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Tribuna:EL SEMESTRE ESPAÑOL
Tribuna
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Europa tiene que tomar la iniciativa hacia Estados Unidos y la URSS

En el primer semestre de 1988, la presidencia alemana occidental de la Comunidad Europea tuvo que enfrentarse con el proceso de formación del mercado interior europeo..Hoy se sabe que este proceso es irreversible; que los Gobiernos no lo gobernarán, pero fijarán las directrices; que el sistema empresarial será el verdadero protagonista; que cada empresa, para sobrevivir en el nuevo régimen de competencia, tendrá que actuar al menos en tres grandes mercados nacionales. Esto quedó claro.

En el primer semestre de 1989 -con España como presidente de turno de la Comunidad Europea- se presenta, en cambio, el problema de clarificar urgentemente las relaciones político-defensivas de la Comunidad Europea con Estados Unidos y la Unión Soviética.

Los términos del problema

Los términos del problema son los siguientes:

1. Desde hace ya tiempo se habla de una nueva Yalta, pero sólo ahora se están activando las condiciones para que a ambas superpotencias les resulte útil regenerar el acuerdo de repartición y control de Europa.

Para Estados Unidos es preciso que Europa permanezca políticamente dividida y fragmentada para mantener tanto el dominio del régimen OTAN (la autonomía defensiva de Europa constituiría, en efecto, el fin del imperio norteamericano) como el propio peso político en las relaciones económicas (una Europa independiente en el plano defensivo e integrada a nivel económico sería un fuerte competidor para Estados Unidos a nivel global).

Para la Unión Soviética, el proceso de creciente integración económica y política de Europa occidental es un peligro político estructural. En los años noventa, los países de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) serán incorporados a la nueva Europa.

Países como Yugoslavia y Turquía buscarán una relación privilegiada de preintegración en ella. Todo el Mediterráneo se convertirá en área de influencia política y económica europea. La expansión de este proceso hacia el Este podría destruir el dominio soviético sobre Europa oriental e incluso la integridad del actual poder en la propia Unión Soviética.

Ambas superpotencias, por tanto, comparten el interés por mantener dividida Europa y desintegrada políticamente Europa occidental.

2. Los actuales cambios en la Unión Soviética no pretenden cambiar el sistema, sino modificarlo para poder prolongar el imperio ruso.

Es preciso recordar que laperestroika de Mijail Gorbachov no es más que la continuación del anterior programa de modernización estratégica elaborado por Yuri Andropov y por los tecnócratas del KGB a partir de finales de los años setenta. No hay que olvidar también que Gorbachov fue introducido en el sistema de poder por el propio Andropov.

Los nuevos tecnócratas de la Unión Soviética están sólo adecuando la estructura del imperio a los nuevos requisitos de las políticas de potencia global.

3. La política soviética de reducción de armamento es una tomadura de pelo para Europa occidental. Las propuestas de Gorbachov (por ejemplo, la retirada de 500.000 militares y 10.000 carros de combate del frente europeo) fueron ya elaboradas por el mariscal Nikolai Ogarkov en 1984 como reducción cuantitativa del Ejército Rojo, con el fin de destinar más recursos a la innovación tecnológica cualitativa del aparato defensivo soviético (además de poder disponer de más técnicos especializados para la industria civil).

Los soviéticos, simplemente, están desarrollando una estrategia comunicativa que intentan pasar como política de paz, un sustancial proceso de reducción de costes y una mejora tecnológica del sistema, defensivo soviético. De esta forma, además, ponen en crisis la política de defensa occidental quitándole el enemigo, en el plano psicológico y del consenso.

En realidad, la fuerza defensiva soviética, no sólo queda inalte rada, sino que está mejorando desde el punto de vista cualitativo con el abandono (si bien contrastado en el interior) de viejos e inútilmente costosos criterios cuantitativos.

El reciente anuncio de la destrucción del arsenal químico soviético es, pues, sólo un gesto comunicativo. El nuevo aparato de defensa soviético, en realidad, ya no necesita dichas armas.

4. Los soviéticos no tienen necesidad de invadir Europa para condicionar los comportamientos de ésta. Saben muy bien que unos pocos días de guerra convencional, incluso no pesada destruirían las economías de la República Federal de Alemania, Francia, el Reino Unido e Italia

Basta sólo la amenaza de una mínima batalla. Saben que explosionando una pequeña bomba atómica en la República Federal de Alemania, los alemanes occidentales tendrían que rendirse para evitar la destrucción de su territorio.

