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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fantasmas del pasado

ARGENTINA NO gana para sustos, pero el de ayer ha sido particularmente brutal en su planteamiento y resolución. Por una vez, los autores del frustrado golpe no han sido elementos militares, como en un principio se sugirió. Unos 40 guerrilleros tomaron el lunes el Regimiento 3 de Infantería Mecanizada de La Tablada, cerca de Buenos Aires. Tras 16 horas de encarnizados combates, el Ejército y la policía, empleándose con una dureza que no se les conocía en la represión de otros levantamientos, reconquistaron el cuartel con un espantoso saldo de muertos y heridos.Nadie parece saber con exactitud lo que ha pasado, a qué respondía el asalto y quiénes eran sus protagonistas. La teoría más generalizada apunta al resurgimiento de la guerrilla urbana. Diezmada desde la guerra sucia librada contra ella por el propio Ejército, habría reaparecido para vengarse de los institutos armados con un golpe sonado. El responsable habría sido el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), un grupo que, aliado o no con los montoneros, fue muy activo en los peores momentos de la década de los setenta. Pero ésta es una teoría que resulta poco verosímil, si se tiene en cuenta que la última acción importante del ERP data de 1975.

Tampoco resulta verosímil otra teoría que sugiere que el Ejército argentino, necesitado de una buena inyección de moral y de un enemigo contra el que unirse, habría manipulado a un grupo de jóvenes izquierdistas, lanzándolo a la autoinmolación útil. Las tesis de la conspiración deben ser tomadas siempre con una sólida dosis de escepticismo. Y más en este caso, en que acciones así, terminen como terminen, no resuelven realmente en Argentina las disensiones militares intemas, que se encuentran perfectamente delimitadas.

¿Se trataba de una acción provocadora o de un audaz golpe de mano para obtener armamento? Lo segundo debe ser descartado, puesto que parece que los guerrilleros tomaron el acuartelamiento con armas más modernas y perfeccionadas de las que dispone el regimiento de La Tablada. Nos encontraríamos, por tanto, frente a la acción violenta de un grupo de ultraizquierda de nuevo cuño. Desde la rebelión encabezada por el pintoresco coronel Seineldín, en diciembre pasado, se venía hablando de una reorganización guerrillera. Puede que el sangriento suceso de La Tablada sea la respuesta a tales especulaciones. Argentina está a cuatro meses de las elecciones presidenciales y su historia reciente sugiere que no es descabellado pensar en intentos de desestabilización de la democracia provenientes de cualquiera de los sectores ultramontanos de la vida política en aquella república: el peronismo extremista, la izquierda marginal o el propio Ejército, siempre dispuestos a demostrar que la democracia es inviable.

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En estos momentos, la especulación sobre quiénes se esconden detrás de los asaltantes del acuartelamiento es probablemente estéril. Una aproximación mucho más útil y esclarecedora sería la publicación de los nombres, filiación y edades de los que intervinieron en el asalto o, al menos, de los muertos que quedaron tirados en los patios del cuartel. Saber quiénes eran los fanáticos que entraron en La Tablada decididos a morir despejaría muchos de los angustiosos interrogantes que han quedado en el campo de batalla. Un escenario sobre el que flotan ahora no pocos fantasmas del pasado.

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