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Sombra de Trotski contra sombra de Stalin

Una semana de debates en Madrid descubre el lado humano de uno de los héroes de octubre

Alexandra Sasha Moglinova, la nieta de Trotski que se quedó en la URS S, se presenta a sí misma como Sasha 49, y casi no es una broma: sólo en 1949 fue liberada de la cadena de encarcelamientos y deportaciones con la que Stalin la castigó, y esa liberación ocurrió sólo porque Stalin ya había muerto. Es el tiempo de la perestroika. Los principales trotskistas han sido ya rehabilitados, pero uno de los héroes de octubre, creador del Ejército Rojo, de la revolución permanente y de la IV Internacional, lucha aún con la consigna oficialista de mantenerlo congelado en la teoría de los dos osos, a saber: Trotski y Stalin fueron dos osos -"iguales"- que se enfrentaren. Ya se sabe quién ganó.

Hace unas semanas, al cabo de 55 años, Alexandra Moglinova pudo al fin reencontrarse con Esteban Volkoff, el único hijo que su madre tuvo autorización de sacar de la URSS cuando fue expulsada del país, y hermanastro de Sasha. Según contó Volkoff esta semana en un encuentro internacional sobre su abuelo en Madirid (es un hombre de 62 años, cuatro hijas ojos azules, aspecto fornido y el acento mexicario de la nacionalidad que tiene desde casi el co mienzo de su exilio), ambos hermanos se sintieron, en mitad de la melancólica alegría, como "dos náufragos que llegan a una playa: se salvan pero al tiempo comprueban que los demás han muerto".Es más: Alexandra tuvo que esperar a ser localizada el pasado noviembre por Pierre Broué, biógrafo de Trotski, para enterarse de cómo había muerto su madre -suicidada con gas, en 1933, al ser despojada de su ciudadanía-y también que no había sido una decisión suya el dejarla en la URSS: Stalin sólo le había permitido sacar al más pequeño de sus hijos.

Lenin tenía razón

Sólo en la página 538 de la reciente novela Los hijos del Arbat, de Anatoli Ribakov (Planeta), la primera gran crónica de la época estalinista, se puede leer: 'Lenin tenía razón al escribir que Stalin era caprichoso. Pero también era paciente, perseverante y siempre llevaba hasta el final 1.9 que tenía pensado. Conocía el secreto del poder. La gente comprendía su lógica simple de seminarista y se dejaba impresionar por ella. Stalin sabía inspirar al pueblo la convicción de su omnisciencia y su omnipotencia ... "

Estas son quizá las palabras más directas de todo el libro contra Josif Stalin, y sin embargo la obra tuvo que esperar veinte años para poder ser publicada en la URSS. Ahora se ha convertido en un símbolo de la perestroika, lo mismo que Un día en la vida de Ivan Denísovich, de Solyenitsin, representó el deshielo de Jruschov. Sin embargo la sombra de Stalin es aún tan larga que una de las censuras del libro es la que suprime toda relación explícita de causa efecto entre Stalin y el asesinato de Kírov, su lugarteniente en Leningrado, cuya muerte marca el inicio de los Procesos de Moscú, en los años treinta, pretexto para exterminar a la oposición trotskista y a muchos miles más. Estirado una mañana sobre la desierta playa privada de Stalin, es Kírov quien llega a las conclusiones del párrafo anterior. Líneas antes se puede leer: "Trotski no habría vencido. Era un extraño en el partido".

La supuesta marginalidad de Trotski fue una de las constantes en cinco días de debate que concentró en Madrid a varios expertos durante la semana pasada, y que, signifícativamente, tuvo constante referencia a la actual evolución de la Unión Soviética. El escritor Manuel Vázquez Montalbán, que habló en el debate del miércoles, precisó desde el comienzo que "yo entré en el PSUC con el antiestalini;mo puesto", que "siempre fue evidente que Trotski constituye uno de los valores de la cultura de izquierda", y que su vio la y obra plantean tres de los tomas principales en el comunismo: la revolución permanente, la pluralidad dentro del socialismo, y el papel de la burocracia.

Pierre Broué, historiador de Trotski y del trotskismo, vivió una de las grandes emociones de su vida al poder hablar frente a un público numeroso hace unos meses, en la primera visita que le permitían a Moscú. Boué, al igual que varios participai ites en los debates sobre Trotski, piensa que lo que se vive hoy en la Unión Soviética en un movimiento revolucionario nuy profundo, y que la rehabilitación de Trotski, propugnada por el grupo Memor al, es inevitable.

La práctica del exterminio

Para Jaime Pastor, dirigente de la liga Comunista Revolucionario (trotskista), la rehabilitación de Trotski supone para el régimen soviético "una crítica radical del estalinismo al que quiza no esté dispuesto". Según Fernando Claudín, de la fundación Pablo Iglesias, el problema central es que se reconozca que esto ya fue quien mató a Trotski, y esto ya ocurrió en un reciente artículo de la revista Literatura Gazeta. Sea como fuere, indujó Vázquez Montalbán, la historia del trotskismo incita a investigar "cómo se instala la práctica del exterminio del antagonista en la cultura comunista", que sólo se ha podido producir "a través de una militancia religiosa". Lo que otros llamaron una tragedia shakespereariana.

Creador de un ejército

P. S., León Trotski murió a causa de un piolet que le clavó en la cabeza Ramón Mercader, un español enviado por la GPU soviética que logró llegar hasta el objetivo con el procedimiento más viejo: seduciendo a una de sus ayudantes.

El hombre que había creado el Ejército Rojo cruzando la Rusia revolucionaria con su egendario tren blindado murió por un exceso de confianza: en su retiro de México, con todas las luces de alarma encendidas ante las evidentes intenciones homicidas de Stalin, se negó a que sus guardaespaldas registraran a todo el mundo y convirtieran su casa en una cárcel.

Los que le conocieron recuerdan a un hombre generoso y muy vital, con un humor que le permitió decir cuando le rapaban para operarle tras el atentado: "Ya está ahí el peluquero".

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