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El triunfo de un sesentón

El anuncio de Rigoletto, uno de los títulos más populares de Verdi y de todo el repertorio operístico italiano, con un reparto encabezado por Alfredo Kraus, Patricia Wise y John Rawrisley, había despertado expectación muy grande. Se multiplicaron las peticiones de entradas, se buscaban con afán por los alrededores de la Zarzuela a posibles revendedores y se animaron, como en los días de excepción, los palcos de todos los pisos.La crónica social registraría muchas caras conocidas de la política, las finanzas, la cultura o los espectáculos. También, o por lo mismo, el talante de un público mixto que curiosamente reaccionó con mayor exigencia que la habitual. Pues, para empezar hay que anotar en el haber de la temporada de la Zarzuela un buen Rigoletto aunque no se trate de uno de esos, tan raros, que hacen historia.

Rigoletto

Teatro Lírico Nacional la Zarzuela Rigoletto, ópera de Francesco Maria Piave, basada en Victor Hugo, música de Verdi. Intérpretes: Alfredo Kraus, John Rawnsley, Patricia Wise, Miguel Ángel Zapater, Eleonora Jankovic, Lola Casariego, Ismael Pons, Mario Valdivielso, Angel Gonzalo, Fernando Balboa, Adriana Díaz, Jesús Valderrábano y Carmen AparicioDirección musical: José Collado. Escenarios, figurines y dirección escénica: Pier Luigi Samaritani. Coreografía: Ray Barra. Director del coro: Ignacio Rodríguez. Orquesta Sinfónica de Madrid, titular del TLN. Coro del TLN. Teatro de la Zarzuela, 8 de marzo.

Rigoletto, el primer gran triunfo verdiano y, acaso, la primera ópera en la que el genio de¡ compositor de Parma se realiza plenamente, es bastante dificil de montaje e interpretación musical.

El hecho de que cualquier aficionado conozca los temas principales y hasta los tararee con frecuencia no quiere decir que estemos ante algo fácil. Todo lo contrario: lograr que todo funcione en Rigoletto es algo tan deseable como improbable.

La sobreintendencia del Teatro Lírico Nacional contrató, esta vez, la producción que de Rigoletto presentara en 1987 el Teatro Regio de Parma en la que Pier Luigi Samaritani se encargó de los escenarios, los trajes y la dirección escénica del espectáculo. En general todo se resolvió con acierto y atractivo, sin pretensiones innovadoras pero sin ceder tampoco al tópico más tradicional.

Si los rojos del primer cuadro, con la mesa dispuesta para el festín, daban, por sí mismos, idea de una suntuosidad propia del señor duque de Mantua, el segundo cuadro y el acto tercero tuvieron algo de ilustración romántica estilizada y envuelta en un misterio muy propio del repertorio romántico: la noche, el amor, la muerte y la tormenta se alian en una viva y gran estrofa.

Límites

La escena, en Verdi, se entraña estrechamente con la música. No se sabe bien dónde empieza una y dónde acaba otra; ni es claramente diferenciable la acción musical de la dramática. Es la gran virtud del genio verdiano que logró sustancialidad teatral en todos y cada uno de los variados elementos que la ópera pone en juego.

Dicho esto, hay que pensar en la importancia de la dirección musical y en la calidad de los elementos a sus órdenes. José Collado es maestro muy habituado al género y en no pocas ocasiones ha recibido los aplausos del público operístico madrileño y baste recordar Simon Bocanegra, El Cid, Elixir de amor o La Traviata.

En esta ocasión no rindió de igual modo, quizá por no tener los ensayos necesarios -Rigoletto precisa de bastante preparación- y hasta por una actitud, muy impropia en el maestro valenciano, un tanto limitada, más cohibida que comedida. Saber que no todos los detalles iban a estar en su punto puede ser razón para coartar la labor de un buen profesional y José Collado lo es.

Lo cierto es que "pagó el pato" y recibió bastantes protestas en medio de un clima desilusionado. Tanto que, al final de la representación, bastaron tres o cuatro salidas de los intérpretes entre aplausos que no pueden ser calificados de entusiastas. Rindió bien el coro y no hubo novedades dignas de mención en el movimiento general de la escena.

Alfredo Kraus, el favorito de la noche, puede presumir de juventud triunfante cuando ya ha cumplido 61 años. Sólo unos dones, un saber y un dominio tan magistrales como los suyos pueden ofrecer el gran espectáculo de su línea bellcantista y su seguridad al atacar con brillantez los agudos, en algún caso bastante más firmes que los de su pareja.

Progresivamente Kraus fue creciéndose hasta desembocar en un tercer acto magnífico con una Donna é mobile que nada tiene que envidiar a la de sus horas juveniles.

Encanto

Patricia Wise dió encanto al personaje de Gilda, en lo teatral y en lo musical. No fue la suya una actuación deslumbradora durante el estreno, pero sí un raro ejemplo de alta musicalidad en lo que no quedó a la zaga el barítono John Rawnsley, más lírico que dramático en un personaje como el de Rigoletto que es fundamentalmente trágico. Muy bien la Magdalena de Eleona Jankovic y auténtica sorpresa los medios vocales, la nobleza y el estilo de Miguel Ángel Zapater en Sparafucile.

El resto del reparto mantuvo el nivel propio de una representación en teatro estable que', en muchos lugares europeos, y ante públicos menos extremosos que el nuestro habría constituido un claro éxito. Aquí, prácticamente, lo obtuvo en grado máximo sólo el tenor Alfredo Kraus. Todo lo demás quedó un poco en sombras.

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