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Tribuna:
Tribuna
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Una nueva restauración

La jornada del pasado 14 de diciembre es calificada por el autor del texto como "una nueva restauración de finales del siglo XX". Entre las conclusiones políticas a las que llega el articulista destaca la de que -una vez resueltas las cinco peticiones de los sindicatos, origen de la jornada- el presidente y el Gobierno no deben seguir gobernando, sino convocar elecciones generales.

I.Es probable que el alcance y el significado de la huelga absoluta del día 14-D vayan más allá de nuestras fronteras nacionales. Quizá sea el primer acto masivo contra la ofensiva liberal-conservadora que se inicia a finales de los setenta, que tiene como máximo exponente político al tándem Reagan-Thatcher, que logra engullir y hacer marcar el paso a no pocos proyectos -entre ellos el felipismo-, a la mayoría del establecimiento de los países europeos, incluyendo a no pocos intelectuales de nuestro entorno. Hemos vivido unos años en que parecía que las ideas de la izquierda habían sido destruidas o se habían cobijado en la marginalidad. Pregonar la ética de la igualdad, el valor de la participación y la solidaridad, reafirmar que la lucha de clases existe y que el ejercicio del poder sin ideas y proyectos de transformación es una porquería resultaban en los "medios que cuentan y saben" una antigualla, anegados casi todos por la filosofía del éxito individual, del enriquecimiento rápido, aun cuando fuese injusto, es decir, en el triunfo del sálvese quien pueda que es, invariablemente, sinónimo del sálvense unos pocos y siempre los mismos.Izquierda y cerebro

Pues bien, el día 14-D ha supuesto un serio aviso a los que pensaban que la batalla de la descerebración de la izquierda estaba prácticamente ganada. El hecho de que en esta ocasión, como en alguna otra, la recuperación se haya iniciado en España no es una casualidad. La huelga del 14 ha cogido de sorpresa al todo España menos a los que hemos apoyado la huelga, es decir, a toda España. Porque aquí la filosofía liberal-conservadora al estilo anglosajón es de chiste si no fuese por las miserias que acompaña, y el discurso del enriqueceos en una nación que nunca ha conocido los instrumentos del Estado del bienestar, resulta soez e inadmisible, gestionado, para más inri, por un Gobierno-partido que se titula socialista y obrero. Es difícil en este momento vislumbrar si lo que digo se verá confirmado por los acontecimientos futuros. En todo caso soy de los que piensan que el 14-D no tiene un alcance sólo español, sino que CC OO y UGT aparecieron a la cabeza de un sentimiento que es también del movimiento obrero europeo.

II. Decir que el 14-D ha sido un fracaso estrepitoso del Gobierno y un éxito clamoroso de los sindicatos es cierto, pero no suficiente. En mi opinión, es el fracaso del conjunto del establecimiento, salvo escasas excepciones. Ilustrativo ejercicio supone leer hoy todo lo que se ha escrito, dicho, comentado, opinado sobre la convocatoria de los sindicatos; no sólo por el Gobierno, también desde los medios de información, en TVE, en el Parlamento. El descoloque ha sido general, y la sordera y ceguera que han demostrado los instrumentos de mediación es de los que hacen época. Aquí hay quien se ha creído que España es lo que aparece en las revistas del corazón, lo que cuentan algunos periódicos y lo que sale en TVE, y la sorpresa ha sido considerable cuando se han dado cuenta que millones de españoles tenían otra percepción de las cosas, bastante más real que la imaginada bobaliconamente en las alturas.

Se trata, por tanto, de un golpe, quizá definitivo, a un modelo que se ha intentado imponer durante estos años. El modelo de la ocupación. permanente del poder por el poder, o en su caso, la alternancia de dos partidos con algunos adláteres, para realizar prácticamente la misma política; con unos sindicatos divididos y neutralizados y un pueblo que vota cada cuatro años como quien compra una entrada de teatro con el fin de ver el espectáculo. Una nueva edición, en suma, de la restauración, versión finales del siglo XX, salvando todas las distancias. El desbloqueo del cambio exigía, como es lógico, acabar con la tentación totalizadora, política y sindical en la izquierda, así como, por otra parte, en la derecha. Esa batalla ha concluido el 14-D, y como todo el mundo sabe, ha ganado la democracia. A partir de ahora la democracia española discurrirá sobre otro modelo político más acorde con la realidad social de España, que deberá comenzar a plasmarse en las próximas elecciones generales.

III. Es bien cierto que el 14-D ha sido más que una huelga general sindical. Los sindicatos han tenido el acierto de catalizar multitud de agravios, insatisfacciones, frustraciones, que estaban y están latentes en el seno de la sociedad española, algunas de ellas de lejano origen. No hay que olvidar que la transición fue una operación muy lograda desde el punto de vista político-institucional; mas al estar hegemonizada por fuerzas de centro-derecha no produjo cambios sensibles en el terreno económico-social. La consolidación democrática exigió sacrificios a los trabajadores, que fueron más allá de lo necesario y que se han prolongado demasiado en el tiempo: Cuando el pueblo español vota cambio en 1982 no está pensando en un cambio político, puesto que éste ya se ha producido en lo esencial de 1977 a 1982, sino cambios económicos y sociales. Desde este punto de vista la forma y el contenido de la gobernación de España de 1982 a 1988 ha sido la frustración más notable que haya visto nunca la historia democrática de España. Dentro de ella se contienen mil pequeños o grandes sucesos que expresan los modos de la vieja política y que se han puesto en evidencia ante la opinión pública.

