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39º FESTIVAL DE CINE DE BERLÍN

Aplausos y sonrisas para la comedia española 'El vuelo de la Paloma', de García Sánchez

Una de las secciones más libres, interesante y concurrida de la Berlinale es la de Panorama, compuesta por el gran número de películas que han sido descartadas por el comité seleccionador de la sección oricial. Hace un año, en esta misma sección, el filme de Almodóvar La ley del deseo se convirtió en el éxito más rotundo del festival. Este año, si se tiene en cuenta la facilidad con que conectó con el público, otro tanto le puede ocurrir a El vuelo de la Paloma, dirigida por José Luis García Sánchez, cuya agilidad contrasta con la solemnidad que caracteriza hasta ahora a la sección en concurso.

El vuelo de la Paloma está apoyada en un excelente guión de Rafael Azcona y en un largo reparto en el que más de una docena de intérpretes entran en competición recíproca para, a medida que la película avanza, conjuntarse con tanta facilidad que consiguen una creación coral memorable.En las películas de García Sánchez suele haber algo especialmente brillante -algún gag, algún personaje, alguna réplica, alguna situación- que destaca del resto y desequilibra el conjunto. No es éste el caso. En El vuelo de la Paloma hay un engarce muy bien acabado entre todos los elementos, lo que hace de ella una película equilibrada, de la que resulta difícil aislar de la memoria alguna secuencia especialmente distinta, relevante o afortunada. Se recuerda todo, porque todo en ella conforma una sola gran secuencia sin respiro, donde no hay momentos menos graciosos e inspirados que otros. Todo encaja, nada sobra. Estando llena de infinidad de afortunados detalles, su mejor fortuna hay que buscarla en su unidad.

Sainete

En clave de sainete madrileño, José Luis García Sánchez y Rafael Azcona organizan un original y divertidísimo fresco sobre la vida española actual, en el que las cosas más dispares y disparatadas encajan recíprocamente en un rompecabezas perfectamente ordenado, resuelto por el director con maestría y un buen humor que multiplica su valor a causa de su escasez en el cine actual.El público berlinés, durante la proyección del filme en el Atelier, así lo reconoció con sus carcajadas, que se sucedían en dos tiempos: primero las inmediatas de quienes entendíamos los diálogos en directo y después las retardadas de quienes tenían que descifrarlos en los subtítulos.

Fue una fiesta de reconciliación con un aspecto demasiado olvidado por el cine europeo actual, precisamente cuando más lo necesita: la pantalla como lugar de disfrute, como fuente de juego, de ese nada inocente juego de una comedia erizada toda ella por el sarcasmo, pero al mismo tiempo rebajada por la generosidad de los actores con sus personajes, unos tipos absurdos e intolerables con los que el espectador acaba identificándose por obra y gracia de quienes los defienden.

Una vez más, el Festival Internacional de Cine de Berlín es una buena plataforma para el cine español, porque una vez más también, en el informe conglomerado del Panorama emerge por sí solo un filme nuestro, mientras las apoyaturas publicitarias de la sección oficial son incapaces de levantar películas como la alemana occidental Juana de Arco en Mongolia, un triste cadáver cinematográfico de tres larga horas de duración, o la griega El goleador número 9, completamente torpe e inútil.

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