Con la guerrilla afgana
La ciudad de Jalalabad, objetivo de una de las más sangrientas batallas del conflicto bélico afgano
ENVIADA ESPECIAL A bordo de una ambulancia y vestida a la manera paquistaní -con un velo negro que, como una capa, oculta la silueta, incluida la cara-, cruzo la frontera afgana desde Pakistán con la guerrilla. Estamos en la ruta de Kabul, a casi 300 kilómetros.
Hasta las cercanías de Jalalabad, la única ciudad importante en la marcha hacia la capital, atravesamos unas pocas aldeas abandonadas. Es una tierra desolada por la guerra, donde ni siquiera se escucha el ladrido de un perro. El olor a pólvora se intensifica. De las mo ntañas llega el eco de los cañones.
"¡Al refugio, al suelo!", gritan los muyahidin que acompañan a los periodistas (seis italianos ' un estadounidense y una española). Se oyen dos explosiones y, cuando vuelve a reinar el silencio, puede verse a lo lejos la humareda y el movimiento del carro de combate que ha disparado.
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En territorio 'liberado'
Viene de la primera páginaA 13 kilómetros de la ciudad sitiada de Jalalabad, por la carretera internacional que une la capital afgana, Kabul, con Peshawar, al otro lado de la frontera con Pakistán, se encuentra Barikau, el punto por el que se inicia el anillo rebelde que sitia la ciudad más importante del este de Afganistán y capital de la provincia de Nangahar.La zona comprendida entre el paso fronterizo de Khyber hasta Barikau (61 kilómetros) es territorio liberado desde el pasado mes de noviembre. "Son ellos [el Ejército afgano] los que disparan para obligarnos a retroceder, pero no lo conseguirán", afirma el comandante Shemali, que a sus 22 años tiene 400 guerrilleros a sus órdenes, seis carros de combate y dos vehículos armados.
Campos quemados, casas con apenas una pared en pie, carros de combate y vehículos militares destrozados y volcados en los arcenes se extienden a lo largo de la vía como vestigios de los combates pasados. Pero. lo que más impone es la falta de gente, ese atravesar kilómetros y kilómetros de ruinas sin que aparezca vida humana.
Sólo de cuando en cuando se cruzan camiones con muyahidin, y al dejar la carretera general se descubre a algunos pastores con ovejas o camellos.
Cerco 'muyahidin'
El cerco muyahidin a Jalalabad, efectuado por 18.000 hombres bien armados, se estrecha por el Noroeste y por el Sureste hasta sólo cuatro kilómetros de distancia de la ciudad, pero continúa abierto por el Oeste, en la carretera que enlaza con Kabul. Ésta es el cordón umbilical de la ciudad, por donde reciben los víveres sus más de 200.000 habitantes.
La XI División Acorazada y varias milicias, en total unos 10.000 fíeles del régimen de Mohamed Najibulá, defienden Jalalabad, la primera gran ciudad de Afganistán abandonada por las tropas soviéticas tras la firma del Acuerdo de Ginebra. El acuerdo fijaba la retirada del Ejército Rojo del vecino país entre el 15 de mayo de 1988 y el 15 de febrero pasado.
El comandante Shemali, perteneciente al Frente Nacional Islámico de Afganistán (NIFA), uno de los tres partidos moderados de la alianza rebelde suní, señala que aún no se ha llegado a una decisión sobre el ataque a Jalalabad.
Fuentes muyahidin aseguran que se ha pedido a los infiltrados en la ciudad que convenzan a la población para que se rinda o que se vaya "antes de un mes". De hecho, todos parecen convencidos de que Jalalabad, por su importancia estratégica, no se tomará sin combatir.
Según Shemali, las diferencias que dividen a los políticos de la Alianza "son menores en el campo de batalla, y la mayoría de las operaciones se realiza tras un shura [consejo consultivo] de los comandantes de la zona".
La bandera del NIFA (negra y, sobrepuesto en dorado, la profesión de fe musulmana: hay un solo Dios, y Mahoma es su profeta) ondea en Torjam, el prime pueblo afgano tras atravesar la frontera paquistaní, y en los muchos puestos de control que hay en la carretera. Sin embargo, al tener segura la zona, la mayoría de sus hombres se ha desplazado ya hacia el noroeste de Jalalabad.
A lo largo del cerco de la ciudad, las guerrillas musulmanas del Hezbi Islam¡, de Yunus Jalis son las más fuertes. Los hombres que dirige Abdul Sayaf (Itihadi Islam¡) y los del extremista Bulbudin Hezkrnatiar tienen cierta presencia en el Norte, mientras que en el Sur hay también guerri llas del Jamiat Islam¡, de Burha nudin Rabani.
Consejeros paquistanies
"No tenemos consejeros militares paquistaníes porque no los necesitamos. Ellos no son superiores a nosotros, y tampoco están por venir al campo de batalla", afirma Shemali para desmentir las informaciones de que Pakistán apoya militarmente a la guerrilla afgana. La quietud de la noche es interrumpida por los bombardeos. "No se atreven a volar de día. Saben que con nuestros stinger les alcanzaríamos". El Ejército de Najibulá, las milicias y los agentes del Servicio de Seguridad Nacional (KHAD) han formado tres anillos defensivos en torno a Jalalabad.
Cuando, como en Barikau, la guerrilla está lejos, llega a haber hasta tres kilómetros de zona de nadie entre el anillo gubernamental y el de la resistencia musulmana. El avance guerrillero en éstos parece imposible debido a la llanura del terreno y a la falta de árboles y vegetación para esconderse. El Ejército guarda las colinas que circundan Jalalabad, y en cada pico puede verse una guarnición.
Sin embargo, esas características son las mismas que entre Torjam y Barikau, y esa área ya está liberada. Según Abdul Azzif, funcionario político del NIFA, Torjam no pudo tomarse antes de noviembre porque el Gobierno paquistaní no les dejaba bombardear el pueblo. "Tenían miedo de que se escapara algún misil y de que los soviéticos o los afganos hicieran incursiones punitivas en su territorio'.
Azzif, de 41 años, se escapó en 1984 de Kabul, donde era profesor de inglés en la Escuela de Comercio. "El KAHD trató de cogerme muchas veces, pero no lo lograron porque no tenían documentos que lo probaran, aunque sabían que trabajaba para los muyahidin", asegura. "Cuando el peligro fue mayor me escapé, y mi familia logró llegar a Torjam en autobús desde Kabul con un permiso especial obtenido por mi suegro, que contó que su hija, casada con un alto militar, estaba muy grave y necesitaba tratamiento en Pakistán".
Azzif y su familia, como otros cinco millones de refugiados afganos en Pakistán e Irán, sueñan con el día en que puedan volver a su país. Diez años de guerra les ha dejado una nación arrasada, en cuyos campos yermos sólo se mueven al viento los banderines de colores colocados sobre las tumbas de más de un millón de muertos.
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