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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vía al pluralismo

LA APROBACIÓN de las leyes de asociación y de manifestación por el Parlamento húngaro marca un hito en la historia reciente de ese país y tiene un alcance que desborda sus fronteras. No constituyen esas nuevas normas un punto de llegada, sino que se trata de "los primeros pasos" hacia el establecimiento de un auténtico pluralismo político, como señaló el ministro de Justicia, Kalman Kulcsar. La ley de asociación permite que actúen legalmente los grupos y organizaciones que han surgido en los últimos tiempos, muchos de ellos con objetivos netamente políticos, pero no legaliza todavía la creación y funcionamiento de partidos propiamente dichos.Ello ha dado lugar a críticas de algunos representantes de los grupos o partidos independientes que, habiéndose organizado en los últimos meses, quieren tener cuanto antes un estatuto legal con vistas a las elecciones previstas para 1990.

Sin embargo, y a pesar de las limitaciones de las leyes aprobadas, el debate celebrado en el Parlamento se saldó muy positivamente porque, frente a la posición moderada defendida por varios dirigentes del partido, incluido su secretario general, que proponían dejar para 1990 -en el marco de la reforma constitucional- la legalización de nuevos partidos políticos, triunfó -con el apoyo de los diputados de a pie- la posición del sector más radical del buró político del partido. El Gobierno ha tenido que comprometerse a presentar al Parlamento la ley sobre partidos políticos en el mes de agosto de este año. Las etapas ulteriores serán la elaboración de una ley electoral y la reforma de la Constitución en 1990, con lo cual -según la tesis oficial- Hungría se habrá convertido en democracia pluralista.

Las características y el resultado del debate parlamentario ayudan a medir mejor la correlación de fuerzas que se ha creado en Hungría después de la sustitución de Kadar como secretario general del partido, en mayo de 1988. En el congreso del partido comunista en el que se realizó esa sustitución, la presión de los delegados de base hizo fracasar los planes gradualistas e impuso un giro más brusco, no sólo con la elección de Grosz como secretario general, sino con la entrada en el buró político de reformistas radicales como Poszgay, que incluso mantenían un diálogo con los grupos de oposición. Ello ha marcado los acontecimientos de 1988 con la nueva ley sobre sociedades aprobada el mes pasado y con medidas drásticas para establecer los precios según las reglas de una economía de mercado.

Los sectores aferrados a las concepciones comunistas tradicionales van quedando arrinconados en un país que vive en un clima de libertad política, aunque las medidas legales tarden más o menos en reflejar la realidad. Esos sectores, que han creado la Asociación Ferencz Muennich -tomando el nombre de un dirigente de la época estalinista-, no representan por sí mismos un peligro real. Son peligrosos, en cambio, los efectos de la situación económica. Las subidas de precios decretadas recientemente van a acentuar el descenso del nivel de vida de gran parte de la población. Se perfilan así en un futuro inmediato dificultades graves.

En un momento en que se desarrolla, en el conjunto de los países del llamado socialismo real, un pulso difícil para abrir paso a la reforma del autoritario sistema político vigente durante las últimas décadas, el hecho de que Budapest tome de modo inequívoco el camino del pluralismo estimulará las corrientes renovadoras que se han levantado al calor de la perestroika de Gorbachov.

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