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Buenas intenciones

La conferencia sobre la disminución de la capa de ozono que ha finalizado en Londres ha ayudado, sin duda, a clarificar las actitudes internacionales respecto al problema. Nadie puede negar ahora que existe un serio peligro para el planeta, hecho que es en sí mismo un gran avance si se tiene en cuenta el escepticismo que se mostraba recientemente.Los países industrializados están de acuerdo en que deben tomar medidas para restringir la producción de los clorofluorocarbonos (CFC), sustancias que destruyen el ozono. Los países en vías de desarrollo, que no niegan que los CFC deben ser eliminados, han pedido ayuda exterior para poder estar en condiciones de hacerlo.

El mundo industrializado ha prosperado mediante procesos que han resultado ser perjudiciales. Si a las naciones en vías de desarrollo se les previene de seguir la misma senda, sería justo que tuvieran una compensación. Pueden evitar los procesos de industrialización que implican el uso de clorofluorocarbonos, como refrigeradores y aerosoles, pero sólo a un alto coste, como Margaret Thatcher reconocía en su intervención del martes pasado. Admitió además que los países desarrollados tienen el deber de ofrecer la ayuda solicitada.

Pero aunque la conferencia ha sido un paso muy positivo, sobre todo con vistas a futuros encuentros internacionales, la dificultad de pasar de las buenas intenciones a los hechos no debe ser menospreciada.

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9 de marzo

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