_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Moscú, capital del dolor

Mi proyecto editorial para el Diario de Moscú, de Walter Benjamin (1926), consistía en servir yo la traducción (tarea de la cual Marisa Flores ha dado cuenta impecablemente) y encargar a Jorge Semprún, prisionero que fue en Buchenwald, un prólogo, añadiendo yo a mis seis textos benjaminianos un séptimo para el caso. Mi pactada salida de Taurus para ponerme al frente de la dirección general de la cosa sonora y mi matrimonio con Cayetana, duquesa de Alba, dejó in albis mi regreso.La redacción de tres discursos de recepción en otras tantas reales academias, a más de no pocos artículos que, tal a fray Luis, se me han caído como florecillas (pero menos) de entre las manos, han sido la causa, feliz para mí y quién sabe si también para mis hipotéticos lectores, de que la publicación española del diario vaya únicamente introducida por el texto de Scholem, amigo judío de Benjamin, judío, que consta en la edición. original. Al revés que Petronio en su Satiricón, sí tengo tiempo, digo, para diferir lo que me place.

Al correr 1924, en Capri, Benjamin sigue a una mujer por la calle durante una semana. La mujer se propone un día comprar almendras en un puesto callejero, pero no sabe pedirlas en italiano. Benjamin se acerca y, muy correctamente, le ofrece ayuda lingüística. La mujer es una letona, Asja Lacis (1981), que se convertirá en seguida para Benjamin en la Calle de una sola dirección (1928), por fortuna no única literariamente y, por fatalidad, casi única sentimental, desoladoramente.

El Diario de Moscú es un documento estremecedor y de publicación póstuma y muy tardía. Pero resulta aún más sangrante, y nada halagüeño para la condición femenina y la militancia comunista ortodoxa, si se lee a la par que otro libro de Asja Lacis, Revolucionario por profesión (1971). Su autora se demuestra en sus páginas estólida, egocéntrica, menesterosamente unilateral.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Benjamin le aconseja lecturas que sólo llevará a cabo, algunas, tras la muerte del padrecito Stalin (1957): Jean Paul, Baudelaire, Proust -que acaba de morir y al que Benjamin vertió a su idioma-, André Gide. Ella insiste, machaconamente como una mala maestra de escuela, en tan cruciales autores como Libedinski, Leonow y Kataiew (ni una mención, por cierto, de Chejov, Turgueniev o Gorki, los cuales debían de parecerle, incluso el último, demasiado de derechas). Como es propio de una bolchevique creyente, ignora la existencia de Freud y antecedentes (la de Freud también la ignoró, olímpicamente Ortega). "Me asombraba cómo un hombre tan ilustrado y sin prejuicios podía ocuparse de los sueños", espeta la letona ante las indignaciones, en vigilia, del berlinés, que también soñaba despierto.

Es ella la que comienza, ¡tan temprano!, con la lucha, que sólo gana a medias, de un Benjamin dubitativo entre irse de su país natal a Moscú o Palestina. Fue a Moscú por unos meses, los del diario, y no parece que aquella capital, infestada de antisemitismo, de censura y escasez en el estricto sentido marxiano, fue se otra cosa para Benjamin que la auténtica, vitalmente desoladora "capital del dolor", designación ésta que emplea como título de un bello libro de poemas escrito desde las ventajas pansienses el comunista Paul Éluard. A Palestina no llegó Benjamin a ir nunca. La letona se apunta este medio tanto: "El camino de un hombre que piensa de manera normalmente progresista conduce a Moscú, pero no a Palestina. Esto último lo he conseguido". Cuando se publica esta frase, Benjamin lleva 30 años muerto en Port-Bou, donde se suicidó al frustrarse su intento de emigración a los Estados Unidos de América. Bertolt Brecht le había desaconsejado la Unión Soviética. y aconsejado, en cambio, el paraíso capitalista.

Es Benjamin quien, en el Berlín de los años veinte, pide a Lacis que le presente a Brecht. Empieza entonces una relación, que Adorno consideró intelectualmente funesta, entre nuestro judío y aquel gran hombre de teatro y aún mejor poeta, así como indeseable ciudadano, que fue Brecht. Cuando éste recibe, en Noruega, la noticia enlutada del suicidio de Benjamin, le acusa ese mismo día, en su diario de trabajo, de plagiario. Eso sí, escribe en su memoria dos hermosos y breves poemas: "Oigo que alzaste contra ti la mano / tomando delantera a los verdugos". Sin embargo, en Letonia, en 1948, es reincidente de mezquindad; larga a Lacis que Benjamin, bibliómano, según se advierte muy enriquecedoramente, en su literatura, no quiso, en la frontera catalana y francesa, "separarse de sus libros, que acabaron con él".

En la segunda década del siglo prepara Benjamin su espléndido ensayo sobre el teatro dramático, específicamente alemán, del barroco. Opinión de Asja Lacis: "¿Para qué ocuparse de literatura muerta?". Por lo menos, dicha literatura no fue asesinada, como tanta otra, ni por Hitler ni por Stalin. Su representante letona le saca a Benjamin dinero, regalitos varios, una preciosa edición de finales del XVIII, mientras le enardece en vano, porque, en Capri y en Moscú, con quien se iba a la cama era con Reich, un oscuro comunista sedicentemente especializado en teatro de agitación. El primero de febrero de 1927 se despide Benjamin, con un beso en la mano que otros no se le permitieron, de su rúa de dirección única. La helada calle moscovita le lleva a una estación en la que un coche de segunda clase le alejará de Rusia para siempre: "Con mi voluminosa maleta sobre las piernas, me dirigí llorando a la estación a través de unas calles en las que ya empezaba a anochecer". La marcha fúnebre del pensamiento, de Valéry, es en el caso de Benjanún marcha también funeral del corazón.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_