Carambolas
Viene Cocktail empujada por su éxito en Estados Unidos y por el protagonismo de Tom Cruise, uno de los actores norteamericanos de la nueva hornada que más griteríos provoca en las salas del cine actual. Se dice de él que es una nueva edición del mito monárquico de Clark Gable, que fue conocido como The King, el rey. Claro que las ediciones actuales de los viejos mitos de Hollywood son tan abundantes como efímeras, y Cruise, aunque tiene un impacto fotogénico de revista de modas, en realidad sigue todavía bastante verde en el oficio de actor, y en él se mueve torpemente, con una gama de recursos muy superficial y muy pobre.Su aceptable réplica a Paul Newman en El color del dinero hace actuar a Cruise en Cocktail, película hecha a su medida, a la manera de Newman en sus primeras interpretaciones. Y el aspirante a Gable se queda en sombra de un heredero de éste, satélite de un satélite. Si así sigue, el príncipe tiene difícil su escalada al trono vacante.
Cocktail
Dirección: Roger Donaldson. Guión: H. Gould. EE.UU, 1988. Intérpretes: Tom Cruise, Bryan Brown. Estreno: Capitol, Benlliure, Luchana, Aluche y La Vaguada.
Cocktail es una de esas películas que recuerdan a las partidas de billar de un rey español al que preparaban carambolas para que se creyera invencible. El personaje que a Cruise le han prefabricado es tan elemental, tan corto y pedestre como la simulación de comedia en la que le mueven: una historieta inconsistente, un sainetillo bobo y mediocre donde los haya. Un vacío escaparate para un mal lucimiento, ideado en forma de carambola fácil para un falso rey que, sin saber jugar al billar, acepta que le pongan en bandeja tareas tan facilonas y que su vanidad, hecha banalidad, salga orgullosa por no fallarlas.
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