Capa caída
Durante muchos años, los madrileños han cantado las excelencias de su ciudad con aquel precioso eslogan que les convierte en la penúltima estación antes del cielo. "Y en el cielo un agujerito para ver Madrid", dicen los más entusiastas. Y a fuerza de decirlo se empezaron a romper las costuras celestiales por ese forro fino y deshilachado que el planeta tiene en la entrepierna antártica. Años después, repasando las fundas del mundo, las costureras cósmicas descubrieron un nuevo rasgón en el Polo Norte. Se caía la capa. Y el primer mundo, que suele vivir por estas latitudes, empezó a alarmarse esta vez en serio. Incluso algún ministro español se ofreció para zurcir el agujero aun a costa de ca...
rgarse el refranero.Se reunieron en Londres los representantes de 120 países para poner hilo y aguja a la cuestión y el hecho tenía la emoción de las grandes epopeyas de despacho. Era la primera vez que las tribus se reunían ante el temor de que el ciclo cayera sobre su cabeza. Por las fotografías de la sesión se intuía el semblante grave de los asistentes, como antiguos pompeyanos ante el rugido del Vesubio o burgomaestres renacentistas sellando las puertas de la peste negra. Se trataba de reducir la producción de los famosos CFC, unos pérfidos productos comeozono que tanto sirven para fijar el pelo como para enfriar neveras. También se traga el ozono el C02 de los coches y las industrias, pero de eso no se habla por ahora. Lo importante es parar la producción y buscar soluciones en nuevas y carísimas tecnologías, que el primer mundo tiene y que el tercero ni sueña en poseer jamás.
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