverso del deseo
Alguna gente, libro de retratos de Robert Mapplethorpe, se abre y se cierra con sendos autorretratos, al tiempo gemelos y contrarios, del fotógrafo de Nueva York. Fronta¡¡dad absoluta, el encuadre y la actitud son prácticamente Jdénticos, y sin embargo, nos muestran dos Mapplethorpes opuestos, anverso y reverso de esa moneda que es el libro en el que se encierran sus miradas sobre otras gentes.Más allá de la anécdota sobre la bipolaridad sexual de esos autorretratos, en la imagen viril y en la travestida, la doble imagen de Mapplethorpe es como una declaración acerca de su poética, hecha de facetas que son formas especulares de una misma identidad.
Sobre esa tensión armónica de opuestos aparentes se construye todo el universo fotográfico de su autor.
Rostros célebres y otros que alcanzan su áura mítica en la belleza de estos retratos, penes descomunales cuya supuesta carga de obscenidad se disuelve en una pura fascinación escultórica y flores que adquieren una ambigua e inquietante sensualidad casi antropornórfica.
La vertiente más perversa, en apariencia, de algunos de los temas de Mapplethorpe se impregna, a su vez, de esa inversión de polos. Los desnudos masculinos, los cantos fálicos, las escenas sexuales, son en su obra algo bien distinto a la dimensión de escándalo que suelen generar.
En la mirada que los fija sobre el papel confluían en uno mismo los dos rostros de los autorretratos de su autor, reconociendo como uno solo el objetivo de aquella avidez que, para Susan Sontág, documentan las fotos de Mapplethorpe: el deseo del deseo y el deseo de la belleza, perseguidos sin máscara, hasta el final, como una misma cosa.
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