Sombra del 'western'
Ya apenas se hacen westerns. De tarde en tarde, Clint Eastwood o algún otro maniático del antiguo fuego sagrado del género de géneros, como Lawrence Kasdam en su Silverado, hace una incursión aislada, una escaramuza que no crea continuidad en los itinerarios de las viejas pistas abandonadas o en los antiguos poblados de madera ahora desiertos. Limpian como pueden las barreras de telarañas que envuelven los antiguos escenarios y hacen remedos de películas del Oeste. Arma joven es uno de estos remedos.La película comienza mal, de manera atropellada y confusa, sin que los espectadores encuentren los caminos despejados para poder entrar con comodidad en la historia y en el rito westerniano, que es casa propia para la mitad de la humanidad. Este espectador no encontró en los primeros -y siempre cruciales- 10 minutos de Arma joven ni un solo encuadre convincente y ninguna evidencia de que el director Christopher Cain hiciese para él un sitio desde el que participar en esta nueva reconstrucción de una leyenda. Y, lógicamente, se salió de ella, se desentendió.
Arma joven
Dirección: Christopher Cain. Guión: John Fusco. Fotografía: Dean Semler. Música: James Homer. Estados Unidos, 1988. Intérpretes: Emilio Estévez, Kiefer Sutherland, Lou Diamond Philips, Charlie Sheen, Dermot Mulroney, Casie Siemaszko, Jack Palance, Terence Stamp, Brian Keith. Estreno en Madrid: cine Coliseum.
Por enésima vez
La leyenda es, una vez más y ya es la enésima en la historia del western, la de William H. Booney, más conocido como Billy el Niño. Desde que en 1930 King Vidor hiciera con su negra crónica su primer filme sonoro, Billy el Niño ha resucitado en varias ocasiones, algunas inolvidables, como la de El zurdo, de Arthur Penn y Paul Newman, y la de Pat Garret y Billy el Niño, de Sam Peckinpah, Bob Dylan, James Coburn y Chris Christoferson.Recordando las tres magníficas películas citadas, uno se pregunta para qué demonios han vuelto a resucitar el mito del Kid en otro filme que no llega a la altura de la bota de aquéllos. De Arma joven se puede decir lo peor que cabe decir de una obra de la imaginación: que no hay ninguna necesidad de verla. La reconstrucción de los principios de la leyenda de Billy el Niño es roma, deficientemente orquestada y precipitada e insatisfactoriamente resuelta. Uno, al final de Arma joven, se queda con la miel en los labios y la frustración es inevitable.
Lo mejor del filme es la fugaz presencia de algunos rostros, ya envejecidos, que tienen un lugar propio en la historia del western, como los de Jack Palance y Brian Keith. Y es esto lo mejor del filme, precisamente porque nos recuerda a otros filmes. En el sexteto de jóvenes protagonistas hay también reminiscencias de otros rostros grabados en el recuerdo, como el de Emilio Estévez, hijo de Martin Sheen y el de Kiefer Shuterland, hijo de Donald y que es como un calco inexpresivo y sin sorna de su padre. Pero ni unos ni otros logran proporcionar magnetismo a una película que, aunque después de su mediocre comienzo tiene algunas escenas aceptables, carece de ambición y es una débil sombra de lo que fue el western.
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