Gabriel Celaya: "Vengo a mi estreno tembloroso, lleno de pudor y vergüenza"
El poeta vasco presentó anoche en Madrid 'El relevo', una de sus obras teatrales inéditas
Gabriel Celaya llegaba al estreno en Madrid de su obra El relevo lleno de "vergüenza, pudor y tembloroso". El poeta, a sus 78 años, se enfrentaba, como un primerizo, a esa experiencia. "No hay nada más incómodo que estar presente en el estreno de una obra propia". La obra, escrita en la Residencia de Estudiantes de Madrid hace casi 60 años, es el primero de sus 12 textos teatrales que se lleva a escena. El montaje, presentado el pasado mes de diciembre en San Sebastián, ha sido Nevado a cabo por el grupo teatral vasco Bederen 1, bajo la dirección de Antonio Malonda. Tras el estreno, con una ausencia total de políticos y personalidades invitados, Celaya auyentó sus temores ante los aplausos finales.
El autor, a quien anteayer el Ayuntamiento de San Sebastián concedió el Tambor de Oro de 1989, piensa que estos premios y estrenos son verdaderas inyecciones de salud para su quebrantado estado físico."No se cómo van a reaccionar y esto me da mucho miedo", comentaba. El poeta, que llegó al estreno acompañado de su mujer, Amparitxu, habla de la brutal diferencia que supone el encuentro de un lector con su obra en su casa, sin que él lo sepa, y un estreno con los espectadores allí sentados. Pero los temores y miedos de Celaya se disiparon, tal y como comentaba el autor, al finalizar la representación, y una vez recibió los aplausos y bravos que se incrementaron notablemente con la presencia del escritor sobre el escensario, momento en el que tuvo unas palabras de agradecimiento para los espectadores.
El teatro le persigue a lo largo de toda su vida, y él, desde la infancia, persigue al teatro. Sus primeras representaciones, escritas por él, tenían como público a sus primas y amigos de la infancia. Aquellas obritas de infancia están todas recogidas en un tomo encuadernado en piel que aún conserva y en cuyo lomo se ven las iniciales O.C.R.M., que responde a Obras completas de Rafael Múgica, su verdadero nombre.
Amparitxu
"Cuando empecé a escribir", comenta, "no se veía bien en la empresa que trabajaba como ingeniero que publicara textos, y firmaba Gabriel Celaya. Este nombre y mi mujer, Amparitxu, quien me animó a dejarlo todo por la escritura, me han acompañado el resto de mi vida". De ella dice: "Sin Amparitxu sería imposible que entendiera la vida".
En los inicios de la década de los treinta, Gabriel Celaya "jugaba" con sus compañeros de la Residencia de Estudiantes (García Lorca y otros intelectuales de la época) al teatro. Cuando entró en el grupo La Barraca, de García Lorca, éste le tachó de pésimo actor, por lo que colaboraba como escenógrafo y figurinista. En aquella época escribió varias obras cortas, que posteriormente revisó en los años sesenta con la intención de publicarlas. Ello aún no se ha producido, aunque tiene la esperanza de que las gestiones realizadas por el editor y experto en su obra, Félix Maraña, consigan en breve su publicación llevada. Son 12 textos inéditos en los que se incluye El relevo -subtitulada Divertimento poético y estrenada por primera vez el pasado 1 de diciembre en San Sebastián-, que tendrán el título genérico de Ritos y farsas. Teatro teatral.
Celaya, a quien además de otros galardones se le concedió el Premio de las Letras Españolas en 1986, confiesa que el teatro siempre le ha apasionado, aunque no va mucho y le aburre soberanamente: "Mi obra está llena de poemas que en realidad son textbs dramáticos".
Cuando Malonda hizo los primeros ensayos del montaje se dio cuenta que la obra era demasiado corta. Hablé con el poeta de la posibilidad de alargarla incluyendo poemas, y Celaya, Maraña y Malonda eligieron una serie de poemas de diferentes etapas que enlazan directamente con,la noción festiva de Celaya en este divertimento poético. Los poemas han sido musicados por el cantante también vasco Imanol y por Karlos Jiménez, y hablan, según Celaya, de lo mismo que la obra: "Son versos con una técnica literaria distinta que la obra pero que dicen lo mismo".
La obra se mueve en una concepción teatral incluible dentro del absurdo que desarrollaron lonesco o Cocteau. En este sentido Celaya habla del teatro diciendo: "Cuanto más realismo pretende el teatro, más falsamente ilusorio resulta y más convierte la fiesta primitiva en un espectáculo trivial".
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