Daniel Ortega ofrece un plan de paz a la 'contra'
El presidente nicaragüense, Daniel Ortega, anunció ayer en Caracas que había formulado una nueva propuesta para resolver el problema de la contra que permita el reasentamiento de los guerrilleros antisandinistas en el país y el cumplimiento de los Acuerdos de Esquipulas, así como avanzar hacia un compromiso para la paz y la democracia en Centroamérica. La propuesta fue entregada en la noche del jueves al presidente hondureño, José Azcona, en cuyo territorio acampan varios miles de guerrilleros y sus familias; al líder español, Felipe González, y a los presidentes de otros dos países centroamericanos, Vinicio Cerezo, de Guatemala, y Óscar Arias, de Costa Rica.
Daniel Ortega que, como los citados, el líder cubano Fidel Castro, y una nutrida representación de jefes de Estado y de Gobierno latinoamericanos asistió en Caracas a la toma de posesión del presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez, reveló sólo parcialmente el contenido de su plan. Ortega afirmó ayer en conferencia de prensa que la propuesta se basa en la aceptación del regreso de los más de 20.000 contra, entre guerrilleros y familiares, que ocupan las zonas de Honduras fronterizas con Nicaragua, sin necesidad de que se acojan a ningún tipo de amnistía.Al mismo tiempo, se sabe, aunque el presidente nicaragüense declinó confirmarlo, que se ofrecía a la contra un plan de reinserción social que contempla la cesión de tierras a los sublevados o de medios de vida equivalentes. Tras aspectos de seguridad como los mencionados, el plan pretende crear un vasto cuadro para la reconstrucción económica del país, planteando a la empresa privada la oferta de una concertación social, en la cual se delimitaría perfectamente, con reglas de juego conocidas, el espacio destinado al desarrollo de la economía capitalista. Ello comportaría, según fuentes diplomáticas, la desnacionalización de una parte del aparato productivo, hoy arruinado en la ineficiencia burocrática. Finalmente, como confirmó el propio Ortega, se establecerían mecanismos de verificación centroamericanos para el respeto de los derechos humanos y la celebración de elecciones municipales y legislativas en Nicaragua, antes de septiembre de 1991, con total libertad de acción para todas las opciones políticas.
El impulso definitivo al plan se fraguó en la noche del jueves cuando ya Felipe González había emprendido el regreso a España y dado su acuerdo a la iniciativa, en una reunión celebrada entre Ortega, Arias, Castro, el presidente peruano, Alán García, y Carlos Andrés Pérez, verdadero maestro de ceremonias de este nuevo sprint hacia la paz. En este encuentro se acordó celebrar una nueva cumbre de presidentes centroamericanos en San Salvador, los días 13 y 14 de este mes.
Guardias somocistas
Al explicar el plan de reasentamiento de la contra, Ortega aclaró que el regreso de la guerrilla implicaría la revisión de la situación de los guardias somocistas detenidos en Nicaragua. Nadie dudaba que ello equivalía a una promesa de libertad incondicional para todos ellos. Al mismo tiempo, el mandatario nicaragüense subrayó que el plan coincidía con las declaraciones del presidente norteamericano, George Bush, que había dicho que "no se podía abandonar a su suerte a la contra". A la pregunta de si ese nuevo plan implicaría una negociación directa con la guerrilla, Ortega fue tajante: "No se dialoga con un cadáver". Pero se le amnistía.En el intenso ballet diplomático de estos apretados días en Caracas se han diseñado dos parejas de negociadores: Óscar Arias y Felipe González por una parte, y Daniel Ortega y Fidel Castro por la otra, con Carlos Andrés Pérez erigiéndose en árbitro aceptado por todos, aunque visiblemente con su punto de partida en el campo de los primeros. El papel de González ha sido por ello crucial, hasta el punto de que como Anteo en contacto con la tierra, el líder socialista alcanza su mejor forma al tocar suelo latinoamericano, lejos de los rigores de su propia concertación a la española. El presidente del Gobierno estuvo especialmente efectivo en su conferencia de prensa, celebrada la tarde del jueves, en la que reconoció el peso específico de Cuba en la región y su papel para un acuerdo duradero de paz. González citó al ministro de Exteriores italino, Giulio Andreotti, cuando éste afirma en las reuniones de la CE que es preciso dejar la literatura por las matemáticas. La cita la aplicaba González a la necesidad de que América Latina deje de hablar de solucionar problemas como el de la deuda exterior, con la consolidación de la democracia, para pasar a las vías de hecho.
El presidente español había escuchado en un encuentro privado con Daniel Ortega, en la mañana del jueves, las peticiones de ayuda económica de éste a la Comunidad Europea, cuya presidencia ostenta España durante este semestre. González respondió que era preciso que Nicaragua propusiera programas concretos y correspondiera con medidas políticas de paz y democratización para que la CE pudiera actuar.
La cumbre permanente y multilateral de Caracas, envuelta en un casi frenético ambiente bolivariano de latinoamericanismo reconquistado, ha tenido hasta ahora dos estrellas, junto al genial anfitrión Carlos Andrés Pérez; y éstas han sido Felipe González y Fidel Castro, constantemente requeridos por los periodistas y citados por la gran mayoría de los oradores, con respeto y admiración el primero, y con calculada deferencia el segundo. Hasta tal punto los dos han llenado el firmamento político sabiamente diseñado por el presidente venezolano que hay quien asegura que Pérez necesitaba a González para que esa fuerza caribeña que es Castro no se quedara él solo con el patio de butacas.
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