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Acto consciente

Pero aunque en el 14-D se haya expresado un descontento universal no debe olvidarse que su centralidad es obrera y popular, es decir, progresista y de izquierda. Lo que expresa esa gran movilización no es corporativismo o un sentimiento difuso pero confuso de cabreo nacional, como han pretendido algunos. Es, por el contrario, un acto perfectamente consciente y con un mensaje muy preciso: hay que gobernar atendiendo a las demandas del pueblo, en contacto con la sociedad, distribuyendo mejor la riqueza, con otra política económica y social. Ha sido, por tanto, un zumbido desde la izquierda y un serio aviso a este Gobierno y a todos los que puedan venir en el futuro, en el sentido de que en España no se puede gobernar sistemáticamente contra los sindicatos y lo que éstos representan, que, como se ha demostrado, es bastante más que lo que pensaban los teóricos del Gobierno y del Programa 2000.

IV. El 14-D no se puede despachar por un jefe de Gobierno reconociendo dos cosas obvias: que ha sido un éxito sindical y un fracaso gubernamental, y echando a continuación las cuentas de la vieja. Yo no sé si fue sincero en su autocrítica o fue un cubileteo más para hacerse perdonar, ganar tiempo y recomponer la figura. Estaría más tranquilo si en vez de tanta humildad, aparente o real, hubiese realizado un análisis más serio de las causas de lo sucedido. Fue una mala señal que invitase a la primera reunión a la patronal y a los sindicatos juntos. ¿Intento de que los sindicatos aparezcan desde el principio, como intransigentes y poco dialogantes? ¿Inmadurez y falta de prudencia al no haber consultado previamente con los dirigentes de la huelga? El tiempo lo dirá. Lo que es innegable es que un presidente subió a la tribuna del Congreso para decirnos que con su Gobierno hay que hacer una huelga absoluta para conseguir cosas más bien modestas, que, por lo visto, eran casi todas aceptables. ¡Buena pedagogía política desde el poder! El Plan de Empleo Juvenil, nos dijo, se puede meter de momento en un cajón; los dos puntos del índice de precios de consumo, (IPC) son negociables; la equiparación del SMIG y la pensión mínima estaba en el programa del PSOE; la cobertura de desempleo al 48% es inviable, aunque se firmó personalmente por el presidente, pero se puede estudiar para algunos colectivos; la negociación colectiva de los funcionarios, de acuerdo, siempre que la última palabra la tenga el Parlamento. ¿Es que sólo se entiende el len guaje de la fuerza o son, por el contrario, meras palabras para parar el golpe y ganar tiempo, conduciendo a los sindicatos a una negociación farragosa con el Gobierno y la patronal que no concluya en nada concreto? Ve remos qué sale de las reuniones que se mantengan. No obstante hay mucha ambigüedad en el discurso presidencial que conviene precisar: a) Se retira el plan de empleo, y días después se convierte en ley en los presupuestos. b) Se accede a negociar los puntos perdidos del IPC pero sólo para los que hayan perdido capacidad adquisitiva, que, según el Gobierno, no son casi ninguno. c) Se promete la equiparación del SMIG y la pensión mínima en esta legislatura, cuando sólo que da un presupuesto, pues el actual no se ha tocado en el Senado. d) El aumento de la cobertura de desempleo se deja sólo para de terminados colectivos, muy lejos del 48% comprometido.

Giro social

V. No creo, sinceramente, que a estas alturas este presidente y este Gobierno vayan a dar el giro social que demandan los sindicatos y ha respaldado masivamente la sociedad. Un giro social exige un giro en la política económica, y ello supone un cambio político considerable que no se va a dar con la composición de la actual mayoría. La forma de gobernar y los contenidos políticos de este Gobierno no son fruto de una casualidad o de una improvisación; reflejan un proyecto y una manera de conducir ese proyecto. Una cuestión es que el Gobierno deba arreglar con rapidez (pocas semanas) y sin racanería lo que le piden los sindicatos, y otra que se produzca un giro sostenido de política social y económica. Por eso, en mi opinión, hubiera sido una mala jugada que el Gobierno hubiese respondido al 14-D con una disolución inmediata de las Cámaras y la convocatoria de elecciones generales, como alguno parece haberlo solicitado, pero creo que a los sindicatos no les gustaría ser la infantería de generales que no son los suyos. Por eso el Gobierno, primero tiene que dar satisfacción a los sindicatos y a la sociedad en peticiones concretas y viables que le han sido formuladas, repito, sin marear la perdiz. Mas una vez resuelto el problema de las cinco peticiones, el presidente y el Gobierno no deben seguir gobernando. Cualquier intento de recomposición sin pasar por las urnas es un trayecto cierto hacia la degradación política y no sólo del partido gobernante. Este Gobierno puede resolver cuestiones puntuales pero no tiene voluntad ni autoridad para dar un giro a la conducción del país. No es un problema de legitimidad constitucional, que la tiene; mas en política democrática los tiempos se agotan a veces antes de lo deseado por el poder, y un presidente, un Gobierno y una política que han concitado la movilización social más importante de la historia de España no pueden seguir gobernando como si tal cosa. Hay que apelar, pues, de nuevo, a la voluntad popular.

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