Torgny Lindgren pública en España 'Betsabé'
El escritor sueco considera su novela más real que la Biblia
Hace muchos años, en un pueblecito del norte de Suecia, en las largas veladas de invierno junto al fuego, una abuela solía contar historias maravillosas a su nieto. Una de esas historias se ha con vertido en Betsabé, la primera novela del escritor sueco Torgny Lindgren que se publica en España. Lindgren recuerda aquella época aún fascinado. "Era una mujer muy buena, con una cabellera larguísima. Me contaba unos cuentos maravillosos. Un día, en la iglesia, oí hablar de David y Betsabé y pedí a mi abuela que me explicara quiénes eran. Me contó una historia fabulosa, tan fabulosa que me ha perseguido toda la vida. En la explicación de la abuela había un trasfondo de lucha entre hombre y mujer que me impresionó profundamente".
Betsabé, que acaba de ser publicada en España por Alfaguara, obtuvo en su país, en 1983, el premio Litteraturfrämjandet, y, traducida al francés, logró, en 1985, el Prix Femina. Pero, antes de todo eso, Lindgren ya era un autor muy conocido en Suecia, gracias sobre todo, a una novela, Ormens väg pa hälleberget (que traducido al castellano sería El camino de la serpiente), en la que explica la capacidad del hombre para resistir con dignidad en las condiciones más infrahumanas.Maestro, periodista, poeta y novelista, por este orden, Torgny Lindgren ha escrito unas 15 obras, de las que la mitad son novelas. Ahora sólo escribe narrativa, quizá porque este géñero le permite reflejar mejor su constante preocupación, la pugna entre ética y sistema establecido.
Betsabé es el recuerdo de una historia, pero es también un poquito de Joyce y de Musil, y de la Biblia, claro, y de la vida -de "esa puñetera vida"- de Lindgren. Y es, sobre todo, una reflexión sobre el poder. "La historia que me explicó mi abuela, una interpretación muy sui generis de la Biblia, me hizo reflexionar; el David tirano y conquistador y junto a él, la figura de Betsabé que me mostró mi abuela entrañaban algo más que una simple relación entre hombre y mujer. Era una lucha por el poder y, sobre todo, una lucha entre hombre y mujer. El poder masculino es un poder físico y es terrible, y su exteriorización siempre ha mantenido un mismo símbolo: el pene, la forma de pene. Primero fue la espada, luego la escopeta, más tarde los cohetes. Es un símbolo de muerte. Incluso los rascacielos imitan la forma del pene. Es un poder horrible. La mujer, en cambio, es conservadora de la vida, de los valores éticos y morales, que son muy superiores a los del hombre. Su poder se basa en la vida, no en la fuerza física ni en la destrucción". "No es casualidad", dice Lindgren, "que mis libros gusten tanto a las mujeres".
Esa reflexión que aparece tras la historía no es aparentemente querida ni provocada por el escritor. "Alguien puede pensar que Betsabé contiene una ideología, que quiere presentar unos; nuevos postulados feministas. Quizá se pueda interpretar así, pero lo cierto es cuando la escribí no pensé en éso, sólo quise recrear de alguna manera una historia que me fascinaba desde pequeño".
Betsabé, según Lindgren, no es una novella histórica ni bíblica, pese a que el argumento procede de la Biblia. Es, simplemente, ficción. Y, opina el escritor, la ficción es algo tan real como la vida misma. "Cuando se está escribiendo no se puede mentir. Un texto, cualquier texto, siempre representa una realidad y puedo decir que mi David es más real que el de la Biblia".
La música de un idioma
Nacido en Raggsjö, en el norte de Suecia, hace 50 años, Lindgren se expresa en la forma dialectal que se habla en su tierra. Este dialecto, que no tiene tradición literaria aunque sí una rica y viva expresión oral, se refleja en sus libros como una música superpuesta. "Mi lengua natal es la música de la literatura que escribo". Y la música es muy importante para Lindgren. "Cuando escribo", explica, "los signos representan para mí sonidos; necesito sentirlos, quizá ello me viene de la tradición oral de mi pueblo. A veces recito esos sonidos durante mucho tiempo y ya me los sé de memoria cuando los escribo. Tengo la sensación de que cuando leen mis novelas los lectores me oyen recitar".La traducción a otro idioma de esa música es uno de los problemas que preocupan a Lindgren. En el caso de Beisabé, que combina la forma dialectal con un cierto ritmo bíblico, se siente "bastante tranquilo" con su traducción al castellano. "Sé que ha sido traducida directamente del sueco y no de otro idioma, como por ejemplo el francés, y éso ya es una garantía. Es una costumbre nefasta, aunque quizá más económica, traducir de traducciones. La sal y pimienta del original se pierde en el camino. En mi país, hasta hace pocos años leíamos a Dos toievski traducido del francés" "Yo creo", finaliza Lindgren, .que el primer deber del traductor es servir a la belleza. Cada idioma tiene su música, no es la misma, pero es música. El traductor debe encontrarla".
Lindgren, que participó en Barcelona en un debate sobre Creación literaria y ayuda institucional: el modelo sueco, en el que también intervinieron los escritores suecos Birgitta Trotzig, Per Olov Enquist y Lars Soderberg, se mostró, al igual que sus colegas, muy crítico con la casi siempre admirada sociedad del bienestar sueca. Lindgren restó importancia a este frente común. "El intelectuál debe ser crítico por naturaleza, se haya conseguido lo que se haya conseguido en su país". Visto desde el Sur, dijo el escritor, Suecia puede parecer un paraíso, pero visto desde el Norte "siempre queremos más y tenemos la obligación de buscarlo". "Los intelectuales montamos como una especie de teatro, de gran tremendismo, para conseguir efectos".
"Es cierto que en nuestro país los intelectuales somos muy críticos, pero también es cierto que, cuando salimos al extranjero, nos damos cuenta de que aquello no está tan mal".
Babelia
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