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El confidente de la Guardia Civil procesado por contrabando se hizo pasar por traficante de armas y diplomático iraquí

El confidente de la Guardia Civil Joan Bautista Roca Esbrí, de 45 años, procesado por contrabando y tráfico de droga, intentó en mayo de 1987 montar en Barcelona un hospital para atender heridos de guerra iraquíes, haciéndose pasar por agregado consular de Irak. Además decía vender armas que eran utilizadas en la guerra de aquel país con Irán. Roca había intentado infiltrarse en una organización de narcotraficantes de Bolivia, a instancias de la Guardia Civil, y fue detenido en el aeropuerto de Barajas el 19 de octubre de 1988.

Roca pretendía pasar, al parecer, 1,4 kilogramos de cocaína, pese a que previamente había informado a la Benemérita que llegaría a Madrid con un importante cargamento de droga para ganarse la confianza de los traficantes bolivianos.El procesado, domiciliado en el barrio barcelonés de Sant Andreu, a cuyo consejo de distrito acudió durante el primer trimestre de 1987 para solicitar información a los servicios de animación económica municipales. Roca dijo entonces que necesitaba contratar a una veintena de mujeres para trabajar en un hospital, que aseguró estar montando a propuesta del consulado de Irak, en el que afirmaba ocupar el puesto de agregado.

La gran capacidad persuasiva que reconocen en Roca Esbrí distintas personas que le trataron -un funcionario municipal y las mujeres de limpieza con las que contactó- se veía reforzada por los documentos que mostraba como si fueran oficiales, entre los que figuraba una acreditación del Ministerio del Interior como directivo de la empresa Roca Vigilancia y Seguridad (Rovise).

Los empleados que Roca Esbrí contrató hace tres años para la empresa de seguridad de la que era propietario trabajaron durante tres meses sin percibir ningún salario. Según explicó uno de los guardias jurados que trabajó para la empresa, cubrieron la vigilancia de los campings de Castelldefels. "Roca nos tuvo engañados diciendo que nos pagaría cuando consiguiera un cliente importante, que resultó ser falso", agrega el trabajador, quien sospecha que el empresario cobró por adelantado el servicio que prestaba la sociedad, pese a lo cual no abonó los salarios a sus empleados.

"Muy fantasioso"

El mismo guardia jurado recuerda: "Roca Rubí nos explicaba que era un mercenario; era un hombre muy fantasioso que se creía sus propias historias". "Era carne de cañón, y tarde o temprano tenían que cogerle porque se pasó la vida estafando sin ningún miramiento", agrega el trabajador, antes de afirmar: "Siempre estuve convencido de que alguien de categoría [refiriéndose a la Guardia Civil] le cubría la espalda".La sede social de Rovise estaba situada en la calle de Floridablanca, en Barcelona. A unos 20 metros de distancia se encontraba una agencia de modelos publicitarios con la que Roca estaba estrechamente relacionado, de tal manera que cuando una modelo no servía para este oficio era trasladada a la empresa de seguridad para trabajar de guardia jurado. Otro negocio al que supuestamente se dedicaba Roca, según aseguró él mismo a varias personas con las que trató, era la venta de armas, desde escopetas hasta ametralladoras, y en algunas ocasiones mostraba sin recato el pequeño muestrario de las mismas que llevaba consigo en un maletín, según un funcionario municipal que fue testigo de una de estas demostraciones.

Roca Esbrí se puso en contacto hace dos años con una asociación de mujeres en paro del barrio de Sant Andreu, y según manifestó una de sus responsables, Aurora Galve, les dijo que quería contratar empleadas para un local que poseía en la plaza de Gala Placidia de Barcelona, donde pensaba situar el hospital para heridos de guerra. La remuneración ofrecida era de 90.000 pesetas mensuales, cifra que les interesó teniendo en cuenta que Roca no se mostró exigente con la cualificación de las mujeres, que debían cuidar a los pacientes y ocuparse de la cocina.

AIgunas integrantes de la asociación de mujeres paradas narran que Roca les enseñó un arma de fuego que llevaba. "Creemos que lo hizo para impresionarnos, pero lo cierto es que nos asustó", y el gesto sirvió para alertarnos sobre nuestro interlocutor", según Galve. Antes de aceptar la oferta, las mujeres recabaron información del consulado de Irak en Barcelona, y pocos días después la representación diplomática que les contestó por escrito negando la más mínima relación con el que resultó ser un falso agregado.

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