Mínima fuerza militar

Así, los soviéticos, en realidad, necesitan tan sólo una mínima fuerza militar para alcanzar eventualmente objetivos políticos en las relaciones con Europa.

La Alianza Atlántica es estructuralmente incapaz de evitar este tipo de acciones (particularmente después del tratado INF, que impide a los europeos la flexibilidad de un desarrollo nuclear limitado, y sobre todo convenido).

5. El problema de la seguridad europea será mucho más grave en un futuro. Europa está convirtiéndose en una potencia económica mundial que debe alcanzar un análogo poder de intervención en defensa, defendiendo así sus propios mercados y vías de desarrollo.

Hasta ahora esta función defensiva se apoyaba en Estados Unidos. Pero de ahora en adelante es muy difícil pensar que se pueda continuar con esta convergencia entre Estados Unidos y Europa a este nivel. Además, Estados Unidos está excluyendo a Europa del acceso a las nuevas tecnologías, necesarias para la construcción de nuevos sistemas de control defensivo global, manteniendo su monopolio.

6. Comienza a ser preocupante el nivel de conflicto económico entre la Comunidad Europea y Estados Unidos. Ambos son, por igual, responsables de dicho deterioro.

Sin embargo, Estados Unidos está utilizando contra el proteccionismo europeo no sólo un contraproteccionismo simétrico, sino sobre todo un método imperial, imponiendo sus propias razones en contra de las europeas (quizá la operación de enero de 1989 contra Libia, con un vistoso despliegue de medios de defensa, es también una fuerte señal para demostrar a los europeos quién manda realmente).

¿Qué hay que hacer?

Ante todo, Europa debe renegociar sus propias relaciones con Estados Unidos. El mayor peligro, de hecho, es el distanciamiento de los dos pilares de Occidente. Los términos de la negociación deberían ser:

- Creación de un mercado único entre Europa y Estados Unidos para el año 2000 (con posterior ampliación a Japón, Australia y parte de Suramérica). Es el único modo, sea para evitar conflictos económicos, sea para construir una base común de intereses prácticos en el que integrar los defensivos y políticos.

- Sustitución de la OTAN por un nuevo sistema de defensa Europa-América. Este sistema estaría constituido por la integración de los recursos de los dos continentes, con el fin de construir una estructura de defensa espacial común y una potente fuerza móvil de control de defensa global que unifique todas las fuerzas armadas nacionales (comportaría un cambio sustancial en la alianza con Estados Unidos en referencia al régimen posbélico).

Negociar con Moscú

Paralelamente es necesario abrir una negociación con la Unión Soviética, caracterizada por los siguientes puntos:

- Europa tratará las relaciones económicas y políticas con la Unión Soviética a través de una única voz (acordada eventualemnte con Estados Unidos) y nunca como conjunto de relaciones bilaterales.

- Europa ofrecerá a la

URSS un programa de integra-, ción económica gradual, vinculado a un también gradual proceso de democratización de la Unión Soviética, articulado en los siguientes puntos principales: retirada estratégica de los países de Europa oriental (a cada país liberado se le exigirá una forma política pluralista para ser admitido en el régimen económico de la CE) y progresiva transformación del sistema institucional soviético.

En síntesis, Europa, para mantener su proceso de desarrollo, no debe convertirse en una tercera fuerza estratégica mundial ni tampoco ceder al poder de las dos superpotencias. Debe, sin embargo, tener la capacidad de usar su fuerza económica para crear un único mercado común en el norte del mundo, intentando que sea homogéneo a nivel de estructura democrática del poder.

¿Qué se puede hacer en los próximos seis meses?

Sólo una cosa, pero importantísima: ante todo, dar a los europeos una única voz en las relaciones con Estados Unidos y la Unión Soviética. Significa, en la práctica, que George Bush y Mijail Gorbachov, en Europa, deben encontrarse sólo con el representante de turno de la Comunidad Europea, que habla por todos.

Es dificil, pero España, tierra valerosa por tradición, tiene, ciertamente, un algo más para convencer a los europeos de que intenten dar este paso, por otra parte necesario.

Carlo Pelanda es director adjunto del Instituto de Sociología Internacional de Gorizia (Italia). Traducción: Clara de Marco.

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