Los británicos rechazan la inminente reforma sanitaria
La mayoría de los médicos de familia y de los ciudadanos británicos rechaza el proyecto de reforma del National Health Service (NHS, sanidad pública) que el Gobierno de Margaret Thatcher desea emprender en 1991. Los médicos no creen que vaya a mejorar la calidad de la actual oferta, y los pacientes repudian una receta que ven como garantía de peor servicio. El ministro de Sanidad, Kenneth Ciarke, confía en que se acallen las críticas cuando los afectados conozcan mejor el plan.
El 80% de los médicos de familia del Reino Unido piensa que la reforma del NHS no va a mejorar Ia atención al enfermo, según los datos que publica en su número de marzo la revista especializada Medeconomics, que reciben los 33.000 médicos de familia de las islas. El mensual planteó en su anterior número un cuestionario a sus lectores, que contestó casi el 9% de ellos, unos 2.800. De esta muestra, considerada representativa por la revista, se deduce que más del 80% cree que habrá mayor control gubernamental sobre la dispensación de sus servicios, y algo menos del 90% terne que su independencia de criterio profesional se vea limitada. Lo único que ofrece algo de alivio al Gobierno es que la tercera parte de los colegiados cree que los planes supondrán una niejora en la gestión hospitalaria.Clarke considera que este rechazo deriva de falta de información, y espera que cuando los ri-lédicos tengan un conocimiento rnás amplio del que él mismo califica de "muy complicado" plan de reforma, quedarán convencictos de su bondad. El proyecto gubernamental pretende incluir tina filosofía de gestión empresarial en la provisión de la sanidad, con los médicos ejerciendo un control gerencial que muchos creen acabará por anteponerse a la atención al enfermo. "No quiero que los médicos de familia se conviertan en contables", dice Clarke, haciéndose eco de la más dura de las críticas recibidas. "Lo que deseo es que tengan mayor poder de decisión sobre el destino del dinero dedicado a sus pacientes".
En la calle, el 71 % de los consultados por Gallup desaprueba las reformas planteadas, y el 68% piensa que el NFIS no está seguro en manos de los conservadores. De cada 100 británicos, 69 creen que el Gobierno quiere privatizar la sanidad.
El Gobierno presentó hace tres semanas las directrices generales de la reforma. Destacan entre ellas la voluntad gubernamental de incitar a los 2.000 hospitales públicos a gestionarse autónomamente, anunciando sus servicios y cubriendo gastos mediante presupuesto estatal directo y la explotación de otras fuentes de recursos (desde contratos con otros hospitales al pago de servicios por los pacientes).
Enfermos de segúnda clase
A los médicos de familia que tengan que administrar un presupuesto y buscar para sus pacientes hospitales con servicios más asequibles se les quitará la responsabilidad económica sobre aquellos enfermos cuya atención médica supere el millón de pesetas. Ésta es una modificación clave, pues se vaticinaba que en vista de las restricciones presupuestarias muchos médicos se verían obligados a desentenderse de enfermos crónicos y ancianos.Los médicos, sin embargo, tendrán que esforzarse para rebajar los 400.000 millones de pesetas que cada año se gastan en recetas. El Gobierno quiere que haya mayor control interno de las actuaciones de los médicos y propone que las recompensas monetarias, que permiten a algunos duplicar sus ingresos, sean revisables cada cinco años y no concedidas de por vida. Además, el NHS será abierto a gestores ajenos a la sanidad.
La oposición -laboristas, demócratas y socialdemócratas- estima que los recientes documentos publicados por el Gobierno son "ocho nuevos pasos en el camino para acabar con el NH S", según el portavoz laborista Robin Cook. El electorado le da la razón, y según el sondeo de Gallup, la ventaja conservadora sobre los laboristas es ya sólo de 1,5 puntos. Antes de anunciarse la reforma era de 8,5 puntos. Dos sondeos publicados ayer enjugaban completamente esta diferencia y uno de ellos ponía a los laboristas un punto por delante de los conservadores.
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