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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La política económica

LOS ÚLTIMOS datos relativos a la marcha de la coyuntura han suscitado dudas y alarmas cuya justificación hay que encontrarla a veces más en el ánimo de quienes las interpretan que en la fría realidad de los hechos. El aldabonazo más espectacular ha sido el del índice de precios al consumo, que con un 1% de aumento en enero ha colocado la tasa interanual de inflación en el 6,3%, cifra sin duda excesiva, que ha puesto inmediatamente en cuestión la viabilidad del objetivo del Gobierno en esta materia. Con. semejante inicio era prácticamente imposible alcanzar el 3% propuesto, y la decisión de abandonarlo obedece a la más elemental prudencia política.Menos sentido tiene, sin embargo, la renuncia a establecer un nuevo objetivo; se trata de una decisión insólita que carece de justificación. Los agentes económicos tienen pleno derecho a conocer, 3, criticar si lo desean, los planes del Gobierno en una materia que condiciona, en buena medida, sus propios proyectos. El Gobierno tiene razón cuando afirma que limitar la inflación sólo tiene sentido cuando cuenta con un cierto grado de comprensión social, algo que, evidentemente, no se ha dado en los últimos tiempos. Si los sindicatos o los empresarios denuncian un objetivo de inflación y acuerdan alzas salariales que nada tienen que ver con el mismo, las cifras oficiales se convierten inmediatamente en letra muerta y sólo sirven como armas arrojadizas en la lucha política o como elemento de reivindicación de los asalariados que pactaron de buena fe sus remuneraciones con arreglo a las previsiones oficiales. Pero al mismo tiempo, para que los fines del Gobierno sean comprendidos y aceptados, es preciso que no se distancien excesivamente de las percepciones acreditadas en la sociedad: los responsables de la política económica deben ser exigentes en cuanto a sus aspiraciones, pero deben también calibrar la receptividad social de las mismas. A eso se ha llamado desde siempre hacer política, y no puede decirse que en los últimos tiempos hayamos asistido a ejemplos deslumbradores de la misma. Cuando se pretende suplir la falta de adecuación de los objetivos a la realidad con gestos autoritarios, entonces comienzan a descenderse los peldaños que llevan inevitablemente a la confrontación y al desastre.

Por lo demás, los datos publicados estos últimos días arrojan una luz matizada sobre la marcha de la economía. El incremento de la inflación no es sólo un fenómeno español: en los países de la CE, la inflación pasó del 2,6% en diciembre de 1987 al 4,4%. en diciembre de 1988, por lo que el diferencial con España se redujo en seis décimas. No es que haya que encontrar consuelo en el mal de los otros, pero las cifras de la CE permiten, al menos, relativizar nuestros propios problemas. El endurecimiento de la política monetaria es una realidad en la mayoría de los países europeos, aunque en ninguno se ha permitido el gobernador de un banco central advertir que el endurecimiento de la política monetaria provocaría más paro que en otras ocasiones por ser mayor el número de trabajadores con empleos temporales. La lucha contra la inflación sigue siendo una aspiración esencial: los sindicatos deberían prestar más atención a las consecuencias del aumento de los precios y abandonar el discurso, propio de otras épocas, según el cual los aumentos salariales nada tienen que ver con el ritmo inflacionario. En realidad, el interés de todos y cada uno de quienes viven de su trabajo es que aumenten sus ingresos reales; lo importante, desde esta perspectiva, es el reparto de los crecimientos de la productividad, algo que hasta ahora ha desempeñado un papel relativamente secundario en las discusiones salariales.

Los otros datos sobre la coyuntura que se han dado a conocer estos días permiten, en cualquier caso, una cierta dosis de esperanza en cuanto a la marcha de la economía. El empleo asalariado aumentó fuertemente en el último trimestre del año (más de 100.000 personas), y como al mismo tiempo se redujo la población activa, la tasa de paro se redujo sustancialmente: un punto y medio menos que en el último trimestre de 1987. Por su parte, los datos del comercio exterior correspondientes al mes de enero muestran un ensanchamiento del déficit comercial en relación con el correspondiente a enero del año pasado, pero la tendencia de los últimos meses ha ido hacia la reducción del mismo como consecuencia, esencialmente, del crecimiento de las exportaciones.

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Si hay algo que la política económica debiera preservar a toda costa, ese algo debiera ser el mantenimiento del proceso inversor. Gracias al aumento de las inversiones en los últimos años ha sido posible mantener un elevado ritmo de crecimiento y la creación de centenares de miles de puestos de trabajo. Y aunque es cierto que muchos de estos nuevos puestos son temporales, lo cierto es que su creación ha suscitado, por primera vez en muchos años, la esperanza en centenares de miles de jóvenes. Se trata de un hecho fundamental que debe ser reconocido por todos y valorado positivamente, y que puede cimentar, si se abandonan las actitudes arrogantes de unos y otros, las bases de un nuevo diálogo social.

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